
Un simple refugio bajo tierra en la sabana africana podría estar en el centro de la próxima crisis sanitaria global. Científicos advirtieron que las madrigueras de oricteropo en el Parque Nacional Niokolo-Koba, en Senegal, concentran una sorprendente variedad de especies, incluidos murciélagos portadores de virus y monos, lo que aumenta la probabilidad de transmisión de enfermedades zoonóticas a humanos.
Esta alerta, publicada en Smithsonian Magazine y originalmente difundida en bioGraphic, destaca un riesgo subestimado pero potencialmente grave para la salud mundial.
En las temporadas secas de 2023 y 2024, el ecólogo belga Cédric Vermeulen, de la Universidad de Lieja, y su equipo documentaron con cámaras la actividad en 92 madrigueras de oricteropo, monitoreando 105 entradas.
Las imágenes mostraron una insólita convivencia: monos patas y vervet, jabalíes, gallinas de Guinea, leopardos, perdices, pitones, puercoespines, tejones meleros y babuinos, entre otros, compartían el espacio subterráneo, muchas veces en contacto directo. Vermeulen describió el fenómeno como “increíble”, al observar la cantidad de especies que entraban y salían, muchas veces encontrándose cara a cara.

El papel de los murciélagos y el riesgo de zoonosis
Lo que más inquietó al investigador fue la presencia simultánea de murciélagos y monos en el mismo refugio. Algunas especies detectadas, como el murciélago orejudo de cara hendida (Nycteris macrotis), son reservorios conocidos de coronavirus capaces de infectar tanto a primates como a humanos. Esta coincidencia en un entorno cerrado eleva el riesgo de que virus peligrosos crucen la barrera entre especies, facilitando la zoonosis.
El peligro tiene base concreta. Los murciélagos fueron identificados durante décadas como portadores de virus como la rabia, el sarampión, las paperas y el moquillo canino. En los últimos 25 años, su papel en la propagación de virus emergentes, como Nipah, Marburgo y varios coronavirus, captó la atención de científicos y epidemiólogos.
El ébola, por ejemplo, probablemente saltó de murciélagos a primates y luego a humanos. La transmisión puede producirse a través del consumo de carne de animales silvestres —como monos que ingirieron murciélagos infectados— o por la contaminación de frutas con secreciones de murciélagos frugívoros, que terminan siendo ingeridas por personas.
Las madrigueras, excavadas en la sabana donde las temperaturas llegan a 48°C, dan refugio a mamíferos, aves, reptiles e insectos. Esta variedad de huéspedes atrae a primates en busca de alimento, aunque los monos normalmente no habitan bajo tierra. Vermeulen observó que estos animales pueden internarse hasta dos metros en las madrigueras antes de desplazarse a zonas próximas a campamentos humanos, como Niokolodge, situado a menos de 6,5 kilómetros de distancia. Esta cercanía aumenta la posibilidad de transmisión de patógenos entre fauna y personas.

Desafíos para la vigilancia y prevención epidemiológica
El estudio, publicado en 2025 y retomado por Smithsonian Magazine, detalla el uso de cámaras trampa instaladas en las entradas de las madrigueras para registrar la variedad y frecuencia de visitantes. Si bien existen registros previos de uso compartido de madrigueras en climas áridos, la escala detectada en Niokolo-Koba sorprendió a los científicos.
El enfoque One Health resulta esencial para entender la dimensión de este riesgo. Alaina MacDonald, veterinaria y doctoranda en epidemiología en la Universidad de Guelph, explicó a Smithsonian Magazine que este enfoque aborda la interconexión entre salud humana, animal y ambiental.
Considera que los puntos de contacto entre especies, como las madrigueras de oricteropo, requieren mayor atención. “Es realmente difícil, pero fundamental, entender el panorama completo”, afirmó, al referirse a la necesidad de analizar la variación estacional de estas interacciones y su impacto para la vigilancia epidemiológica.
Para profundizar en estos riesgos, el grupo de Vermeulen comenzó a recolectar garrapatas en las madrigueras con el fin de identificar las especies y analizar su sangre en busca de patógenos transmisibles a humanos. También estudian cómo el tamaño, la estructura y el entorno de las madrigueras influyen en la diversidad de visitantes animales.
La advertencia de los científicos, difundida por Smithsonian Magazine, es clara: la existencia de estos refugios subterráneos como posibles focos de enfermedades emergentes no debe subestimarse. Para prevenir futuras pandemias, resulta imprescindible estudiar la compleja red de relaciones entre ambientes, fauna y seres humanos.
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