
Reconocer ciertas conductas en los primeros años puede marcar una gran diferencia en el desarrollo de los niños, por eso es fundamental aprender a identificar cuándo conviene observar, consultar o simplemente acompañar su proceso de crecimiento.
De acuerdo con Melina González Paulos, licenciada en Estimulación Temprana del Desarrollo y terapeuta materno-infantil, una de las preguntas más frecuentes que recibe es: “¿Esto es normal? ¿Debería preocuparme?”. La profesional subraya que, aunque cada niño tiene su propio ritmo, hay ciertos hitos y comportamientos cuya ausencia o aparición tardía puede indicar la necesidad de una evaluación especializada.

González Paulos identifica cinco señales que pueden justificar la consulta con un profesional. Estas pautas no son diagnósticos, sino guías para observar el desarrollo y tomar decisiones informadas.
Dificultades en la interacción social y el contacto visual
Desde los primeros meses, los niños buscan conectarse con su entorno. La especialista señala que la falta de contacto visual, la ausencia de respuesta al nombre después de los nueve meses o la escasa tendencia a compartir la mirada con un adulto al señalar un objeto requieren atención.
También resulta relevante si, entre los dieciocho y veinticuatro meses, el niño muestra poco interés en interactuar con otras personas o evita la mirada.

Ausencia de intención comunicativa o retrocesos en la comunicación
El desarrollo del lenguaje incluye la capacidad de conectarse con los demás, más allá del vocabulario. González Paulos subraya que si un niño no busca compartir experiencias, no señala lo que le interesa, no intenta imitar sonidos o no responde cuando se le habla, es importante observarlo.
Una regresión en la capacidad de comunicarse —como dejar de usar gestos, balbuceos o palabras ya adquiridas— justifica una consulta, sin importar la edad. “La esencia es la conexión y el deseo de interactuar”, afirma.

Movimientos repetitivos, poco juego simbólico o escaso interés en explorar
El juego es clave para el aprendizaje infantil. Según González Paulos, si un niño de hasta 3 años repite siempre las mismas acciones con los mismos objetos, alinea juguetes de forma rígida, no utiliza objetos de manera imaginativa o presenta movimientos corporales sin propósito aparente —como aleteo de manos o balanceo constante después de los dos años—, puede ser recomendable mencionarlo al pediatra. También es una señal relevante la falta de interés en explorar el entorno.

Dificultades en la motricidad gruesa y fina
El desarrollo motor depende de un entorno seguro y estimulante. La especialista aconseja observar si un bebé no sostiene la cabeza a los tres meses, no se sienta solo a los nueve, no gatea o no se desplaza a los doce, o no camina a los dieciocho meses.
En estos casos, se sugiere revisar las oportunidades de movimiento que brinda el entorno y considerar la consulta con un profesional.
Asimismo, si a los tres años un niño tiene dificultades para manipular objetos, abotonarse o usar tijeras, conviene observar su progreso y garantizar que tenga espacio para desarrollar estas habilidades.

Sensibilidad sensorial inusual o patrones atípicos de sueño y alimentación
Algunos niños reaccionan de forma intensa ante ruidos, texturas o luces, o muestran escasa respuesta a estímulos como el dolor. González Paulos recomienda prestar atención si estas reacciones interfieren con la vida cotidiana.
También conviene consultar ante dificultades persistentes con la alimentación —como una selectividad extrema— o con el sueño, ya que pueden ser indicios de un procesamiento sensorial atípico.

Cuándo observar y cuándo consultar: confiar en la intuición parental
La especialista en estimulación temprana subraya la importancia de escuchar la intuición. “Mi consejo es siempre el mismo: confíen en su instinto”, afirma González Paulos. Si la preocupación se mantiene, aun cuando el entorno la minimice, la consulta profesional puede ofrecer claridad o facilitar una intervención oportuna.
Un retraso aislado no siempre es motivo de alarma, pero si se presentan varias de las señales mencionadas o la inquietud persiste, lo más adecuado es hablar con el pediatra o con un especialista en desarrollo infantil, como un psicopedagogo, un neurólogo infantil o un profesional en estimulación temprana. Estos expertos pueden realizar una evaluación integral y, si es necesario, derivar a otros profesionales.
La importancia de un enfoque interdisciplinario
En situaciones complejas, la participación de distintos especialistas resulta clave. González Paulos señala que el trabajo conjunto entre profesionales permite comprender mejor el desarrollo del niño y diseñar estrategias de acompañamiento personalizadas. El objetivo es siempre el bienestar integral del niño, evitando etiquetas y priorizando la atención temprana.
La especialista destaca que una intervención a tiempo puede marcar una diferencia significativa. Una simple observación profesional puede brindar tranquilidad a las familias, y una intervención adecuada puede ofrecer herramientas valiosas para favorecer el desarrollo.

El poder de la intuición y el acompañamiento respetuoso
González Paulos concluye su análisis destacando la intuición parental como una guía confiable. “Nadie conoce a su hijo como ustedes”, afirma. Consultar a tiempo no es una exageración, sino una forma de cuidado y responsabilidad.
“Es brindarles a nuestros hijos la oportunidad de desplegar todo su potencial, con el apoyo que necesiten”, expresa la especialista.
La licenciada concluye destacando la importancia de acompañar el desarrollo infantil con atención, respeto y confianza en la percepción familiar, entendiendo que cada niño crece a su propio ritmo y que ese proceso constituye una experiencia valiosa para toda la familia.
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