
Comprender qué factores permiten la recuperación y adaptación de estos ecosistemas es crucial para su conservación.
Un estudio reciente de la Universidad de Queensland ofrece un hallazgo clave: la dispersión de las larvas de coral juega un papel fundamental en la resiliencia de los arrecifes frente al cambio climático.
Este descubrimiento podría ser una de las claves para la supervivencia de los arrecifes en un futuro cada vez más incierto.

Bebés de coral en movimiento
Las larvas de coral recorren distancias que varían desde unos pocos metros hasta decenas de kilómetros antes de asentarse, y esta diferencia influye directamente en la capacidad de los arrecifes para recuperarse y adaptarse al cambio climático. Así lo indicó un estudio publicado el 2 de julio de 2025 en la revista Science Advances, el cual cuantifica por primera vez la conectividad genética y ecológica de los corales en la Gran Barrera de Coral. Este hallazgo redefine la comprensión sobre cómo se mantienen y conectan las poblaciones de coral, ofreciendo nuevas claves para su conservación en uno de los ecosistemas más amenazados del planeta.
El trabajo, liderado por Zoe Meziere, candidata a doctorado, y la profesora Cynthia Riginos, cubrió un extenso muestreo desde el norte de Queensland hasta Flinders Reef, frente a Brisbane. En él se analizaron dos especies de coral con estrategias reproductivas opuestas, revelando que la distancia que viajan sus larvas varía enormemente, lo que tiene implicaciones profundas para la resiliencia de los arrecifes.

Dos especies, dos estrategias: el viaje de las larvas
El estudio se centró en dos especies de la familia Pocilloporidae: Stylophora pistillata, un coral de reproducción interna (brooder), y Pocillopora verrucosa, un coral de reproducción externa (broadcast spawner). Stylophora pistillata fertiliza sus huevos dentro del coral madre y libera larvas grandes que se asientan en cuestión de horas o días. En cambio, Pocillopora verrucosa libera huevos y esperma al agua, donde la fertilización ocurre externamente y las larvas permanecen en la columna de agua durante días o semanas antes de asentarse.
Las diferencias reproductivas en estas especies se tradujeron en patrones de dispersión muy distintos. Las larvas de Stylophora pistillata recorren entre 23 y 102 metros antes de fijarse en el fondo marino, mientras que las de Pocillopora verrucosa pueden desplazarse hasta 52 kilómetros. Esta variabilidad en la dispersión determina el grado de conectividad genética entre poblaciones, lo que afecta directamente su capacidad de recuperación tras perturbaciones.

Resultados: conectividad genética y resiliencia
El análisis genético mostró que Stylophora pistillata presenta poblaciones genéticamente diferenciadas y con menor diversidad genética debido a su dispersión limitada. Esto hace que las poblaciones sean más pequeñas y aisladas, lo que aumenta su vulnerabilidad a fenómenos como el blanqueamiento o la degradación del hábitat. Como señaló Meziere en el comunicado difundido por la universidad: “Cuantificar la conectividad genética puede predecir el destino de las poblaciones, ya que los arrecifes más aislados con menores niveles de variación genética probablemente sean más vulnerables”.
Por su parte, Pocillopora verrucosa mostró una conectividad genética mucho mayor a lo largo de la Gran Barrera de Coral. Las larvas de esta especie, al ser capaces de recorrer largas distancias, facilitan el intercambio genético entre arrecifes distantes, lo que resulta en poblaciones más grandes, con mayor diversidad genética y menos diferenciación. Riginos comentó: “Es el primer estudio que cuantifica la conexión entre las diferentes poblaciones de coral en el paisaje marino”. Esta conectividad permitió a P. verrucosa reconstruir sus poblaciones con mayor eficacia tras desastres naturales, ya que la llegada de larvas de otros arrecifes puede compensar las pérdidas locales.

