Viola Davis se coloca en el centro de un relato de acción en G20, un largometraje que, tal y como explicó en una entrevista con Paris Match, le permitió cumplir un deseo: protagonizar una película de ritmo vertiginoso, sin que eso implicara renunciar a la construcción de un personaje complejo.
A sus 59 años y con una carrera marcada por interpretaciones dirigidas por autores como Steven Soderbergh, Denis Villeneuve y James Mangold, Davis eligió asumir un rol más cercano al de los héroes del cine de los noventa.
“Quería algo explosivo, como lo que hacían Sigourney Weaver o Bruce Willis”, afirmó la actriz al medio francés. Esa fue la premisa que impulsó su involucramiento en este proyecto, que la tiene como protagonista y también como coproductora, tras casi una década de esfuerzos para concretarlo.
Su personaje, Danielle Sutton, representa una combinación atípica en el género: presidenta de Estados Unidos, exsoldado, madre sobrecargada y figura atrapada en un secuestro durante una cumbre internacional en Sudáfrica.
A ello se suma, según detalló Davis, una dimensión psicológica clave: el padecimiento de un severo “síndrome del impostor”.

Un personaje sin referentes directos
Lejos de replicar figuras de la vida real, Davis subrayó su compromiso con una actuación basada en la invención y la singularidad. Consultada sobre si su interpretación tenía vínculos con la imagen de Michelle Obama, respondió con claridad: “Eso habría sido demasiado fácil. Mi trabajo consiste ante todo en crear personajes salidos de la nada, y moldeados para quedar en la memoria”.
De ese modo, se desmarca de la tendencia actual de construir figuras inspiradas en personalidades reconocibles, optando por desarrollar una identidad narrativa autónoma.
El resultado es una presidenta que no solo enfrenta una amenaza externa liderada por un grupo terrorista (comandado por el actor Antony Starr, reconocido por su papel en The Boys), sino que también lidia con sus propios dilemas internos.

Un desafío físico asumido con entrega
En G20, Davis apostó por un compromiso físico inusual. Según explicó a Paris Match, tomó la decisión de ejecutar personalmente el 90% de las escenas de riesgo. Esta entrega incluyó una secuencia aérea que remite a clásicos como True Lies de James Cameron, un guiño consciente al cine de acción de las décadas pasadas.
“Los técnicos y actores sudaron la camiseta para que saliera bien. El resultado superó todas mis expectativas”, expresó la actriz, visiblemente entusiasmada por el nivel de exigencia alcanzado durante el rodaje.
La construcción del personaje, en este sentido, no se limitó a lo emocional o psicológico, requirió además una preparación física notable. La producción de la película, liderada por la realizadora mexicana Patricia Riggen, reforzó esa impronta de cine total, donde la acción no eclipsa la narrativa ni la actuación, que se combina con ellas.

Política, género y representación sin etiquetas
Si bien G20 aborda situaciones geopolíticas ficticias y sitúa a una mujer afroamericana en el más alto cargo ejecutivo, su protagonista evita interpretar esa representación como un manifiesto político.
“Cuando Harrison Ford interpretaba Air Force One o El fugitivo, nadie cuestionaba la credibilidad de su papel. ¿Por qué tendría que ser diferente si el rol lo desempeña una mujer?”, se preguntó, rechazando una visión sesgada sobre los estándares de credibilidad en función del género.
Asimismo, consultada por la decisión de trabajar con una cineasta, Davis refutó cualquier vínculo con una agenda feminista. En su opinión, Patricia Riggen fue seleccionada porque era “la mejor persona, hombres y mujeres incluidos, para dirigir esta película”.
De este modo, su enfoque evita instrumentalizaciones políticas o de identidad, reafirmando una postura centrada en la capacidad profesional, sin necesidad de subrayarla con etiquetas.

Una trayectoria que desafía los límites
Con G20, Davis consolida una carrera marcada por la diversidad de papeles y el control sobre sus proyectos. Desde su recordado trabajo en The Help hasta su papel como madre y representante legal de Michael Jordan en Air, supo transitar tanto el drama intimista como las grandes producciones.
En esta ocasión, se posiciona no solo frente a la cámara, también detrás, como fuerza creativa impulsora del filme.
Davis resumió su mirada con una afirmación tajante: “No me coloco etiquetas, ni veo límites a lo que puedo lograr. Considérenme tal como soy: una mujer afroamericana, cerca de los sesenta, sin miedo. Tan capaz como legítima”.
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