
Seda reforzada, inteligencia artificial y experimentos con nanotubos de carbono impulsan la investigación científica sobre las telarañas y su potencial biotecnológico. Las telarañas, tradicionalmente vistas como simples trampas para insectos, mostraron una complejidad biológica y tecnológica que cautiva a la comunidad científica.
Estudios recientes evidenciaron que estas estructuras cumplen funciones mucho más amplias, incluyendo el papel de extensiones sensoriales del cuerpo de la araña, la exhibición de propiedades mecánicas excepcionales y la capacidad de almacenar información biológica del entorno. Publicaciones como National Geographic documentaron en detalle estos avances.
Hallazgo de una comunidad de arañas en una cueva europea
Uno de los descubrimientos más destacados ocurrió en una caverna entre Albania y Grecia. Un equipo de científicos, tras cruzar aguas oscuras y pasadizos estrechos, identificó una pared de telarañas de más de 106 metros cuadrados, hogar de más de 110.000 arañas de dos especies diferentes.

Estas colaboraban en el mantenimiento de lo que los investigadores describieron como “una extraordinaria comunidad colonial de arañas”, según reportó National Geographic. El considerable peso de la red provocaba su desplome en algunos sectores, y su tamaño se atribuyó al aislamiento y protección de la cueva, así como a la abundancia de insectos que servían de alimento.
Funciones diversas y propiedades de las telarañas
Las telarañas cumplen múltiples funciones: sirven para atrapar presas, proteger huevos, transmitir vibraciones y señales químicas y generar pegamento para retener capturas. Históricamente, culturas como la griega y la romana empleaban telarañas como vendajes.
Investigaciones recientes registraron comportamientos y arquitecturas singulares, como la capacidad de determinadas especies para decorar redes o crear figuras que simulan el cuerpo de la araña.

La seda de araña es considerada una innovación evolutiva singular. Cheryl Hayashi, bióloga del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, explicó a National Geographic: “La evolución de la seda es una de las cosas más asombrosas que ocurrieron en la historia de la vida”. Hayashi destacó que la seda es un material dinámico, en cuya diversificación y nuevas aplicaciones continúan trabajando las arañas.
Gabriele Greco, investigador de la Universidad de Pavía, señaló a National Geographic que las telarañas pueden operar como un “órgano extra”, una extensión física de la araña que, desde el punto de vista biológico, forma parte de su “fenotipo extendido”.
Greco comparó este fenómeno con la existencia de un brazo, cabello o vivienda que actúa como prolongación del propio cuerpo.
Un estudio publicado en 2022 demostró que las arañas tejedoras de orbes utilizan sus telarañas como un oído extendido, capaz de captar vibraciones y ampliar el área sensorial hasta 10.000 veces. La red funciona como una antena acústica de gran tamaño, captando movimientos en el aire y transmitiéndolos a la araña.
Decoraciones, experimentos y señuelos
La función de las decoraciones en las telarañas, conocidas como stabilimenta, continúa siendo un misterio científico. Greco, en una investigación publicada en la revista PLOS One y citada por National Geographic, demostró que estos adornos pueden alterar la propagación de vibraciones cuando una presa queda atrapada.
Sin embargo, su incorporación implica mayor masa en la red, lo que representa un dilema evolutivo no resuelto. “Nadie sabe exactamente por qué las arañas decoran sus telarañas”, reconoció Greco en declaraciones a National Geographic.

La composición de la seda despertó el interés de la ciencia y la tecnología, ya que incluye más de 2.200 proteínas. En experimentos recientes, Greco alimentó arañas con nanotubos de carbono, lo que permitió generar seda reforzada de forma natural. Además, la aplicación de inteligencia artificial y aprendizaje automático contribuye a comprender mejor la estructura y función de las telarañas.
En las selvas de Filipinas y Perú, los investigadores Larry Reeves y Phil Torres investigaron un comportamiento poco común: ciertas arañas construyen figuras que simulan su propio cuerpo utilizando seda, restos vegetales y partes de presas.
Estas construcciones, denominadas decoys o señuelos, pueden variar desde formas simples hasta representaciones sorprendentemente precisas de una araña real.

Estudios publicados en Ecology and Evolution y citados por National Geographic indican que su función principal sería disuadir a depredadores visuales, que, ante una figura de gran tamaño, evitan atacar la red.
Torres subrayó a National Geographic lo inusual de esta habilidad: “Solo cuatro especies conocidas pueden construir una estructura más grande de sí mismas desde cero: tres son estas arañas, la otra es el ser humano”.
Adaptabilidad y futuro de la investigación
La capacidad de las arañas para modificar sus telarañas según las condiciones demuestra una adaptabilidad evolutiva notable. Hayashi comparó este proceso con la labor de un pintor que ajusta su técnica al lienzo disponible.

“Si eres un pintor y sabes cómo pintar un cuadro en particular, si tienes un lienzo diferente puedes adaptarte a eso”, explicó la bióloga a National Geographic. Así, las arañas emplean los materiales disponibles para tejer sus redes.
La investigación sobre las telarañas continúa abriendo nuevas perspectivas en biotecnología, ingeniería y ciencia de materiales, y los expertos coinciden en que queda mucho por descubrir sobre estas excepcionales estructuras naturales.
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