
La muerte del Papa Francisco el 21 de abril de 2025, a los 88 años, abrió un periodo de transición para la Iglesia Católica. Con su fallecimiento, se inicia el tradicional proceso de selección de un nuevo Papa, un evento que convoca a los cardenales de la Iglesia a reunirse en un cónclave, donde en secreto y bajo estrictas reglas, eligen a su líder.
Con la expectativa de que la elección se desarrolle rápidamente y el mundo conozca pronto a un nuevo Pontífice, surge la referencia histórica al cónclave más corto de todos los tiempos: el de octubre de 1503.

El cónclave más corto de la historia
En general, los cónclaves papales suelen ser procesos largos y complejos. Estos encuentros privados se celebran bajo condiciones estrictas, donde los cardenales deben discutir, deliberar y llegar a un acuerdo sobre quién debe ocupar el trono de San Pedro. El proceso tradicionalmente puede durar días o incluso semanas, dependiendo de la dificultad para alcanzar el consenso. Sin embargo, en el caso de 1503, la elección fue tan rápida que sorprendió.
Según reseñó Aci Prensa, este evento extraordinario tuvo lugar en un momento de transición crítica para la Iglesia, tras la muerte del Papa Pío III, quien había tenido un pontificado sumamente breve.
Ante la urgencia de designar a un sucesor para garantizar estabilidad en la Iglesia, los cardenales solo demoraron 10 horas en llegar a un consenso.
El historiador Ambrogio Piazzoni explicó a Vatican News que los cardenales se congregaron en la noche del 31 de octubre de 1503 y, para la mañana del 1 de noviembre de 1503, ya había sido elegido un nuevo Papa.
Notablemente, la elección se produjo en la primera votación.
Quién fue elegido como Papa
El cardenal Giuliano della Rovere, quien posteriormente sería conocido como Papa Julio II, fue designado como el nuevo Papa. Su elección se debió a que ya era considerado el candidato ideal antes de que comenzara la votación, lo que facilitó un acuerdo casi inmediato.
La extraordinaria rapidez del cónclave no fue un hecho aislado, sino el resultado de una confluencia de factores políticos, personales y estratégicos que caracterizaron el turbulento Renacimiento italiano.

La época estaba marcada por una serie de conflictos bélicos conocidos como las Guerras Italianas, donde las grandes potencias europeas competían por el control de la península itálica. En este contexto, los Estados Pontificios se encontraban en una situación de inestabilidad política, exacerbada por el legado del Papa Alejandro VI, quien había manipulado la política papal en beneficio de su familia, los Borgia. La muerte de Alejandro VI en agosto de 1503 dejó un vacío de poder, y la necesidad de un Papa fuerte que restaurara la autoridad papal fue esencial.
Según detalla en su biografía la Enciclopedia Britannica, Giuliano della Rovere, sobrino del Papa Sixto IV, era un hombre ambicioso y hábil estratega. A pesar de haber sido exiliado en Francia durante casi una década debido a su enemistad con los Borgia, utilizó ese tiempo para consolidar una red de aliados. Su regreso a Roma en 1503 no fue simplemente para ocupar un puesto, sino para reclamar el papado. Las fuentes históricas indican que su elección estaba casi garantizada antes del inicio del cónclave, con Nicolás Maquiavelo informando que la probabilidad de su victoria era del 90%.
El pontificado de Julio II, quien es también recordado por ser un gran patrocinador del arte durante el Renacimiento, marcó una etapa crucial en la historia de la Iglesia Católica. Su elección refleja la necesidad urgente de estabilidad y fortaleza dentro de la jerarquía eclesiástica, especialmente en momentos de incertidumbre como el que se vivía en ese periodo.
Comparativa con otros cónclaves

Mientras el cónclave de 1503 es recordado por su rapidez histórica, la Iglesia también ha vivido situaciones extremas de parálisis en procesos electivos papales, como el cónclave más largo de la historia, ocurrido entre 1268 y 1271, que se celebró en la ciudad de Viterbo, Italia. Este duró casi tres años, un hecho que se ha convertido en un hito de la Iglesia debido a las profundas divisiones que existían entre los cardenales.
Las razones para tal demora fueron principalmente políticas y personales, ya que los cardenales no lograban ponerse de acuerdo sobre quién debía ser el próximo Papa. La tensión entre facciones y los intereses contrapuestos prolongaron el proceso, generando una situación insostenible que incluso llevó a las autoridades locales a intervenir, encerrando a los cardenales en un edificio y restringiendo sus raciones de comida para forzar una decisión.
Este cónclave de Viterbo es considerado el más largo no solo por su duración, sino también por las condiciones extremas en las que se llevó a cabo. El contraste con el cónclave de 1503 resalta la flexibilidad que se puede dar en momentos de urgencia, en contraste con los conflictos prolongados que pueden surgir por desacuerdos internos.
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