
¿Cómo será la vida en el próximo siglo? ¿Cómo será la salud y la tecnología? ¿Cómo serán las ciudades? Estos interrogantes que pertenecen al territorio de la ciencia ficción, se formulan, en el Tecnológico de Monterrey, desde la ciencia. José Antonio Torre es director del Centro para el Futuro de las Ciudades, un espacio de pensamiento y acción que se enfoca en la planeación y la transformación de las ciudades como entornos sostenibles, humanos, prósperos.
El CFC tuvo su primera intervención en la ciudad de Monterrey y, desde entonces, ha llevado investigaciones sobfre las ciudades mexicanas con más de medio millón de habitantes. “El hallazgo es muy interesante, pero también nos debe alertar”, dice Torre: “Todas incrementan su población, todas se expanden hacia las periferias de una manera muy acelerada, mucho más de lo que su crecimiento poblacional requeriría, todas pierden población en sus zonas centrales. En Monterrey fue el 35%”.
—¿Qué interpreta de este análisis?
—Lo sorprendente es la escala de la pérdida de población. Es la zona funcional de la ciudad: las grandes infraestructuras públicas, los grandes hospitales, las universidades, están ahí. El empleo está ahí. Hemos desplazado a las personas hacia las periferias. Pero, de todos modos, la mayoría de nosotros tiene que desplazarse a las zonas centrales y no se ha generado una infraestructura de movilidad para hacer eso.
—Las ciudades de América Latina daban respuesta a los problemas de salud, vivienda, educación, seguridad. Pero desde los años 80 dejaron de hacerlo. ¿Fue una mala administración gubernamental?
—Estaba la promesa de que la urbanización nos iba a sacar de la pobreza y en América Latina no necesariamente ha sido así. La urbanización nos ha segregado; ha generado condiciones donde la pobreza se mantiene. Es más: donde naces define tu futuro. Hay ejemplos donde la urbanización sacó a millones de personas de la pobreza —y no quiero decir que en América Latina no lo hayamos hecho—, pero la visión de la ciudad como un espacio que nos acerca, nos conecta y nos permite tener más oportunidades, ha quedado a deber.
—¿De quién es la responsabilidad de la gestión de las ciudades?
—En el caso de México, la responsabilidad de la gestión territorial es de los municipios. Se cambió la Constitución para darles esas atribuciones a los municipios. En Monterrey hay dieciséis: son dieciséis miradas diferentes de una ciudad que tendría que funcionar de manera coordinada.

—¿Cómo analiza el transporte y la movilidad?
—Son algunos de los elementos que nos hemos dado de forma coordinada. El agua. El sistema de transporte tiene una mirada metropolitana. Hubo un quiebre en cuanto a la visión del transporte público y privado. Hace tres décadas, esta ciudad movía el 60% de los viajes en transporte público. Hace 25 años, el 50%. Hace tres años, el 20%. La fascinación del auto ha prevalecido en las ciudades mexicanas. Las líneas del metro en la zona metropolitana de Monterrey —en lo que se ha invertido una cantidad de recursos muy importante— mueven el 2 o 3% de los viajes y el sistema de transporte que la iniciativa privada pone para que sus empleados lleguen a las fábricas mueve alrededor del 8%. Estas enormes infraestructuras a enormes costos públicos terminan siendo obsoletas.
—En un preinforme del gobernador Samuel García Sepúlveda se hablaba de los hitos que Nuevo León ha cumplido este año —por ejemplo, de 80% de los días fueron puros de aire— y se le pedía a la sociedad que tuvieran una mirada más amable ante el turismo por la proximidad del Mundial. ¿Cómo espera que estas cuestiones impacten en la sociedad?
—El Estado de Nuevo León es muy potente. La educación en esta zona metropolitana es superior al promedio del resto del país. Se ha hecho una labor importante en temas de salud. No estoy tan seguro de los datos de los días limpios; no hay información pública transparente para confirmar ese dato. Creo que se han hecho inversiones muy importantes en el tema de abasto de agua, pero estamos lejos de cantar victoria. También se han hecho inversiones en transporte público después de décadas de no tenerlas. Hay una apuesta fundamental por el transporte público urbano.
—El gobernador dijo que compraron 4.000 camiones.
—Todavía están por llegar alrededor de mil. Pero no necesariamente sucede “Build it and they will come”. Es necesario un sistema de buses que te conecten en la ciudad.
—¿Algo como King’s Cross en Londres?
—Desde mi punto de vista, Londres es el modelo de movilidad más impresionante que conozco. Es una ciudad de diez millones de personas y puedes llegar a cualquier lugar en transporte público. Sabiendo, además, a qué hora pasa el camión. Entonces no es que no se pueda: es que no estamos pensando de esa manera. Hace treinta años, King’s Cross tenía bodegas; hoy hay miles de millones de dólares de inversión, miles de personas viven y trabajan alrededor de King’s Cross. Desafortunadamente no estamos pensando nuestras ciudades así.
