
La falta de educación financiera en América Latina no es un problema nuevo, pero sí es uno que se vuelve más urgente con el paso del tiempo. La región arrastra indicadores alarmantes: más del 60% de los adultos no comprende conceptos básicos como inflación, tasas de interés o riesgo financiero, y menos del 40% lleva algún tipo de presupuesto personal. Son cifras del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), y muestran con crudeza que millones de personas toman decisiones económicas sin contar con las herramientas mínimas para hacerlo.
El impacto no es menor. Según advierte el Banco Mundial, existe una relación directa entre los bajos niveles de alfabetización financiera y el sobreendeudamiento, la escasa bancarización y la dificultad para generar hábitos de ahorro sostenibles. La mayoría de estas situaciones podrían prevenirse con formación adecuada. Pero esa formación no está llegando: no se enseña en las escuelas, no se aborda en las familias y tampoco en los espacios comunitarios.

En este contexto, la plataforma educativa Ticmas desarrolló un programa de Educación Financiera y Emprendimiento destinado a estudiantes de entre 12 y 18 años. La iniciativa busca integrar en la escuela herramientas concretas para que los adolescentes puedan comprender cómo manejar sus recursos, planificar un presupuesto, evaluar riesgos y generar ideas propias con impacto económico.
El programa se articula a partir de cuatro ejes:
- Educación financiera básica, con nociones sobre ahorro, presupuesto, inversión y uso responsable del dinero.
- Emprendimiento juvenil, con talleres para idear, desarrollar y presentar proyectos.
- Habilidades blandas, como liderazgo, toma de decisiones, trabajo en equipo.
- Actividades interdisciplinarias, que vinculan la teoría con situaciones cotidianas y fomentan la toma de decisiones informadas.
Uno de los elementos distintivos del programa es el Concurso de Emprendimiento Escolar, que se realiza al finalizar la experiencia. En él, los estudiantes presentan sus ideas ante un jurado integrado por representantes del sector financiero y educativo. Además de visibilidad, los proyectos seleccionados reciben premios como capital semilla, becas o kits tecnológicos.
Más allá de la competencia, lo que se pone en juego es la posibilidad de pensar el dinero como herramienta, no como obstáculo. La propuesta apunta a que las y los jóvenes adquieran criterios, evalúen sus decisiones con autonomía y proyecten iniciativas propias. En muchos casos, se trata del primer contacto estructurado con el mundo financiero, una aproximación que puede tener consecuencias duraderas.

La participación de entidades como Banco Guayaquil, que acompaña con mentorías, talleres y premios, suma al programa una dimensión práctica que refuerza el vínculo entre la escuela y la vida económica real. Ese contacto directo, guiado y reflexivo, es uno de los puntos fuertes de la propuesta.
En un contexto donde los adolescentes ya operan con billeteras digitales, reciben pagos, administran ingresos esporádicos o se enfrentan a decisiones de consumo desde edades tempranas, hablar de finanzas en la escuela no es una opción: es una necesidad. Si a eso se suma una mirada emprendedora, la experiencia educativa se vuelve todavía más potente.
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