
“Saquen una hoja”, esa es una de las frases que menos quieren escuchar los estudiantes, es abrumadora la sensación de temor que se siente al presentar un examen o evaluación, y justamente a ese miedo se le conoce popularmente como ‘testofobia’, palabra que curiosamente no está registrada en el diccionario de la RAE pero que demuestra la riqueza del castellano para ampliar nuestro lenguaje colocando como límite la creatividad.
Este miedo es derivado de la presión que se siente por demostrar los conocimientos adquiridos en un periodo de tiempo a través de una rúbrica o calificación, pero este temor es un punto al que se le debería prestar un poco más de atención, pues justamente este temor puede derivar en episodios de ansiedad, insomnio y/o falta de concentración que podrían afectar no solo el rendimiento escolar sino también el bienestar emocional, ¿por qué? La respuesta puede estar a la simple vista: el miedo a equivocarnos, la idea de cometer errores y recibir una calificación negativa nos causa estrés.
Por tal motivo, muchos estudiantes se sienten atrapados en un ciclo donde un examen es visto como una prueba de valor personal y no como una evaluación o revisión de su progreso académico; es decir, cuando presentamos un examen nos sentimos juzgados sobre nuestras capacidades y esfuerzo. El resultado entonces es un ambiente educativo donde la evaluación, en lugar de fomentar el aprendizaje y el crecimiento se percibe como un obstáculo emocional.

Pero en un ambiente educativo es pertinente evaluar de algún modo ya que esto suministra resultados que son útiles para el proceso formativo, tal como lo señaló la maestra Elibidú Ortega Sánchez, jefa del Departamento de Exámenes de Selección del Bachillerato en la UNAM en la charla “Pláticas Magistrales”, realizada el 24 de marzo de 2021, donde afirmó que los resultados permiten la toma de decisiones que ayudan a enfrentar los problemas y facilitan la comunicación trayendo consigo mejoras en el ambiente escolar. Entonces, ¿cómo se puede evaluar a los estudiantes de otra manera?
Volvemos al “Saquen una hoja”, así comenzó la charla de Laura Marinucci en el Congreso Internacional de Educación de Tucumán celebrado a mediados del 2022, en el cual se buscó explicar a la evaluación como una oportunidad de aprendizaje.
Marinucci, quien es especialista en Educación en Ciencias e integrante del equipo de formación docente de Ticmas, preguntó: “¿Por qué le tenemos miedo a las evaluaciones?” y así comenzó a explicar la transición de la evaluación tradicional a la evaluación formativa, capturando totalmente la atención de los asistentes, que dicho de paso, eran docentes y que recordaron esas sensaciones de ansiedad y temor a las que se enfrentaron cuando eran estudiantes y presentaban exámenes.
La evaluación formativa es un enfoque educativo que pone como eje central el desarrollo del estudiante por medio de la retroalimentación continua y personalizada, caso contrario a los exámenes tradicionales, que se caracterizan por medir el conocimiento en un momento exacto, como los exámenes que se presentan a fin del ciclo escolar que terminan dando el visto bueno para que el estudiante pase al siguiente nivel.
Este método trae consigo la implementación de diferentes estrategias como realización de proyectos y trabajos en grupo, actividades que no necesariamente tienen una calificación numérica sino que fomentan el aprendizaje activo, la reflexión y el análisis.

Igualmente, sin descuidar la necesidad de certificar, la función más relevante de la evaluación es la pedagógica. “Evaluar para aprender se refiere a integrar la evaluación en el proceso de enseñanza y aprendizaje de forma más auténtica y desafiante para los estudiantes”, dijo Marinucci, que durante años desarrolló contenidos educativos en el área de las Ciencias para la experiencia educativa Ticmas.
Entonces, el proceso evaluativo es valioso cuando significa una puerta a la enseñanza, no se puede dejar de señalar que los exámenes son una oportunidad que tienen los docentes para conseguir evidencias de lo que aprendieron los estudiantes, pero también es una oportunidad para proponerle a los alumnos otra formas de aprender lo que les falta, con el plus de que el “estudiante es consciente de lo que aprendió, qué estrategias cognitivas utilizó para hacerlo y lo que le falta aprender. Y así logramos que el miedo desaparezca”. enfatizó Marinucci.
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