
La cantidad de plástico necesaria para provocar la muerte de animales marinos es mucho menor de lo que se pensaba, según un estudio internacional. La investigación, encabezada por Erin Murphy de Ocean Conservancy, analizó más de 10.000 necropsias de aves, mamíferos y tortugas marinas para establecer umbrales exactos de riesgo letal por ingestión de diversos plásticos y los resultados fueron preocupantes.
La investigación publicada en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias (PNAS) y los datos recogidos por AFP, ofrecen por primera vez una base cuantitativa destinada a guiar políticas de reducción de contaminación plástica y estrategias para la conservación de la biodiversidad marina. Es que, para conocer los alcances de esta realidad, el equipo dirigido por Murphy, junto a coautores de numerosas instituciones científicas, recopiló datos de necropsias efectuadas entre 1900 y 2023, incluyendo 1.537 aves marinas, 7.569 mamíferos marinos y 1.306 tortugas marinas.
Los ejemplares estudiados procedían de distintas regiones del mundo y la mayoría fueron hallados varados en playas o capturados de manera accidental. Solo se incluyeron los casos en los que fue posible determinar la causa de la muerte, así como la cantidad y el tipo de plástico ingerido, excluyendo aquellos en los que la relación no estaba clara.

El estudio se centró en la mortalidad aguda generada por obstrucción, perforación o torsión gastrointestinal, dejando de lado los efectos prolongados de los químicos de los plásticos y los riesgos de enredo, también de gran gravedad.
El equipo empleó un modelo estadístico que vincula la cantidad y el tipo de plástico ingerido con la probabilidad de fallecimiento, considerando tanto el número de piezas ingeridas como el volumen respecto al tamaño corporal de cada animal.
Según los hallazgos publicados en PNAS, la cantidad de plástico necesaria para alcanzar una probabilidad del 90% de muerte varía considerablemente entre grupos animales y según el tipo de material. En las aves marinas, seis trozos de plástico del tamaño de un guisante pueden resultar mortales. Para especies como los frailecillos atlánticos, menos de tres piezas de caucho son suficientes para causar la muerte. Murphy destacó a AFP: “Ese umbral es mucho más pequeño de lo que esperábamos”.

En términos generales, el umbral de riesgo letal para aves marinas se establece en 23 piezas de plástico (o 0,098 cm³ por centímetro de longitud), mientras que para mamíferos marinos es de 29 piezas (o 39,89 cm³ por centímetro) y para tortugas marinas de 405 piezas (o 5,52 cm³ por centímetro de caparazón).
Las disparidades aumentan al comparar los materiales: el caucho, como los globos, resulta especialmente peligroso para las aves; los plásticos blandos y los aparejos de pesca son letales para mamíferos marinos; tanto los plásticos duros como los blandos suponen un alto riesgo para las tortugas.
El informe también señala que la mitad de los animales examinados pertenecía a especies en peligro, vulnerables o amenazadas, lo que incrementa la preocupación por el impacto de la contaminación plástica sobre la biodiversidad.

Las consecuencias ecológicas son profundas. De acuerdo al artículo de PNAS, la ingestión de macroplásticos afecta a casi 1300 especies marinas, y la mortalidad aguda por daño gastrointestinal ha sido documentada en aves, mamíferos y tortugas. Se advierte que los umbrales identificados representan solo la mortalidad aguda, sin abarcar del todo el riesgo, ya que los efectos subletales, la desnutrición y el enredo no fueron contemplados y pueden estar subestimados.
Los autores reconocen que los datos reunidos no son una muestra aleatoria de animales sanos, por lo que las tasas de mortalidad observadas no deben extrapolarse sin reservas a las poblaciones silvestres. Además, la ausencia de información sobre el volumen de plástico ingerido en algunos casos, y la exclusión de animales con causa de muerte indeterminada, pueden influir en la precisión de los umbrales estimados.
La publicación del estudio ha generado respuestas entre los especialistas en contaminación marina. Murphy, en declaraciones a AFP, enfatizó la urgencia de actuar: “La ciencia es clara. Necesitamos reducir la cantidad de plásticos que producimos. Necesitamos mejorar la recolección y el reciclaje, y limpiar lo que ya existe”. Explicó que ahora se dispone de datos que permiten identificar materiales particularmente peligrosos, como globos y bolsas de plástico, que requieren atención normativa específica.

Kara Lavender-Law, profesora de oceanografía en Sea Education Association, calificó el análisis como “una mirada realmente sistemática y cuidadosa a los datos que existen” y valoró su utilidad para comprender y prever mejor el riesgo. Además, destacó a AFP que, aunque la opinión pública se ha enfocado últimamente en los microplásticos y los posibles riesgos para la salud humana, los macroplásticos continúan siendo una amenaza real para la fauna marina.
La contaminación plástica oceánica sigue creciendo en escala mundial. De acuerdo con datos de la OCDE citados por AFP, en 2019 seis millones de toneladas de plástico terminaron en ríos, lagos y océanos. En los últimos años, la preocupación por los microplásticos y su impacto en la salud humana ha aumentado, pero los autores insisten en que los riesgos asociados a los plásticos grandes para los animales marinos se mantienen vigentes.
El estudio busca aportar cifras concretas para fortalecer los programas de monitoreo, las políticas ambientales y las estrategias de reducción de plásticos. La conclusión del equipo es clara: la contaminación plástica constituye aún una amenaza de enorme magnitud para la vida silvestre, y los riesgos detectados probablemente sean menores a los reales, debido a la complejidad y extensión del problema.
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