
El 27 de diciembre de 1831, un joven Charles Darwin, con apenas 22 años, abordó el HMS Beagle sin saber que aquella travesía de cinco años no solo cambiaría su vida, sino que también revolucionaría el conocimiento científico.
Como menciona National Geographic, lo que comenzó como una expedición cartográfica por Sudamérica se convirtió en el germen de una de las teorías más influyentes de la historia: la evolución por selección natural.
Un científico en formación
Antes de embarcarse en la odisea que lo llevaría a recorrer el mundo, Darwin se encontraba en un punto de incertidumbre.
Recién graduado en Cambridge, admirador de los relatos de exploración de Alexander von Humboldt, y con el deseo frustrado de organizar una expedición a Tenerife, parecía destinado a una vida de clérigo rural.
Todo cambió cuando John Stevens Henslow, su profesor de botánica, lo recomendó para acompañar al capitán Robert FitzRoy en la misión del Beagle.
FitzRoy, un aristócrata de carácter voluble, tenía la tarea de cartografiar la costa sudamericana, pero también deseaba un naturalista a bordo.
Aunque inicialmente dudó de Darwin, y el padre del joven científico se oponía al viaje por considerarlo peligroso, el apoyo de su tío Josiah Wedgwood II terminó por convencer a la familia.
Los primeros descubrimientos

El Beagle zarpó de Plymouth con la intención de volver en dos años, pero la expedición se extendió a cinco años de exploración.
La primera parada significativa fue en las islas de Cabo Verde, donde Darwin estudió formaciones volcánicas. En Brasil, se maravilló con la biodiversidad tropical y recolectó insectos y aves.
Al llegar a Argentina y Uruguay, sus observaciones comenzaron a tomar un cariz más profundo. En la desembocadura del Río de la Plata, encontró fósiles de Megatherium, un perezoso gigante extinto.
También descubrió una nueva especie de ñandú, el Rhea darwinii, pero solo después de haberlo cocinado para la tripulación.
En Tierra del Fuego, experimentó en carne propia los rigores de la exploración. Durante una peligrosa expedición cartográfica en el Canal Beagle, casi pierde su equipo cuando una placa de hielo se desprendió en el agua. En su honor, FitzRoy bautizó el lugar como Seno de Darwin.
De los Andes a las Galápagos: las ideas toman forma
La travesía llevó al Beagle a recorrer Chile y Perú. Darwin, fascinado por la geología, observó en los Andes fósiles de árboles sumergidos en lo que alguna vez fue el fondo marino, lo que le hizo reflexionar sobre el lento pero constante movimiento de la Tierra.
Sus teorías sobre la geología comenzaron a consolidarse cuando presenció la erupción del volcán Osorno y el terremoto que devastó la costa chilena en 1835.
Luego llegó un momento crucial: el desembarco en las islas Galápagos. Aunque en el imaginario popular este archipiélago suele asociarse con el nacimiento de su teoría de la evolución, en realidad Darwin no la formuló allí.
Lo que sí hizo fue documentar minuciosamente las variaciones entre las especies de cada isla, especialmente los famosos pinzones y tortugas gigantes, lo que años después le ayudaría a desarrollar su hipótesis sobre la adaptación de las especies a su entorno.

El regreso a casa y el nacimiento de una revolución científica
El Beagle regresó a Inglaterra el 2 de octubre de 1836. Darwin nunca volvió a embarcarse en otra expedición, pero su legado estaba apenas comenzando.
A partir de sus cuadernos de campo y las muestras recolectadas, publicó más de 20 artículos científicos y varias obras fundamentales.
El análisis de sus hallazgos, sumado a la influencia de los escritos de Thomas Malthus sobre la lucha por la supervivencia, llevó a Darwin a formular la teoría de la evolución por selección natural, plasmada en El origen de las especies (1859).
Consciente del impacto de su viaje, Darwin siempre reconoció la expedición del Beagle como el evento más importante de su vida.
A partir de sus observaciones, la biología dejó de basarse en concepciones estáticas y abrazó la idea del cambio constante de la vida en la Tierra.

Lo que comenzó como una misión de cartografía naval terminó sentando las bases de la biología moderna.
Las especies que Darwin estudió, los fósiles que analizó y los paisajes que recorrió lo llevaron a una conclusión trascendental: la vida en la Tierra no es inmutable, sino que evoluciona a través de millones de años.
A casi dos siglos de aquella expedición, el viaje del Beagle sigue siendo un símbolo del poder del conocimiento y la exploración.
Darwin, el joven que soñaba con recorrer el mundo, logró mucho más que eso: cambió para siempre la forma en que entendemos la vida.
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