
El enclave de Jonestown, donde más de 900 personas murieron en 1978 en un suicidio colectivo y ataque armado, fue incorporado oficialmente a la oferta turística del país sudamericano. La decisión, impulsada por la empresa Wanderlust Adventures y respaldada por el gobierno de Guyana, incluye visitas guiadas al sitio del antiguo asentamiento fundado por el predicador estadounidense Jim Jones en la selva guyanesa.
Según Rolling Stone, el anuncio generó reacciones divididas tanto en el ámbito político como entre víctimas y especialistas en memoria histórica.
Turismo oscuro con enfoque educativo
El paquete turístico, denominado Jonestown Memorial Tour, propone un recorrido por el área donde ocurrieron los hechos, a través de un trayecto que comienza en Georgetown, capital de Guyana, y continúa por carretera hasta los vestigios del complejo del Peoples Temple.
La empresa organizadora subraya que el tour se realiza con un enfoque estrictamente educativo y reflexivo, evitando cualquier tipo de dramatización.
Rose Sewcharran, directora de Wanderlust Adventures, explicó a la Associated Press que la iniciativa se basa en una tendencia global de turismo conmemorativo: “Tenemos múltiples ejemplos de turismo oscuro y morboso en todo el mundo, incluyendo Auschwitz y el Museo del Holocausto”. Según The New York Times, citado por Rolling Stone, la propuesta busca facilitar la comprensión de los mecanismos sociales que pueden conducir a tragedias colectivas.
El proyecto fue aprobado oficialmente por el gobierno guyanés, lo que le otorga un marco legal e institucional. De acuerdo con sus impulsores, el objetivo no es convertir Jonestown en una atracción comercial, sino en un espacio para la memoria crítica.

Antecedentes históricos
El asentamiento de Jonestown fue fundado en 1977 por el Peoples Temple, una organización religiosa de corte sectario liderada por Jim Jones, que trasladó allí a centenares de sus seguidores desde Estados Unidos.
En noviembre de 1978, tras la visita de una delegación liderada por el congresista Leo Ryan, que investigaba denuncias de abusos y retención forzada, se produjo un ataque armado y un suicidio colectivo que dejó más de 900 muertos, incluidos mujeres, ancianos y niños.
La masacre impactó a la comunidad internacional y quedó registrada como uno de los episodios más extremos de manipulación sectaria del siglo XX. Desde entonces, el lugar había permanecido en el abandono, sin señalización oficial ni proyectos de recuperación.

Reacciones enfrentadas
La decisión de abrir el sitio al turismo generó una ola de críticas por parte de sobrevivientes y figuras públicas. Entre ellas se destaca la congresista Jackie Speier, quien acompañaba a la comitiva de Leo Ryan en 1978 y resultó herida de bala durante el ataque.
En declaraciones a KTVU, citadas por Rolling Stone, Speier manifestó: “Me horrorizó porque no merece ser una atracción turística. Y que una empresa piense que esto es turismo de aventura es no entender el significado de lo ocurrido”.
Otros sobrevivientes y observadores advirtieron sobre el riesgo de banalizar el sufrimiento humano y convertir en espectáculo un sitio marcado por el horror.

Primer recorrido y etapa piloto
El primer tour oficial del Jonestown Memorial Tour se realizó meses después del anuncio. Según Rolling Stone, participaron seis personas: dos familiares de Sewcharran, dos periodistas y dos turistas.
La visita estuvo guiada por personal capacitado de la empresa, que explicó el contexto histórico del lugar y los factores que desembocaron en la tragedia.
Durante el recorrido se recorrieron estructuras deterioradas y espacios simbólicos del antiguo asentamiento. Wanderlust Adventures reiteró que el proyecto se encuentra en fase piloto y que se ajustará conforme a las recomendaciones de expertos y organizaciones de derechos humanos.
Un debate aún abierto
La inclusión de Jonestown en la oferta turística de Guyana reavivó el debate internacional sobre los límites éticos del turismo oscuro, una práctica en crecimiento que abarca lugares como Chernóbil, Hiroshima, y campos de concentración nazis. Mientras defensores valoran su capacidad pedagógica, detractores alertan sobre la mercantilización de la tragedia.
En el centro del debate persiste una pregunta sin respuesta clara: ¿cómo recordar un hecho traumático sin convertirlo en espectáculo? Por ahora, Jonestown vuelve a estar en el mapa, no solo como destino, sino como símbolo de una memoria aún en disputa.
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