
“Mi lesión podría haberse anticipado. Todos sabían que no estaba lista para ese salto y guardaron silencio”. La gimnasta soviética había advertido sobre los peligros del Salto de Thomas, pero su entorno deportivo ignoró sus súplicas hasta que la tragedia se consumó el 3 de julio de 1980. El accidente que la dejó cuadripléjica a los 20 años, apenas dos semanas antes de los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, donde era una de las principales favoritas para el oro:
Según reseñó The New York Times, la historia de Mukhina trasciende el ámbito deportivo para convertirse en un símbolo de los peligros de la presión extrema en el deporte de élite, anticipando debates que décadas después cobrarían relevancia mundial con casos como el de Simone Biles en Tokio 2020.

Una infancia marcada por la adversidad
Mukhina nació en Moscú en 1960 en circunstancias familiares adversas. Su madre falleció cuando era pequeña y su padre abandonó el hogar, por lo que fue criada por su abuela desde los cinco años. Según precisó El Mundo, en este contexto de dolor y abandono, la gimnasia se convirtió en su refugio emocional y la vía para canalizar su talento natural.
A los 12 años, su habilidad excepcional la llevó a ser reclutada por el CSKA de Moscú, el prestigioso club deportivo central soviético. Allí comenzó a entrenar bajo la dirección de Mikhail Klimenko, un técnico conocido por su disciplina férrea y sus métodos de entrenamiento extremadamente exigentes.

El ascenso meteórico y la rivalidad con Comăneci
El contexto de la Guerra Fría había convertido el deporte en una demostración de hegemonía nacional, y el éxito de Nadia Comăneci en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 había elevado las expectativas sobre los gimnastas soviéticos. La rumana había deslumbrado al mundo con sus “10 perfectos”, y la Unión Soviética necesitaba una respuesta contundente. Elena Mukhina se convirtió en esa respuesta.
Su ascenso fue meteórico: en el Campeonato de Europa de 1977 superó a Comăneci y obtuvo medallas de oro en viga y barras asimétricas, plata en el concurso completo y bronce en salto. Al año siguiente, en el Mundial de Estrasburgo de 1978, consolidó su dominio con tres medallas de oro, estableciéndose como la nueva estrella de la gimnasia mundial.
La presión del sistema soviético y el Salto de Thomas
Con los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 en el horizonte, la presión sobre Mukhina se intensificó exponencialmente. Según consignó The Medal Count, triunfar en casa era más que una posibilidad deportiva; representaba una demostración de la superioridad del sistema soviético ante el mundo entero.
Klimenko decidió llevar su preparación aún más lejos, introduciendo en su rutina elementos de la gimnasia masculina, incluido el peligroso Salto de Thomas. Esta acrobacia, creada por el gimnasta estadounidense Kurt Thomas, requería alcanzar suficiente altura para realizar una rotación completa y rodar sobre la espalda, un movimiento que comportaba riesgos evidentes de lesiones medulares.
El Salto de Thomas se realizaba en suelo y demandaba una precisión técnica absoluta. Cualquier error en la ejecución podía resultar en consecuencias devastadoras, como posteriormente se demostraría con múltiples lesiones graves durante la década de 1980.

La secuencia fatal: fractura, operación y regreso prematuro
En 1979, mientras se preparaba para el Mundial de Estados Unidos, Mukhina sufrió una fractura en la pierna que la mantuvo enyesada durante dos meses. Sin embargo, el calendario olímpico no esperaba: faltaba apenas un año para los Juegos de Moscú y la presión del sistema soviético no admitía demoras.
La decisión fue fatal. Mukhina fue sometida a una operación quirúrgica para acelerar la soldadura de los huesos y regresó a los entrenamientos intensivos mucho antes de lo médicamente recomendado. Además, se le exigió perder el peso ganado durante el período de inmovilización, añadiendo estrés adicional a un cuerpo que aún no estaba completamente recuperado.
Durante este período crítico, la joven gimasta expresó repetidamente sus preocupaciones sobre su estado físico y la peligrosidad del Salto de Thomas. Sus advertencias fueron sistemáticamente ignoradas por su entorno deportivo. Klimenko, inflexible ante las súplicas de su pupila, le aseguró con una frase que se volvería tristemente profética: "Las gimnastas como tú no se rompen el cuello“.

El accidente del 3 de julio de 1980
El 3 de julio de 1980, durante una concentración en Minsk, Elena Mukhina intentó ejecutar el Salto de Thomas en una prueba olímpica. Su pierna aún convaleciente falló durante la ejecución: no logró alcanzar la altura necesaria y se golpeó violentamente la cabeza, cayendo de mentón. El diagnóstico fue devastador: fractura de las vértebras cervicales que la dejó con parálisis completa del cuello hacia abajo.
A los 20 años, recién cumplidos, la prometedora carrera de Elena Mukhina había terminado de la manera más trágica posible. Según informó The New York Times, la tragedia pudo haberse evitado, como la propia Mukhina denunció posteriormente: "Nadie se detuvo a decir que parara“. La gimnasta había advertido sobre su falta de preparación para ejecutar el salto, pero el sistema deportivo soviético priorizó el rendimiento por encima de su bienestar.
El encubrimiento y las consecuencias
La tragedia personal se sumó el silencio institucional. La Federación Soviética ocultó la grave lesión de Elena durante los Juegos Olímpicos de Moscú, que se desarrollaron según lo programado. Solo un año después informaron oficialmente que la atleta había quedado paralizada.
En una muestra adicional de insensibilidad, algunos dirigentes de la Federación llegaron a acusar a Mukhina de insistir en realizar ejercicios “para los que no estaba preparada”, trasladando la responsabilidad a la víctima del sistema que la había presionado hasta el límite. La joven atleta aceptó su destino en silla de ruedas con una dignidad extraordinaria. Se dedicó a asesorar a otras gimnastas y participó como comentarista en televisión. El Comité Olímpico Internacional le otorgó la Orden Olímpica de plata, su segunda distinción más importante, en reconocimiento a su contribución al deporte.
Legado y prohibición del Salto de Thomas
Mukhina vivió el resto de su vida con movilidad reducida, cuidada por su abuela hasta que falleció en 2006 a los 46 años por complicaciones derivadas de su tetraplejía. Había pasado más de dos décadas lidiando con las secuelas físicas de aquella caída que cambió su vida para siempre.
Su testimonio fue fundamental para exponer los abusos y negligencias del sistema deportivo soviético. Como ella misma reflexionó años después: "Fui estúpida. Lo único que quería era justificar la confianza que habían depositado en mí. Ser una heroína“.
La lesión de Mukhina no fue la única relacionada con el Salto de Thomas. Durante la década de 1980 se registraron múltiples lesiones graves ejecutando esta acrobacia. La gimnasta china He Xuemei fue la última en realizarlo en competición oficial durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Finalmente, el movimiento fue prohibido en la gimnasia femenina y desde 2016 también está vedado en la categoría masculina.
La historia de Elena Mukhina anticipó debates que décadas después cobrarían relevancia mundial, como los que surgieron tras la decisión de Simone Biles de retirarse temporalmente de la competición en Tokio 2020 por motivos de salud mental. De acuerdo con un reporte de The Medal Count, la experiencia de la gimnasta soviética expuso la presión extrema que enfrentan los atletas de élite y la desatención a su bienestar físico y mental.
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