—Volviendo a la cuestión del Mundial de fútbol…
—Celebro que el gobernador vea el Mundial como una oportunidad. Me preocupa que lo vea como la única. Tendríamos que estar construyendo una visión mucho más de largo plazo, donde el Mundial sea un hito. Tendríamos que estar pensando qué sigue. Creo que, como sociedad, tenemos que aprender cómo vivir en una ciudad diferente a la que hemos tenido en mente por las últimas décadas.

—Esta respuesta me hace pensar en una ciudad argentina, Neuquén, que está creciendo enormemente por la explotación petrolífera. Llegan cuarenta familias por día. La explotación puede tener unos cuarenta años, más o menos. ¿Y después? ¿Qué va a pasar en el año cuarenta y uno?
—Piensa en los países petroleros. Emiratos pasa a una economía totalmente diferente, basada en el conocimiento, la economía naranja, la diversión, el deporte. Las economías tienen que evolucionar porque, si no, pasa lo que pasó en Campeche, que está abandonado. Es un gran tema no tener la mirada más allá de lo inmediato, que desafortunadamente es lo que pasa porque la administración de los gobernantes tiene esos plazos. Pasa el Mundial e inicia el proceso electoral para el siguiente gobernador. Los gobernantes tienen que administrar el presente y tienen que resolver las deudas del pasado inmediato. Yo creo la ciudad “nos está sucediendo”. Siempre habrá alguien dispuesto a hacer viviendas y siempre va a haber un alcalde dispuesto a dar permisos para que se hagan. Pero ¿en dónde, por qué y cómo se va a conectar esa gente con sus empleos? Hay una falta de entendimiento de lo que una ciudad tiene que ofrecer a las personas.
—En los últimos años ha habido una baja notable en la natalidad. ¿Qué va a pasar con las ciudades si hay menos población?
—Ya está pasando esa dinámica. No lo estamos viendo. Seguimos haciendo ciudades enormes, extensas hacia las periferias, en lugar de recuperar los espacios centrales que no tienen población y que tienen enormes infraestructuras. Invertimos millones de dólares para llevar infraestructura a las periferias cuando tendríamos que estar invirtiendo mucho menos para traer a las personas a los espacios centrales abandonados.
—Esas zonas abandonadas se ocupan por sectores de marginalidad social.
—Es correcto. La pérdida de población genera abandono y genera las posibilidades de la rapiña, de la inseguridad. Pero no es destino; eso sí se puede revertir. El distritoTec es un ejemplo. Fue una de las zonas más inseguras de la ciudad, venía perdiendo población y hoy recuperó el 56%. Generó enormes inversiones privadas que no provienen de grandes desarrolladores, sino de desarrolladores medianos que vieron la oportunidad de hacer inversión en un período relativamente corto. El abandono no es destino. Lo que pasa que a esas zonas abandonadas literalmente las dejamos de mirar. En el Centro para el Futuro de las Ciudades estamos trabajando con las ciudades medianas, sobre cómo cambiar, no toda la ciudad, sino ese sector que pierde población. Si la gente se desplaza a las periferias, no por una decisión racional, sino porque es el único lugar donde existe una vivienda asequible para ellos: por qué no cambiar la regulación. Tendríamos que estar pensando ciudades compactas que nos conecten, que nos acercen.
—Tradicionalmente las universidades miraban hacia adentro y el mundo quedaba afuera. Pero las acciones del Tec la universidad estuviera saliendo a la ciudad. ¿Por qué?
—Lo aprendimos a golpes, diría. La crisis de inseguridad que vivimos, la muerte de Jorge y Javier en 2010, fueron décadas de ir cerrándonos hacia la comunidad. El campus tenía rejas, pero era permeable; los vecinos podían cruzar. Pero, bueno, nos fuimos cerrando por cuestiones de seguridad y aprendimos que cerrarte es aislarte. También aprendimos que no puedes abrir otra vez, como si nada hubiera pasado. Pero tenemos que ser un vecino proactivo para el desarrollo de nuestra comunidad. Y también aprendimos que los que teníamos que cambiar éramos nosotros. Cuando empezamos distritoTec aprendimos que debíamos asumir el liderazgo de ese proceso de transformación. Empezamos a compartir espacios con nuestros vecinos; es una decisión deliberada de salir a la ciudad. Eso que se nos quedó olvidado hace algunas décadas, ahora lo estamos retomando.
—Que el edificio Expedition quede afuera del campus hay que tomarlo como una declaración de principios.
—El Expedition es una de las enormes declaraciones de un campus que aprendió a convivir con su entorno.
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