En el panorama actual del cine resulta impensable una película que, al incluir música popular, no cuente con algún pasaje marcado por el rock.
Desde bandas sonoras legendarias como las de Trainspotting hasta apuestas estilizadas como la de Sofia Coppola en María Antonieta, el género ocupó un lugar central en la construcción narrativa y emocional de muchos filmes. Pero esta simbiosis no siempre existió. De hecho, durante las primeras décadas del siglo XX, el rock estaba ausente de las pantallas y aún no había nacido como tal, destaca IndieHoy.
Fue recién a mediados de los años 50 cuando el cine abrió sus puertas a esta música que, por entonces, comenzaba a sacudir las estructuras culturales. La película responsable fue Semilla de maldad (Blackboard Jungle), dirigida por Richard Brooks, que retrató la compleja realidad de la juventud urbana, marcando el debut del rock and roll en la historia del cine.
Un film en clave social con un enfoque pionero

Semilla de maldad llegó a las salas en 1955, protagonizada por Glenn Ford, Anne Francis, Louis Calhern y Margaret Hayes. El argumento gira en torno a un exsoldado que acepta un trabajo como profesor en una escuela pública plagada de conflictos. Sus estudiantes, muchos al borde de la delincuencia, lo enfrentan con violencia, indiferencia y desconfianza. El relato muestra cómo, pese a las dificultades, el protagonista se aferra a la idea de redimirlos a través de la educación y la disciplina.
Lo innovador no se limitó al enfoque social. Brooks introdujo una decisión estética arriesgada para la época: acompañar los créditos iniciales con una canción de un género que aún no había sido legitimado ni por la industria musical ni, mucho menos, por el cine.
“Rock Around the Clock”: rebelión sonora en celuloide
La pieza elegida fue Rock Around the Clock (Rock alrededor del reloj), compuesta en 1952 por Max C. Freedman y James E. Myers, e interpretada por Bill Haley & His Comets en 1954.
Su inclusión no fue casual: la energía rebelde y provocadora de la canción complementaba con precisión el espíritu de la película. El ritmo acelerado, la cadencia pegadiza y la lírica desafiante sintonizaban con la efervescencia juvenil retratada en el film.
El impacto fue inmediato y rotundo. La canción se convirtió en un éxito internacional y, gracias a su aparición en la película, logró alcanzar el puesto número uno en las listas de ventas de Estados Unidos.
Este acontecimiento marcó un hito histórico: fue la primera vez que una canción de rock figuró en una producción cinematográfica, obteniendo reconocimiento masivo.
Un punto de inflexión en la historia del rock and roll

Para muchos historiadores de la música, la aparición de Rock Around the Clock en Semilla de maldad representa el verdadero nacimiento del rock and roll como fenómeno cultural. Si bien es cierto que el género tenía antecedentes y raíces en otros estilos previos como el rhythm & blues y el country, su irrupción en el cine le otorgó una visibilidad inédita, proyectándolo más allá de las radios y los salones de baile.
El cine, en ese contexto, funcionó como una caja de resonancia para el rock. La reacción de los jóvenes espectadores ante la fusión de imágenes en movimiento y sonidos electrizantes fue clave para consolidar el estilo como una fuerza generacional. A partir de entonces, el rock sería una cuestión de acordes y letras, convirtiéndose en una actitud, una estética, una forma de estar en el mundo.
El legado: del aula al imaginario global
La secuencia inicial de Semilla de maldad —con sus créditos acompañados por la ya inmortal Rock Around the Clock— inauguró una tendencia que se replicaría a lo largo de las décadas. La presencia del rock en el cine se volvió un recurso expresivo de enorme potencia, capaz de condensar emociones, transmitir tensiones sociales y amplificar mensajes políticos.
Películas como Busco mi camino, El graduado, La naranja mecánica, The Doors y Casi famosos —entre muchas otras— encontraron en el rock un acompañamiento musical, y una extensión de sus narrativas.
La escena fundacional de 1955, sin embargo, conserva su aura de descubrimiento. Porque en ese gesto —poner una canción juvenil en una historia de marginalidad escolar— se condensaba un cambio de época.
Una revolución que comenzó con un acorde

Con Semilla de maldad, Richard Brook filmó una crítica a las instituciones educativas y al deterioro del vínculo generacional. Tal vez, sin saberlo, abrió la puerta para que el rock ingresara al corazón del séptimo arte. Desde entonces, la relación entre ambas expresiones artísticas se volvió indisoluble.
En retrospectiva, Rock Around the Clock fue más que una canción exitosa: fue la chispa que encendió una revolución cultural, cuyo eco sigue vibrando en cada escena donde el rock acompaña, desafía o transforma lo que vemos en la pantalla.
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