Implicaciones evolutivas y adaptativas
Las diferencias en la dispersión larval y la conectividad genética tienen consecuencias directas sobre la evolución y la capacidad de adaptación de los corales. En Stylophora pistillata, la baja conectividad favorece la diferenciación local y la adaptación específica a las condiciones de cada arrecife, pero limita la llegada de nuevas variantes genéticas que podrían ser cruciales frente a cambios rápidos en el ambiente. La baja diversidad genética dentro de cada población también implica un mayor riesgo de extinción local si las condiciones cambian más rápido de lo que la especie puede adaptarse.
En cambio, la alta conectividad de Pocillopora verrucosa facilita la propagación de variantes genéticas beneficiosas a lo largo de grandes distancias, acelerando la adaptación a nuevas condiciones, como el aumento de la temperatura del agua. Sin embargo, esta misma conectividad puede dificultar la adaptación local, ya que el flujo constante de genes tiende a homogeneizar las poblaciones.
Según detalló el estudio, la conectividad genética es un factor clave para la resiliencia de los arrecifes, ya que determina tanto la capacidad de recuperación tras perturbaciones como el potencial adaptativo frente al cambio climático. “La dispersión y la conectividad son impulsores importantes de la adaptación de los corales, y ser capaz de adaptarse es clave para tener arrecifes de coral saludables en el futuro”, afirmó Meziere.

Declaraciones de las investigadoras: la importancia de los hallazgos
Las investigadoras subrayaron la relevancia de estos resultados para la gestión y conservación de los arrecifes. Meziere destacó que “los corales formadores de arrecifes están disminuyendo en todo el mundo, pero aún desconocemos por completo cómo estas poblaciones se conectan entre sí y con otros arrecifes cercanos”. Este estudio fue el primero en cuantificar la conectividad ecológica y evolutiva de los corales en la Gran Barrera de Coral.
Por su parte, Riginos enfatizó que comprender la escala y el patrón de conectividad es esencial para predecir la respuesta de los arrecifes ante el cambio climático y para diseñar estrategias de conservación efectivas. “Las dos especies de coral que examinamos tienen estrategias reproductivas muy diferentes y encontramos marcadas diferencias en su capacidad para dispersarse y mantener la conectividad genética”, explicó la profesora.
Relevancia para la conservación y restauración de arrecifes
El estudio recomendó que los esfuerzos de conservación y restauración de arrecifes consideraran los patrones naturales de conectividad entre poblaciones de coral. Según la UQ, entender cómo se conectan las poblaciones permite identificar cuáles son más vulnerables y cuáles pueden actuar como fuentes de larvas para repoblar áreas degradadas. Esto es especialmente relevante en el contexto de la restauración activa, donde la translocación de colonias o gametos podría ayudar a aumentar la diversidad genética y la resiliencia de los arrecifes.

Además, la información sobre la dispersión larval podría guiar el diseño de áreas marinas protegidas, asegurando que estén suficientemente conectadas para permitir el flujo genético necesario para la recuperación y adaptación de los corales. Es por eso que, la adaptación, impulsada por la conectividad, será fundamental para la salud futura de los arrecifes.
Contexto global: corales en declive y la urgencia de comprender la conectividad
A nivel mundial, los corales formadores de arrecifes enfrentan un declive acelerado debido al cambio climático, el aumento de la temperatura del mar, la acidificación oceánica y la degradación del hábitat. La conectividad genética entre poblaciones se reconoce cada vez más como un factor determinante para la persistencia y recuperación de estos ecosistemas. Sin embargo, hasta ahora existía una falta de datos cuantitativos sobre la escala real de dispersión y conectividad en corales, especialmente en la Gran Barrera de Coral.
Este estudio llenó un vacío crítico al proporcionar estimaciones precisas de las distancias de dispersión y los patrones de flujo génico en dos especies representativas. Los resultados ofrecieron una base científica sólida para orientar las políticas de conservación y restauración, en un momento en que la supervivencia de los arrecifes depende de la capacidad de los corales para adaptarse a un entorno en rápida transformación.
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