Estudiar sirve: los argentinos con título universitario tienen salarios más altos y menor desempleo

La brecha salarial entre quienes terminaron la escuela y quienes alcanzaron un título terciario es del 63% en el país, según datos de la OCDE. El diploma reduce casi a la mitad las chances de no conseguir trabajo. Completar la secundaria también marca una diferencia, pero menos que en otros países

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En Argentina, quienes tienen una
En Argentina, quienes tienen una licenciatura ganan, en promedio, un salario 75% más alto que quienes solo terminaron la secundaria. (AP Foto/Natacha Pisarenko)

Mientras vos estudiás para rendir un parcial, hay chicos de 20 que ya tienen startups, venden cursos digitales o monetizan su marca personal. No necesitás cinco años para tener un título y arrancar: necesitás acción, aprender en la práctica y rodearte de gente que ya está haciendo lo que vos soñás. El conocimiento está gratis en internet; lo que falta es decisión y coraje.

Palabras más, palabras menos, el discurso se repite entre influencers jóvenes, especialmente varones: predican como mantras que la educación tradicional y los títulos ya no sirven, que la teoría y la memoria son obsoletas ante la práctica y los algoritmos, que el éxito está a unos clics de distancia y puede ser inmediato. En un contexto económico de salarios bajos, en el que a muchos jóvenes les resulta imposible independizarse y proyectar su vida adulta, el mensaje resulta seductor.

Pero los datos lo desmienten.

En Argentina –y en la mayoría de los países desarrollados y de la región– tener un título universitario sigue haciendo la diferencia: hay una fuerte correlación entre nivel educativo, inserción laboral y salarios. A nivel nacional, la brecha salarial promedio entre quienes terminaron la secundaria y quienes alcanzaron un título terciario o universitario es del 63%, según el Panorama de la Educación que publicó esta semana la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico​. Esa diferencia es mayor que para el promedio de países de la OCDE, aunque allí también la diferencia a favor de quienes tienen un título universitario o terciario es significativa: ganan un 54% más.

Terminar la secundaria marca asimismo una diferencia, pero en menor medida: en Argentina la brecha salarial entre quienes tienen secundaria completa o incompleta es del 13%. En los países de la OCDE, esa diferencia es mayor: 17%.

La magnitud de la brecha salarial se asocia directamente con el nivel del título alcanzado, según los datos del informe. Entre los adultos (de 25 a 64 años), quienes tienen una maestría son los que consiguen los ingresos más altos: ganan, en promedio, 2,5 veces más que quienes solo completaron la secundaria en Argentina. Una licenciatura implica un salario alrededor de 75% más alto que el título secundario, mientras que las carreras terciarias cortas implican una mejora del 30% con respecto a finalizar la escuela.

“En un contexto de cambio tecnológico y digitalización, la educación superior de nivel terciario y universitario es cada vez más importante. Argentina tiene una educación superior de gran calidad, que se aprecia a nivel de enseñanza e investigación, también en la innovación y la promoción de nuevas carreras, más cortas y vinculadas a las necesidades laborales actuales”, afirma Ana Miranda, investigadora del Conicet y Flacso.

Para Miranda, un desafío clave para las políticas públicas es “apoyar las trayectorias de las personas jóvenes en los niveles secundario y superior, para estén preparadas para un mercado laboral cambiante y dinámico, que exige niveles de conocimiento más altos a las nuevas generaciones”.

La desocupación y la calidad del empleo

El desempleo también afecta menos a quienes tienen un título terciario o universitario: las probabilidades de no conseguir trabajo se reducen casi a la mitad. Con datos de 2023, el informe señala que el desempleo entre los jóvenes (de 25 a 34 años) con educación superior era del 4,1% en Argentina, mientras que la cifra ascendía al 7,2% entre quienes solo tenían título secundario. En cambio, pareciera que el título secundario no hace una diferencia significativa a la hora de conseguir trabajo: para las personas con secundaria incompleta, el desempleo era del 7,8%.

