
En un impactante avance para la climatología y la astrofísica, un grupo de científicos logró reconstruir un evento solar sin precedentes que azotó la Tierra hace 14.300 años, durante los finales de la Edad de Hielo.
Este evento fue calificado como la tormenta solar más feroz registrada en la historia, superando significativamente cualquier otro fenómeno similar conocido. Dirigido por la Universidad de Oulu en Finlandia, este estudio proporcionó nuevas luces sobre la intensidad descomunal que estas tormentas pueden alcanzar, y su potencial impacto si una de tal magnitud ocurriera hoy.
Creación del modelo SOCOL:14C-Ex
El descubrimiento fue posible gracias a un nuevo modelo climático-químico, el SOCOL:14C-Ex, desarrollado específicamente para reconstruir la producción y el transporte de carbono-14 durante condiciones climáticas glaciares.
Hasta ahora, los modelos existentes solo permitían análisis dentro del Holoceno, el periodo climático templado que comenzó alrededor de 12.000 años atrás. La innovación en la modelización permitió a los científicos ampliar su campo de estudio, retrocediendo en el tiempo para verificar fenómenos de eras más remotas.
Este modelo fue una herramienta fundamental para identificar la tormenta de 12.350 a.C., y para validar su efectividad. Fue probado con datos del evento de 775 d.C., una de las tormentas solares extremas más conocidas, y los resultados arrojaron coincidencias precisas con los registros históricos ya existentes.
“Los resultados arrojaron coincidencias precisas, confirmando la robustez del modelo”, destacaron los responsables de la investigación.
Evidencias físicas y detección de la tormenta

La clave para desentrañar el suceso radica en los inusuales picos de radiocarbono (carbono-14) descubiertos en anillos de árboles fosilizados y núcleos de hielo. Estos picos revelan aumentos abruptos de radiación cósmica, que los investigadores atribuyen a una tormenta solar de una intensidad nunca antes vista.
Las tormentas solares extremas de partículas interactúan con la atmósfera superior de la Tierra generando isótopos como el carbono-14. Este fenómeno es conocido como “eventos Miyake”, en honor a la científica japonesa que primero identificó estos registros en anillos de árboles.
Las evidencias, encontradas en muestras de madera procedentes de los Alpes franceses, muestran una concordancia casi perfecta con las simulaciones del modelo SOCOL:14C-Ex. Estos registros de radiocarbono prueban el impacto del evento, ofreciendo una herramienta crucial para datar cronologías arqueológicas flotantes, donde no existen referencias exactas del calendario.
Un evento fuera del Holoceno
Lo que hace realmente excepcional a la tormenta del 12.350 a.C. es que tuvo lugar fuera del periodo del Holoceno, en medio de un clima mucho más inestable y gélido.
Antes de este hallazgo, las tormentas solares extremas conocidas, como las de los años 994, 660, 5259 y 7176 a.C., se habían detectado dentro del marco del clima templado actual. Este descubrimiento expande considerablemente la línea de tiempo en la que se consideraron posibles los eventos solares de gran intensidad.

Este hallazgo suscitó debates interesantes entre los científicos, al considerarse como un posible candidato para lo que se le llamaría una “superllamarada solar”. Estos son eventos teóricos observados en estrellas similares al Sol, que se suponía ocurrían una vez cada 6.000 años.
El evento del 12.350 a.C., sin embargo, sugiere que el potencial de tales fenómenos podría ser aún mayor de lo que se había contemplado anteriormente.
Impacto en la tecnología moderna
Una de las mayores preocupaciones que surgieron de este descubrimiento es el impacto potencial que una tormenta de tal magnitud podría tener en la moderna civilización tecnológicamente avanzada. “Si un evento de este tipo ocurriera hoy, las consecuencias podrían ser catastróficas”, advirtieron los expertos.
Se prevé que podría colapsar redes eléctricas, inutilizar satélites, interrumpir sistemas de navegación y comunicaciones, e incluso causar daños a nivel biológico debido a la exposición a radiación.
A lo largo de la historia moderna, ya se documentaron consecuencias serias derivadas de tormentas solares menores. El Evento Carrington de 1859, que incendió estaciones de telégrafo, y la tormenta geomagnética de 1989, que causó apagones masivos en Canadá, son ejemplos claros.
Estos eventos menores alertan sobre la necesidad urgente de desarrollar sistemas de protección más avanzados y robustos para defender nuestras infraestructuras críticas frente a la furia del Sol.
El Sol: amo y verdugo

Históricamente, el Sol fue visto como el dador de vida y energía, un símbolo de constancia. Sin embargo, este hallazgo recuerda que el astro rey también tiene una cara más feroz y destructiva.
La investigación, publicada en la prestigiosa revista Earth and Planetary Science Letters y destacada por la Universidad de Oulu, desafía la comprensión de la dinámica solar, subrayando la vulnerabilidad de la sociedad digitalizada a los caprichos de la astrofísica solar.
Mirar con nuevos ojos el comportamiento pasado del Sol es vital para expandir los conocimientos astrofísicos, y para proteger lo que se ha construido en la civilización moderna. Este descubrimiento alerta sobre la fragilidad de la sociedad frente a las fuerzas cósmicas.
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