
Durante décadas, las aves urbanas fueron consideradas las menos vistosas del reino animal. Se pensaba que el concreto, la falta de vegetación y la contaminación visual de las ciudades limitaban la presencia de especies coloridas, reduciendo la paleta del plumaje al gris, marrón y negro. Sin embargo, una nueva investigación internacional viene a desmentir esa percepción.
Según un extenso estudio de la Universidad de Granada (UGR) y el Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica, las aves que habitan entornos urbanos no solo prosperan, sino que también exhiben plumajes más coloridos que sus congéneres de zonas rurales o naturales.
La investigación, basada en datos de más de 1.200 especies de aves de todo el mundo, establece un vínculo directo entre el grado de urbanización y la coloración del plumaje. En las ciudades, donde hay menos vegetación, escasez de bosques y una notable disminución de depredadores, estos animales tienden a ser menos marrones y más llamativos.
Como explicó el investigador Juan Diego Ibáñez, del Departamento de Zoología de la UGR, la urbanización “impacta en el ecosistema, planteando retos a plantas y animales”, y esos cambios se manifiestan también en la apariencia externa de las aves.
Menos depredadores, más color
La explicación detrás de esta transformación cromática no radica en una cuestión de azar, sino en los cambios estructurales que introduce la urbanización en los hábitats naturales.
Las aves que viven en la ciudad se enfrentan a entornos muy diferentes a los de los bosques o las zonas rurales: hay menos árboles, menos vegetación densa y, sobre todo, menos depredadores. Esto último, según los investigadores, reduce el costo de ser visible, es decir, de tener un plumaje llamativo que, en un entorno natural, aumentaría el riesgo de ser cazado.

El entorno urbano, dominado por superficies grises como el asfalto y el hormigón, también presenta un fondo visual distinto. En ausencia de los tonos marrones y verdes del bosque, los colores brillantes dejan de ser tan evidentes para los depredadores, o directamente ya no hay quien los vea.
De esta manera, las especies que muestran colores más vivos y elaborados —como rojos intensos, amarillos o azules eléctricos— tienen más probabilidades de prosperar en las ciudades.
El rol funcional del color
Según el equipo de investigación, liderado también por Kaspar Delhey, el color en los animales cumple múltiples funciones: sirve para la elección de pareja, la termorregulación y el camuflaje, entre otras. En el contexto urbano, todas estas funciones se ven alteradas.
Las ciudades, en general, son más cálidas que las áreas rurales, tienen mayor iluminación artificial y presentan filtros cromáticos dominados por grises y blancos. Este entorno favorece que ciertos colores sean más eficaces para atraer pareja o regular la temperatura corporal.
Delhey detalló que “los tonos marrones son más comunes en la naturaleza, sobre todo en los bosques, que en cambio, suelen ser poco habituales en las ciudades al carecer en gran medida de estas zonas boscosas”. Y añadió: “Sospechamos que las aves marrones están en desventaja en una ciudad más bien gris”.
Más diversidad cromática en entornos urbanos
Una de las conclusiones más sorprendentes del estudio contradice investigaciones previas: la diversidad de color entre las aves urbanas no es menor, sino mayor.
Aunque las ciudades concentran un número más reducido de especies que los hábitats naturales, entre esas pocas especies urbanas hay una gran variedad de colores.

Esto se explica, según los autores, por un efecto de selección ecológica: sobreviven las aves con colores más visibles, adaptadas a destacar en un entorno uniforme y opaco. Ibáñez, primer autor del trabajo, remarcó: “Hay menos especies de aves en las zonas urbanas que en las zonas no urbanas. Si tenemos esto en cuenta, las comunidades de aves de las ciudades tienen una mayor diversidad de colores”.
Otro hallazgo relevante es que las hembras de estas especies urbanas presentan un plumaje especialmente colorido, un fenómeno poco frecuente fuera de contextos urbanos. La menor presión de depredadores podría explicar por qué las hembras, que suelen ser más discretas en ambientes naturales, pueden permitirse ser más vistosas en la ciudad.
Nuevas preguntas sobre el impacto de la urbanización
Este trabajo pionero abre un campo de investigación sobre los efectos visuales de la urbanización en otras especies animales. Hasta ahora, los estudios se habían centrado más en cómo afecta el ruido urbano a la comunicación de las aves o en los cambios en los patrones de migración.
Esta investigación propone un enfoque visual y ecológico que, según sus autores, podría extenderse a otros grupos de animales afectados por la transformación del paisaje.
En palabras de Ibáñez, la sostenida expansión de las zonas urbanas a nivel global “es una de las principales causas del constante declive de la biodiversidad”.
Conocer cómo las especies se adaptan —o no— a estos entornos modificados es clave para diseñar políticas urbanas que incorporen criterios de conservación y ayuden a preservar no solo la vida, sino también la belleza que esta despliega en sus formas más inesperadas.
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