
El atentado contra Juan Pablo II, ocurrido el 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, es, sin duda, uno de los eventos más recordados y dramáticos en la historia reciente de la Iglesia Católica. Sin embargo, hay otro intento de magnicidio contra un Papa que, aunque menos conocido, también marcó profundamente la historia del Pontificado.
El 28 de noviembre de 1970, Paulo VI acababa de aterrizar en Manila para realizar el viaje más largo de su papado. Mientras descendía por las escaleras del avión, rodeado por una multitud que vitoreaba su llegada, ni él ni su séquito imaginaron que entre los miles de rostros que lo aclamaban se encontraba un hombre dispuesto a cambiar su destino: un pintor con problemas mentales.
El atentado contra Paulo VI
Mientras el Papa saludaba al dictador Ferdinand Marcos, Mendoza aprovechó un instante de distracción para lanzar su ataque. Armado con un puñal de doble filo, asestó dos puñaladas al Sumo Pontífice, una en el cuello y otra en el pecho, justo cerca de su corazón.
El impacto fue inmediato. La multitud, que inicialmente celebraba la llegada del Papa, se vio envuelta en el caos. El personal de seguridad y los cardenales cercanos reaccionaron con rapidez. Pasquale Macchi, secretario del Pontífice, quien estaba a pocos metros del suceso, relató cómo se lanzó sobre el atacante, inmovilizándolo y entregándolo a las autoridades.
“En la mano izquierda llevaba un pequeño crucifijo dorado de seis centímetros, mientras su derecha la mantenía sobre el pecho, donde escondía bajo la camisa una daga curva, típicamente africana, con un mango de diez centímetros”, relató Martín Descalzo, periodista de ABC que presenció el atentado, sobre el accionar de Mendoza.
Y sumó que, en ese momento, aprovechó la distracción para dejar caer el crucifijo, empuñó con ambas manos la daga, en un gesto rapidísimo que casi no fue percibido por nadie, y se abalanzó sobre Paulo VI.
A pesar de la gravedad de la situación, Paulo VI reaccionó con serenidad, mostrando una calma sorprendente. “El Papa, después de un primer momento de desconcierto, sonrió suavemente y posó su mirada sobre mí en un ligero gesto de reproche por mi impetuosidad”, recordaba Macchi en sus memorias.
A pesar de las heridas, el Pontífice no interrumpió sus compromisos. Continuó con el programa previsto, subiendo al escenario para ofrecer su discurso sin mencionar el ataque. Su vestimenta blanca, sin embargo, llevaba manchas de sangre.
Fue solo después de la ceremonia, cuando el sumo pontífice se dirigió a la nunciatura, que se dio cuenta de la magnitud de sus heridas. En sus palabras: “Cuando subí al coche vi en mi manga unas gotas de sangre y pensé que una de mis manos debía haber tocado algo manchado de sangre, quizá la mano del asaltante desconocido”.

Quién era el atacante
Benjamín Mendoza y Amor era un pintor boliviano conocido por sus obras provocadoras y polémicas. Había hecho carrera a través de una pintura que criticaba fuertemente la Iglesia y la desigualdad social, usando iconografía desconcertante y a menudo perturbadora.
Aquel día en Manila, vestido con un hábito sacerdotal, se acercó al Papa con la excusa de saludarlo. Sin embargo, bajo su túnica escondía un puñal africano, que sacó en un rápido movimiento cuando él no sospechaba nada.
La reacción de Mendoza al ser interrogado fue clara. Según lo que afirmó a la Polícia tras su arresto, el solo quería llamar la atención para hacer publicidad de su carrera como artista.
Aunque su versión fue esta, muchos consideraron que su actuación fue un “arranque de locura”, como señaló el director de cine Armando Bó, quien conoció al pintor en sus últimos años.

Las consecuencias en su vida
Mendoza se mostró consciente de las repercusiones de su acto: tras el atentado, su figura alcanzó notoriedad en los medios internacionales, y sus obras fueron solicitadas por galerías de todo el mundo, vendiéndose a una velocidad sorprendente.
Lo que siguió al atentado fue igualmente trágico. Su familia en Bolivia sufrió una venganza brutal. Su madre y hermanos fueron linchados hasta la muerte por una multitud enfurecida, lo que marcó un giro dramático en la vida del artista. Sin embargo, logró rehacer su vida y continuó con su carrera artística.
Tras su paso por prisión, Mendoza vivió un tiempo en Roma, donde se dedicó a seguir con su carrera artística. En la capital italiana, organizó varias exposiciones y se presentó en medios de comunicación, aunque siempre evitó hablar sobre el atentado de 1970.
En sus entrevistas, nunca abordó los motivos profundos que lo llevaron a intentar asesinar al Papa. A pesar de ser un hombre cuya imagen estaba expuesta en todas las comisarías del mundo debido a su intento de magnicidio, logró vivir y trabajar en Roma durante varios años sin que se esclarecieran muchos detalles sobre su presencia allí.
Realizó exposiciones en más de 80 países y vivió en diversos lugares, aunque siempre bajo la sombra de su pasado. Murió el 2 de agosto del 2014, a los 81 años.
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