A lo largo de su extensa carrera, Samuel L. Jackson se mantuvo como uno de los actores más reconocibles y respetados de la industria cinematográfica. Sin embargo, más allá de su imagen pública como profesional apasionado y entusiasta, existen experiencias que prefirió mantener en reserva. Una de ellas —y quizá la más reveladora— es su participación en la comedia Soul Men, estrenada en 2008.
Detrás de cámaras: una colaboración que nunca funcionó
La cinta, protagonizada junto a su amigo y colega Bernie Mac, fue dirigida por Malcolm D. Lee, conocido por películas como El Hermano Encubierto y El padrino de mi hija. A pesar de las altas expectativas por reunir a dos figuras carismáticas en pantalla, la experiencia de rodaje fue, en palabras de Jackson, profundamente insatisfactoria.
Durante cinco años evitó referirse públicamente al tema, hasta que en 2013, en una entrevista con Playboy, dejó entrever su incomodidad. “No me lo pasé nada bien”, dijo con franqueza al referirse a esa filmación.
Lo que parecía una mera anécdota, escondía un trasfondo más amplio de tensiones profesionales, malentendidos y distancias personales.
El pasado con Spike Lee: del reconocimiento a la ruptura
La historia no puede entenderse sin regresar a los años noventa, cuando Jackson fue un rostro recurrente en las películas de Spike Lee. En Jungle Fever, su interpretación de Gator —un adicto al crack— le valió un reconocimiento especial del Festival de Cannes, que creó un premio a la Mejor Interpretación de Reparto para celebrarla.
Sin embargo, cuando se le ofreció participar en Malcolm X por una suma que consideró inadecuada, Jackson optó por otro proyecto más rentable: White Sands. Esa decisión marcó el inicio de un distanciamiento entre ambos. “Pensé: ‘No voy a trabajar por esa escala’”, explicó al recordar las condiciones que Spike le propuso.
La negativa derivó en un conflicto personal entre ambos, aunque nunca llegó a escalar públicamente.
Entre lealtades artísticas y posturas ideológicas
A lo largo de los años, la tensión se reavivó por las divergencias respecto al cine de Quentin Tarantino. Mientras Spike Lee criticaba duramente el uso de lenguaje racial por parte del guionista y director —especialmente en Django Unchained, donde Jackson interpretó a un personaje polémico—, el actor defendía su derecho a colaborar con quien consideraba uno de los creadores más influyentes de su generación.
Jackson, que fue una pieza clave en varias películas de Tarantino, no compartía la visión de Spike sobre los límites del lenguaje en el arte cinematográfico. Esta diferencia de enfoque ideológico profundizó aún más la brecha entre ambos.
Malcolm D. Lee, el primo incómodo

En este contexto, aceptar un papel en una película dirigida por Malcolm D. Lee podría haber parecido una oportunidad para tender puentes. Sin embargo, ocurrió lo contrario.
Jackson y Malcolm no lograron establecer una relación fluida ni creativamente satisfactoria durante el rodaje de Soul Men. La producción se vio afectada por una falta de entendimiento mutuo que, según el propio actor, convirtió el trabajo en un proceso agotador.
A pesar de ser amigo de Bernie Mac y del entusiasmo inicial por el proyecto, Jackson no encontró en Malcolm un interlocutor profesional con el que pudiera construir una visión conjunta de la película. El fracaso comercial del filme fue apenas una de las consecuencias de esta desconexión.
Una entrevista que reveló más de lo que dijo
Cuando en 2013 se le preguntó a Jackson si su participación en el remake de Oldboy —dirigido por Spike Lee— indicaba una reconciliación, su respuesta fue categórica: no hablaron del pasado ni de los temas que los enfrentaban. “No tuvimos esa conversación”, señaló. Y agregó que evitaban tocar cuestiones espinosas como Malcolm o Tarantino.
La anécdota que relató sobre una breve conversación con Spike lo dejó claro. Cuando este último preguntó por la relación entre su primo y Jackson, la respuesta fue directa y sin rodeos: “No, no nos llevábamos bien”.
Profesionalismo ante todo, incluso en la incomodidad

Más allá de la molestia personal, Jackson mostró una vez más su compromiso profesional. Afirmó que cuando lo contratan, él cumple su parte, sin importar el contexto. Pero dejó entrever que no todo puede resolverse con voluntad y entrega.
Soul Men fue, según sus propias palabras, una excepción en una carrera llena de colaboraciones exitosas y experiencias enriquecedoras.
Al cerrar el tema, usó una expresión característica: “¡Bum! Se acabó”. Así puso fin a una historia que, por años, había quedado sin contar. Con su habitual estilo sobrio pero elocuente, Jackson dejó claro que no todas las películas son iguales, y que incluso en una industria donde se mezcla arte, negocio y relaciones personales, hay episodios que es mejor dejar atrás.
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