El gráfico muestra la evolución
El gráfico muestra la evolución de las tasas de desempleo para los jóvenes de 25 a 34 años con secundaria incompleta, secundaria completa y educación terciaria o universitaria en Argentina. Fuente: OCDE - Panorama de la Educación 2025

Estas cifras son bastante diferentes en los países de la OCDE, donde el título secundario brinda una protección mayor contra el desempleo. Según el informe, en los países de la OCDE el 12,9% de los jóvenes de 25 a 34 años sin título secundario estaban desempleados en 2023, en comparación con el 6,9% de quienes tenían secundaria completa. La cifra de desempleo era más baja aún para los jóvenes adultos con título terciario o universitario: 4,9%.

Un punto clave es la calidad del empleo al que acceden los jóvenes. En ese sentido, el contraste entre el valor del título secundario en Argentina y en la OCDE puede explicarse por las características del mercado laboral nacional, plantean los especialistas.

“Estos datos revelan una diferencia importante en el perfil del mercado de trabajo argentino respecto de otros países de la OCDE; no es solo una cuestión del sistema educativo. ¿Qué tipo de empleos se están ofreciendo? ¿Qué nivel de calificación se demanda? Pareciera que en Argentina el mercado de trabajo es mucho más precario”, explica Pedro Núñez, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de América Latina del Conicet y Flacso, y docente en la UBA.

“La Encuesta Permanente de Hogares lo muestra claramente: muchas personas consiguen trabajo aun sin haber terminado el secundario, pero con ingresos considerablemente más bajos que quienes accedieron a niveles educativos superiores”, agrega Núñez.

Para Núñez, el menor diferencial que representa hoy el título secundario en Argentina puede asociarse con la obligatoriedad y la masificación de este nivel educativo: “Hoy la diferencia entre quienes completan o no el secundario no desapareció, pero se redujo en comparación con décadas anteriores. La expansión del nivel medio permitió que cada vez más estudiantes llegaran a la escuela, lo que a su vez generó una presión mayor sobre el nivel superior. Por eso, la brecha más marcada se da entre quienes acceden a la educación superior y quienes no lo hacen. Terminar el secundario sigue siendo importante, pero lo decisivo para mejorar los salarios y las oportunidades es completar estudios superiores”.

Pese a la gratuidad de la educación superior, en Argentina el acceso a la universidad se encuentra muy por debajo de la cobertura del nivel secundario. Nancy Montes, investigadora de Flacso y especialista de OEI, explica que, según la última información de las encuestas de hogares a nivel nacional, las tasas de asistencia de nivel secundario y de educación superior en áreas urbanas se ubican en el 94% y en el 48%, respectivamente. “La asistencia al nivel secundario avanzó en todos los sectores sociales, razón básica para que la terminalidad de este nivel sea posible para mayor cantidad de adolescentes y jóvenes”, indica Montes.

Más allá de las credenciales

“A diferencia de lo que ocurre en el promedio de los países de la OCDE, en nuestro país completar la secundaria no establece una diferencia significativa: tanto quienes terminan como quienes no lo hacen presentan tasas de desocupación similares. Esto debería encender una alerta sobre el modo en que se diseñan las políticas de terminalidad de la secundaria, que suelen presentarse como condición indispensable para la inserción laboral”, analiza Sandra Ziegler, profesora de la UBA y Flacso.

“Los datos evidencian que el mercado de trabajo en la Argentina responde a dinámicas que son en buena medida independientes de las credenciales educativas. Dicho de otro modo: la escuela puede generar condiciones de empleabilidad, pero no garantiza empleo”, agrega Ziegler. El abordaje del problema, por lo tanto, excede a las políticas educativas y requiere también de políticas vinculadas con el mercado laboral y el desarrollo económico.

Por otro lado, no todos los sectores de la economía asignan un diferencial al título universitario, subraya Guillermina Laguzzi, experta en Educación y Trabajo de la OEI en Argentina. “Contar con un título puede garantizar mayores ingresos en promedio, pero no asegura las condiciones en que esos trabajos se desarrollan. El título sigue siendo un diferencial, aunque no constituye un pasaporte automático al ‘éxito’; su potencial depende de cómo se resuelvan las desigualdades estructurales del sistema educativo y del mercado laboral. Incluso existen sectores, como la economía del conocimiento, donde el título no es condición de empleabilidad y el verdadero diferencial radica en la capacidad de innovar, resolver problemas y adaptarse a entornos cambiantes”.

