
En el año 2024, la UNESCO y UNICEF publicaron el primer informe mundial sobre la Atención y Educación de la Primera Infancia (AEPI) en vínculo con la Agenda 2030 en el que señalaron que “el 37% de los niños y las niñas del mundo -más de 300 millones- no alcanzarán los niveles básicos de competencia en lectura en 2030 a menos que se tomen medidas inmediatas”.
Si bien, desde el año 2017 se viene registrando una disminución en la cantidad de personas analfabetas en todos los continentes; las habilidades a la hora de leer y entender aquello que se lee no avanzan siempre de la manera esperada. Incluso la pandemia de COVID-19 fue un gran revés educativo provocando que más de 100 millones de niños quedaran por debajo de los niveles mínimos de comprensión lectora (UNESCO, 2021)
El pronto ingreso al aprendizaje es un tema que está en la agenda crítica de todos los especialistas y actores de la educación. Sin embargo, un reciente estudio de Harvard indica que el punto de quiebre entre aquellos niños y niñas que tienen dificultades con la lectura no estaría en los 5 o 6 años, como suele considerarse, sino alrededor de los 18 meses de edad.

El inicio
El proceso de aprendizaje se inicia desde el minuto cero, incluso siempre se menciona que los bebés y los niños son “esponjas” a la hora de empezar a conectarse con el mundo que los rodea.
Ahora bien, en el reciente estudio realizado en el laboratorio de la Escuela de Educación de Posgrado de Harvard, liderado por la especialista Nadine Gabb, se plantea que existen nuevos indicadores para determinar un punto de quiebre temprano que permite observar y entender las habilidades y/o dificultades que se desarrollan alrededor de la lectura.
“Durante mucho tiempo, supimos que los niños con dificultades para leer presentan un desarrollo cerebral diferente. Lo que desconocíamos era si sus cerebros cambian en respuesta a las dificultades diarias en la escuela”, destacó Nadine Gaab en diálogo con The Harvard Gazette.
Y aseguró que “estas diferencias cerebrales comienzan mucho antes del kínder” o jardín de infantes. El estudio reveló que las trayectorias entre niños con y sin dificultades de lectura comienzan a observarse a partir de los 18 meses de edad.
El cerebro como respuesta
Gaab- quien se especializa en estudiar el aprendizaje típico y atípico desde la infancia hasta la adolescencia; cruzando su investigación con la psicología del desarrollo, las ciencias del aprendizaje, la neurociencia, la tecnología y las políticas educativas- destaca la importancia de reconsiderar las trayectorias para poder entender cada presente y futuro próximo.
“Nuestros hallazgos sugieren que algunos de estos niños llegan a su primer día del kinder con sus pequeñas mochilas y un cerebro menos apto para aprender a leer, y que estas diferencias en el desarrollo cerebral deben rastrearse en la infancia temprana”, aseguró Gaab.
Para la especialista es clave que las políticas educativas tomen nuevas medidas ya que “cuanto más joven es un cerebro, más adaptable es para la información lingüística” y resaltó- en diálogo con The Harvard Gazette- que “actualmente estamos esperando hasta segundo o tercer grado para detectar a los niños con dificultades para leer. Deberíamos detectar a estos niños e intervenir mucho antes”.
El estudio
Los otros coautores del estudio son Ted Turesky, Elizabeth Escalante y Megan Loh y son quienes llevaron adelante esta investigación sobre 130 participantes siendo los más pequeños de tan solo 3 meses de edad. La muestra se realizó con 80 niños y bebés del área de Boston y 50 residentes en Canadá.
En un largo proceso de investigación se fue observando el desarrollo cerebral- a partir de escáneres de MRI (Imagen por Resonancia Magnética)- de cada uno de los participantes, desde la primera infancia hasta la niñez y su relación con el desarrollo lector.
Gaab y su equipo planean continuar el estudio trackeando estas trayectorias que comenzaron a analizar hasta llegar a la secundaria e incluso la universidad; aunque los recientes recortes educativos del gobierno de Donald Trump ponen en riesgo el proceso de investigación.
“Los primeros cuatro años del desarrollo lector es el desarrollo del lenguaje oral. Pero el logro de aprender a leer es el de comprender qué es lo que se lee”, destacó Gaab cuyo estudio presenta un antes y un después en su profundidad de observación respecto de otras investigaciones que realizan trackeos cerebrales en el desarrollo de los niños.
La investigación demostró un gran respaldo al argumento del procesamiento fonológico en la mediación entre el desarrollo temprano del cerebro y las habilidades adquirida para la lectura de palabras.
“Es muy probable que las habilidades de lectura comiencen a desarrollarse en el útero”, reflexionó Gaab al subrayar la importancia del sentido auditivo entre lo que ocurre del otro lado de la piel de ese ser que luego entrará en conexión con el mundo.
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