
La extraordinaria flexibilidad de los pulpos, superior a los límites de la ingeniería actual, inspiró a una nueva generación de robots flexibles. Un equipo internacional de investigadores, cuyo trabajo se publicó en Scientific Reports y fue retomado por Muy Interesante, reveló que solo cuatro movimientos básicos de los brazos de estos animales permiten realizar una sorprendente variedad de acciones complejas.
Este hallazgo no solo explica aspectos fundamentales de la biología marina, sino que abre el camino a innovaciones en robótica blanda con potencial para aplicaciones en medicina, rescate y exploración.
El estudio, desarrollado por investigadores internacionales, se basó en el análisis de cientos de horas de vídeo de pulpos en hábitats naturales del Caribe y España. Los científicos estudiaron 25 ejemplares en seis localizaciones diferentes, registrando cerca de 4.000 acciones de brazos y más de 6.800 deformaciones.
A partir de estos datos, clasificaron los movimientos de los tentáculos en cuatro deformaciones fundamentales: acortar, alargar, doblar y torsionar. Estas operaciones elementales, al combinarse, dan lugar a 12 gestos distintos y un repertorio casi ilimitado de conductas.

Organización funcional y control distribuido
Cada tentáculo, independientemente de su posición, puede ejecutar cualquiera de estas deformaciones, aunque existe cierta especialización. Las zonas distales, próximas a las ventosas, sobresalen en el doblado, mientras que las partes cerca del cuerpo se especializan en el alargamiento. Esta organización funcional posibilita que los pulpos ejecuten tareas simultáneas con varios brazos, como explorar, sostenerse o preparar un ataque, optimizando energía y tiempo.
“Los brazos de los pulpos se han convertido en modelo vivo para el diseño de robots blandos, una tecnología que podría revolucionar campos tan distintos como la medicina, la exploración submarina o las operaciones de rescate”, señaló el equipo de investigadores en Scientific Reports.
Uno de los puntos más relevantes del estudio es el control distribuido que ejercen los pulpos sobre sus brazos. A diferencia de los seres humanos, que dependen de un cerebro centralizado para coordinar los movimientos, gran parte de las neuronas de los pulpos reside en los brazos y ventosas, lo que les permite responder de forma autónoma y rápida ante estímulos ambientales.
El análisis demostró que los brazos delanteros se usan principalmente para explorar y alcanzar, mientras que los traseros desempeñan funciones de soporte o locomoción. Esto apunta a una división parcial del trabajo y a una gestión optimizada de recursos. “El pulpo es un manual viviente para la robótica del futuro”, afirmaron los investigadores en Scientific Reports.

Desafíos y horizonte tecnológico
La robótica blanda, un área en rápida expansión, persigue emular estas habilidades para desarrollar máquinas más adaptables y eficientes. Los ingenieros consideran el modelo del pulpo como una oportunidad para diseñar robots quirúrgicos cuyos brazos tengan capacidad de responder con autonomía y ajustarse en tiempo real a condiciones variables.
El control distribuido en el pulpo disminuye la necesidad de cálculos centrales complejos, lo que puede simplificar el diseño de robots flexibles y ágiles. Además, la posibilidad de combinar movimientos simples en acciones complejas permite la creación de algoritmos más eficientes para el control de estos dispositivos. La ingeniería comienza a hablar el lenguaje del pulpo.
Las observaciones se realizaron en diversos hábitats naturales, lo que permitió presenciar conductas auténticas y complejas imposibles de reproducir en laboratorio. Cada acción, desde la caza hasta el camuflaje o la defensa, exigía una combinación diferente de deformaciones y brazos, lo que llevó al desarrollo de un etograma detallado.

Así quedó demostrado que la flexibilidad representa una estrategia habitual y no solo un recurso de ocasión. Según el equipo de Scientific Reports, la naturaleza perfeccionó durante millones de años un sistema de adaptabilidad extrema, que hoy inspira el desarrollo tecnológico.
Pese a estos logros, los investigadores reconocen que quedan desafíos por resolver, como la imitación precisa de la textura muscular y la creación de sistemas energéticos para movimientos prolongados. Además, consideran relevante estudiar otras especies de pulpos para enriquecer el catálogo biotecnológico.
El estudio concluye que los robots del futuro podrían seguir la lógica del pulpo en los arrecifes: adaptarse, improvisar y sobrevivir con máxima flexibilidad. El horizonte tecnológico vislumbra brazos inspirados en los pulpos operando en entornos médicos, explorando nuevos mundos y participando en misiones de rescate como una posibilidad real.
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