A la hora de analizar el impacto del título terciario o universitario en las trayectorias laborales de los jóvenes, Ziegler introduce un matiz relevante: “Estos datos en el informe no se presentan desagregados según los quintiles de ingreso, lo cual es una limitación. Investigaciones previas han mostrado que en Argentina el valor de un título superior varía según el origen social: los graduados de los quintiles más altos de ingreso tienen menores tasas de desempleo que aquellos que provienen de los quintiles más bajos”.

Tampoco alcanza con mirar solo la titulación: es clave poner el foco en los aprendizajes y habilidades asociados –o no– a ese título. “Es cierto que contar con credenciales constituye una ventaja en el mercado laboral, pero lo que marca la diferencia no es solo el diploma, sino los saberes adquiridos y las competencias desarrolladas. En este sentido, la titulación abre puertas, pero no garantiza por sí sola trayectorias laborales de calidad”, subraya Laguzzi.

“El título cobra valor cuando detrás hay aprendizajes fundamentales: lectura, escritura, matemática, competencias digitales, comunicación y la capacidad de seguir aprendiendo. En definitiva, más que oponer ‘estudio sí o no’, la discusión debería orientarse a cómo garantizar una educación que articule conocimiento, titulación y habilidades, como condición indispensable de una verdadera movilidad social”, agrega Laguzzi.

Desigualdad y financiamiento

“La desigualdad de oportunidades frena el acceso de algunos estudiantes que podrían beneficiarse de una educación superior –advierte el informe de la OCDE–. En todos los países, los niños de entornos desfavorecidos tienen muchas menos probabilidades de alcanzar niveles educativos superiores que aquellos de entornos más favorecidos”. El estudio señala que, a nivel global, el entorno familiar sigue siendo determinante al definir quién cursa estudios superiores.

En 2023, solo el 26% de los jóvenes adultos de familias con menor nivel educativo poseía un título universitario, frente al 70% de los hogares con mayor nivel educativo, indica el informe, y subraya que “las barreras financieras y el limitado apoyo académico y social suelen frenar el progreso de los estudiantes desfavorecidos”.

Los datos muestran que el rendimiento educativo –y en Argentina, particularmente, el acceso al título universitario– influye fuertemente en el éxito laboral: “Apoyar el acceso equitativo a la educación superior es crucial para mejorar la movilidad social”, recomienda el documento. La propuesta resuena especialmente en Argentina ante los recortes en el presupuesto educativo desde diciembre de 2023, ratificados por el nuevo veto presidencial a la Ley de Financiamiento Universitario.

El gráfico compara en 45
El gráfico compara en 45 países el gasto público por estudiante de nivel obligatorio (primaria y secundaria), de nivel inicial y de nivel superior, considerando datos de 2022. Argentina se ubica entre los 7 países con menor inversión educativa. Fuente: OCDE - Panorama de la Educación 2025

El estudio de la OCDE advierte que la Argentina se encuentra entre los países que invierten menos recursos por estudiante: se ubica en el puesto 39 de 45 países relevados, pero con datos de 2022, previos al fuerte ajuste aplicado desde fines de 2023. Según esos datos, Argentina destinaba 4.448 dólares por estudiante en la educación primaria y secundaria, una cifra similar a la de China y Brasil, y muy lejos de países como Suiza o Corea, que destinan más de 20.000 dólares por alumno.

Otra particularidad del caso argentino es que, a diferencia de la mayoría de los países considerados en el estudio, el gasto público por estudiante en educación superior –incluyendo investigación y desarrollo– es menor que en la educación obligatoria. Según datos de 2022, Argentina invertía 3.329 dólares por estudiante de educación superior, en comparación con el promedio de 15.102 dólares –casi 5 veces más– en los países de la OCDE.

“El informe muestra claramente la brecha entre lo que Argentina invierte en educación obligatoria, en estudios superiores y en el sistema científico, en comparación con los países de la OCDE. Sin llegar a los casos de mayor inversión, como Suiza o Noruega, la Argentina destina prácticamente la mitad de lo que asignan países como España”, afirma Pedro Núñez. Y destaca que los datos muestran “una correlación entre el nivel de inversión en educación y la posibilidad de alcanzar mejores logros educativos, que a su vez se traducen en mayores oportunidades laborales y mejores ingresos en el futuro”.

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