
Enclavado en la ribera del río Lielupe, en Letonia, el Palacio de Jelgava simboliza resiliencia y transformación.
Considerado la mayor joya barroca de los países bálticos, este lugar destaca no solo por su majestuosidad arquitectónica, sino por haber desafiado siglos de guerras, incendios y saqueos, emergiendo intacto tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial.
Su historia es el reflejo de la evolución política y social de la región, y hoy es un centro de saber y memoria histórica.
Desde fortaleza medieval a epicentro barroco

Los orígenes del Palacio de Jelgava se remontan al siglo XIII, cuando Wilhelm de Modena, obispo y enviado papal, ordenó la construcción de un castillo para consolidar el dominio cristiano en la región.
Este proyecto se materializó en 1265 cuando Konrad von Mandern, maestro de la Orden Livona, edificó una fortaleza sobre un antiguo centro comercial semigalio.

“Ordenó construir un castillo en Lielupe, a cuatro millas de la frontera con los semigalianos, lo que no gustó nada a estos últimos. El castillo recibió el nombre de Mitau”, narra la Crónica Rimada de Livonia, citada por History of the Palace, JelgavasPils.

Durante la Edad Media y el Renacimiento, la fortaleza evolucionó y, hacia el siglo XVI, se transformó en la residencia principal del duque Gotthard Kettler, quien lideró el recién formado Ducado de Curlandia y Semigalia.
La ubicación estratégica de Jelgava la convirtió en un centro de poder regional. El sitio Visit Jelgava detalla: “El castillo de Jelgava fue una importante fortaleza de la Orden de Livonia”.
El esplendor barroco bajo el mecenazgo de Ernst Johann Biron

El punto de inflexión más relevante para el palacio llegó en el siglo XVIII. Tras la muerte de Ferdinand, el último duque de la dinastía Kettler, Ernst Johann Biron fue investido gobernante de Curlandia y Semigalia en 1737.
Influenciado por su paso por la corte rusa y buscando marcar su legado, encargó la construcción de un nuevo palacio sobre las ruinas de la fortaleza medieval, con la ambición de rivalizar con las grandes residencias aristocráticas de Europa Central.

Para ello, recurrió al insigne arquitecto Francesco Bartolomeo Rastrelli, conocido por sus obras en San Petersburgo e impulsor del rococó ruso.
“El Palacio de Jelgava es la mayor obra maestra de la primera etapa del destacado arquitecto de la corte rusa F. B. Rastrelli y uno de los monumentos arquitectónicos más destacados de Letonia que ha sobrevivido hasta nuestros días”, destaca Visit Jelgava.

La construcción del palacio se realizó en dos fases, entre 1738 y 1740, y posteriormente entre 1763 y 1771.
El resultado: tres imponentes edificios dispuestos en forma de U, con ricos interiores rococó y una galería conectada al espléndido paisaje.

El palacio sirvió de residencia ducal y refugio para la familia Biron, a excepción del tiempo que el propio Ernst Johann pasó en el exilio.
Además, en su sótano se erigió la bóveda funeraria más grande de Letonia, donde reposan 21 sarcófagos metálicos y nueve ataúdes de madera pertenecientes a las casas Kettler y Biron, según History of the Palace, JelgavasPils.

Supervivencia e infortunio: guerras, incendios y la Segunda Guerra Mundial
A lo largo de los siglos, Jelgava sobrevivió a multitud de tragedias. Incendios devastadores en 1788, 1805, 1816 y la destrucción casi absoluta en 1919 por parte de las tropas de Bermont-Avalov pusieron en jaque su integridad. No obstante, el episodio más crítico llegó durante la Segunda Guerra Mundial.
Tras las restauraciones llevadas a cabo en la joven República de Letonia en la década de 1920, el Palacio de Jelgava resurgió como el mayor exponente del barroco báltico, ampliando su perímetro y albergando en 1939 la Academia de Agricultura de Jelgava.

Pero todo cambió drásticamente entre julio y agosto de 1944: bombardeos, saqueos e incendios redujeron toda la estructura a un cascarón y las autoridades tuvieron que abandonar el recinto.
“La mayor destrucción al palacio fue durante la Segunda Guerra Mundial, donde prácticamente se destruyó en su totalidad,” subrayó Visit Jelgava.

La combinación de asedios militares, pillaje y la desaparición total de la decoración histórica convirtió el palacio en un símbolo de la destrucción que azotó a Curlandia. Sin embargo, milagrosamente una parte de la estructura original resistió, permitiendo que la historia no se perdiera por completo.
Renacimiento y nuevo destino universitario
Tras la guerra, la reconstrucción fue una prioridad nacional. Entre 1956 y 1964, bajo la dirección de los arquitectos P. Fogelis, Arnolds Grislis y Janis Zirdzins, se restauraron los espacios más emblemáticos y se acondicionó el edificio principal para la Academia Letona de Agricultura, hoy Universidad de Ciencias de la Vida y Tecnologías de Letonia.

Los trabajos incluyeron retoques en la fachada, la recuperación de galerías y la adaptabilidad de los salones regios para uso académico. “En 2001 LLU recibió la acreditación estatal. De 2003 a 2007 se renovó la fachada y la Colonnade Norte”, detalla History of the Palace, JelgavasPils.
La inversión en preservación permitió celebrar, en 2018, el 280º aniversario de la colocación de la primera piedra, y durante el siglo XXI se culminaron proyectos de restauración energética y embellecimiento arquitectónico.

Las antiguas salas doradas y plateadas, junto al dormitorio del duque, ahora se han adaptado como centros de investigación y cooperación científica internacional.
En la actualidad, Jelgava cuida su historia y mira al futuro. El palacio alberga la administración universitaria y las facultades de Agricultura y Tecnología de la Información, manteniéndose como eje cultural y científico de Letonia.
Hoy, su fachada iluminada es testimonio de una resistencia única en Europa del Este.
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