Alejandra Stein, doctora en Ciencias del Lenguaje e investigadora del Conicet, no duda cuando afirma que la alfabetización comienza mucho antes de la escolarización formal.
En una charla celebrada en el auditorio de Ticmas, Stein explicó con detalle por qué el proceso de aprender a leer y escribir está íntimamente ligado al desarrollo del lenguaje desde los primeros años de vida y cómo herramientas como los textos expositivos son fundamentales para este camino.
“El proceso de alfabetización es un proceso que dura toda la vida y que se inicia muy, muy tempranamente”, dijo Stein ante un auditorio colmado.
Textos expositivos: más que lectura, una forma de pensamiento
A diferencia de los textos narrativos, que relatan historias o leyendas, los expositivos tienen la función específica de transmitir información. Su uso en las aulas tempranas permite no solo enriquecer el vocabulario de los niños, sino también introducirlos en estructuras discursivas complejas, como la explicación y la argumentación.
“Los textos expositivos tienen como función principal transmitir información sobre algún tema de interés. También se los llama textos informativos, especialmente en el ámbito educativo”, explicó Stein.
La lectura de estos textos, guiada por docentes en situaciones de lectura compartida, permite a los niños conversar sobre lo que saben y quieren saber antes de leer, sintetizar lo aprendido después y, en algunos casos, incluso escribir juntos un resumen del contenido abordado. Todo ello contribuye, dijo, a la formación del discurso expositivo, una herramienta clave para la vida académica y personal.
La alfabetización que no empieza en la escuela
Lejos de plantear que la alfabetización es exclusiva del aula, Stein sostuvo que esta se genera y fortalece también en el contexto familiar. Desde la primera infancia, en juegos, conversaciones cotidianas o momentos compartidos como las comidas, los niños desarrollan habilidades discursivas que luego serán la base del aprendizaje escolar.
En ese sentido, la oralidad tiene un papel central: narrar experiencias personales, formular preguntas sobre el mundo, sostener un punto de vista en una discusión familiar. Todo eso, destacó, forma parte del desarrollo del lenguaje y del dominio de distintos tipos de discurso.
“Son todas situaciones cotidianas que pueden dar lugar al aprendizaje de distintas formas de discurso. La narración, la explicación y la argumentación se van dando de manera bastante entramada”, sostuvo la especialista.
Escuela y familia: una alianza estratégica
La alfabetización es también una tarea de articulación entre la escuela y las familias. Para Stein y el equipo de investigación que coordina Celia Rosenberg en el CONICET, este vínculo es clave. No solo investigan cómo se produce el desarrollo del discurso, sino que intervienen activamente para promoverlo en contextos educativos reales.
“Trabajamos de manera muy articulada, llevando adelante acciones de investigación, pero también de intervención educativa. Con docentes, con escuelas, con jardines de infantes”, indicó.
Uno de los ejes de estas intervenciones son los talleres de alfabetización familiar, donde las docentes proponen actividades para integrar los saberes que los niños traen desde casa con los contenidos escolares. Esta práctica ya se está llevando adelante en provincias como Corrientes, Tucumán, San Juan, Entre Ríos y recientemente en Mendoza.
“Muchos de esos aprendizajes tienen lugar inicialmente en el contexto de la familia. Después otros continúan y se fortalecen... pero esa base familiar es fundamental”, explicó Stein.
Alfabetización familiar: una noción potente
El concepto de alfabetización familiar engloba todos aquellos aprendizajes relacionados con la lengua y la comunicación que suceden en el ámbito doméstico. No se trata solo de leer cuentos, sino de reconocer la riqueza de los intercambios cotidianos entre adultos y niños. En ese sentido, las familias no deben ser espectadoras pasivas del proceso escolar, sino aliadas activas.
“Las familias están muy interesadas en poder contar con más herramientas para acompañar. Y una manera de hacerlo es a través de estos talleres que fortalecen el vínculo entre el hogar y la escuela”, afirmó Stein.
A través de esta mirada, Stein propone pensar la alfabetización como un tejido continuo que se inicia con la lengua materna y se expande con la escritura, los libros y el discurso. Y que tanto el hogar como la escuela tienen el deber y el poder de sostener ese proceso.
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