
En el panteón del cine francés, pocos nombres brillan con la intensidad de Catherine Deneuve. Más que una actriz, su figura se erige como un emblema cultural, un reflejo del estilo francés que combina elegancia, misterio y fuerza.
A sus 81 años, sigue siendo una presencia indomable, ajena a los convencionalismos de la fama y la exposición mediática. En este artículo, la edición francesa de Vanity Fair explora su singular relación con el cine, su familia y los fantasmas que marcaron su vida.
Una figura atemporal
Deneuve encarna un ideal que trasciende generaciones. Desde su papel en Belle de Jour (1967) de Luis Buñuel hasta Los paraguas de Cherburgo (1964) de Jacques Demy, su silueta se convirtió en sinónimo de sofisticación.
Su inexpresividad principesca y su capacidad para evocar emociones intensas con gestos mínimos fueron exaltadas por directores como Buñuel y François Truffaut, quienes aprovecharon su habilidad para habitar personajes complejos.
Sin embargo, Deneuve mantuvo una distancia deliberada de las expectativas de la industria.
Durante una conversación en un restaurante chino en París, su elegida zona de confort para charlar lejos de los focos, reveló su incomodidad con la adulación excesiva.
Cuando un admirador se acercó para elogiarla, su reacción fue una tímida mezcla de cortesía y reserva, mostrando cómo equilibra su estatus icónico con una humanidad palpable.
Una vida marcada por la resiliencia

El impacto de su derrame cerebral en 2019 fue un recordatorio de la fragilidad de la vida, incluso para figuras aparentemente indestructibles como ella.
Durante su recuperación en el hospital de Les Invalides, encontró consuelo en la lectura de El Lambeau, de Philippe Lançon, un libro que, contra las advertencias de quienes temían que la deprimiera, resultó ser una fuente de fortaleza.
Su experiencia en el hospital, rodeada de jóvenes soldados heridos y otros pacientes en rehabilitación, reforzó su capacidad para enfrentar la adversidad con estoicismo.
Aunque Catherine compartió detalles sobre sus experiencias, su narrativa personal nunca se inclina hacia el sentimentalismo.
Al recordar su infancia, describe con precisión escenas de pérdida y resiliencia, como el día que vio partir a su madre al sanatorio cuando tenía siete años.
Estas memorias, cargadas de imágenes vívidas, son testimonio de una vida que nunca buscó el camino fácil.
Relación con el cine y el feminismo
Deneuve no rehúye las controversias. Expresó opiniones críticas sobre ciertos aspectos del feminismo contemporáneo, incluyendo el movimiento #MeToo, al que acusó de favorecer actitudes que considera hipócritas o excesivamente moralistas.
A pesar de sus reservas, reconoce la importancia de las discusiones sobre la igualdad, aunque su enfoque siempre fue más pragmático que militante.

Su relación con directores como Buñuel y Polanski ilustra esta dualidad. Habla de Buñuel como un perfeccionista cuya dirección estricta a veces chocaba con su resistencia a ciertas escenas, particularmente aquellas que involucraban desnudez.
Polanski, en cambio, la impactó por su intensidad creativa durante el rodaje de Repulsión (1965), una película que consolidó su reputación como actriz de alcance emocional y psicológico extraordinario.
Los fantasmas del pasado
Uno de los pilares de su vida fue su hermana Françoise, quien murió trágicamente en un accidente.
Esta pérdida marcó profundamente a Deneuve y sigue siendo un tema recurrente en sus reflexiones.

También resalta la influencia de su familia, especialmente su padre, cuya figura estuvo presente en los momentos más formativos de su infancia.
Deneuve comentó que mantiene una conexión especial con los animales, en particular con su perro Jack, un shiba inu de 13 años.
Esta relación simboliza, en cierta medida, su deseo de encontrar equilibrio y compañía en medio de un mundo que a menudo exige demasiado.
Un legado imponente
A lo largo de su carrera, Deneuve fue un enigma que combina vulnerabilidad y fortaleza. Su vida personal, cuidadosamente resguardada, y su carrera, marcada por elecciones artísticas audaces, son testimonio de su compromiso con la autenticidad.
En una era donde la sobreexposición parece ser la norma, su capacidad para mantener una presencia discreta, pero impactante la distingue como una figura única en el panorama cultural contemporáneo.

Catherine Deneuve no es simplemente un ícono; es un recordatorio de que el misterio y la profundidad tienen un lugar en un mundo obsesionado con lo inmediato.
A través de su arte y su vida, demostró que, a pesar de las adversidades, es posible mantener una integridad inquebrantable.
En palabras de Buñuel:
-Catherine es más que un nombre; es una idea, un estado del ser que sigue resonando, mucho más allá de la pantalla.
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