
Un descubrimiento arqueológico en las profundidades marinas de Florida permitió establecer la primera evidencia material de la llegada de gatos domésticos al territorio continental de lo que hoy es Estados Unidos. Restos óseos de al menos dos felinos, hallados en el pecio de un barco español hundido en 1559, fueron identificados como pertenecientes a la especie Felis catus, domesticada en Europa.
El hallazgo, publicado en la revista American Antiquity, combina estudios arqueológicos, genéticos y bioquímicos, y abre una nueva línea de análisis sobre la circulación de animales domésticos en el contexto de la expansión imperial europea.
Lo que preservó el naufragio
El Emanuel Point II era uno de los barcos que integraban una flota encabezada por el conquistador Tristán de Luna y Arellano. Esta expedición partió desde Veracruz con destino a la bahía de Pensacola, con el objetivo de fundar la colonia de Santa María de Ochuse. Sin embargo, a las pocas semanas de arribar, una tormenta tropical hundió seis de los once barcos, desarticulando los planes colonizadores españoles en esa región.
Entre los restos recuperados en el fondo del mar —vajilla, herramientas y huesos de animales de granja— los arqueólogos identificaron fragmentos óseos pertenecientes a un gato adulto y un ejemplar juvenil. La importancia del hallazgo radica en su carácter inédito: hasta ese momento, las únicas evidencias de gatos domésticos en América provenían de enclaves caribeños, como La Española, pero no del territorio continental norteamericano.
El análisis morfométrico y genético de los huesos permitió confirmar su origen europeo, en concordancia con el punto de partida de la expedición. El linaje identificado es uno de los más frecuentes entre los gatos domésticos actuales en Europa, lo cual sugiere una continuidad genética significativa en la dispersión de la especie.

Una vida compartida en alta mar
Los gatos eran comunes en los barcos desde la Antigüedad, utilizados principalmente para controlar las plagas que afectaban las provisiones. Ratas y ratones no solo destruían alimentos y aparejos, sino que además eran vectores de enfermedades. Por ello, contar con felinos a bordo era una estrategia preventiva más que una decisión afectiva.
Sin embargo, los análisis isotópicos revelaron una dieta inesperada en al menos uno de los ejemplares hallados: además de posibles roedores, su alimentación incluía restos de pescado y carne cocida, es decir, comida similar a la que consumían los marineros. Esta evidencia permite inferir que el animal era alimentado directamente por la tripulación, lo que sugiere un vínculo más cercano entre humanos y felinos que el meramente funcional.
La presencia de un gato juvenil en el barco indica también la posibilidad de que una gata preñada haya embarcado en Veracruz. Considerando que el trayecto entre México y Florida duraba unas ocho semanas, es plausible que el nacimiento haya ocurrido durante la navegación.
No hay indicios de que los gatos hayan sido consumidos como alimento ni utilizados por su piel, como ocurrió en otros contextos históricos. Su muerte parece haber sido resultado directo del naufragio, sin intervención humana posterior.

Los detalles del hallazgo
El descubrimiento del Emanuel Point II contribuye a redefinir el mapa temporal y geográfico de la introducción de animales europeos en América del Norte. Aunque los perros han sido tradicionalmente más visibles en el registro arqueológico por su uso en actividades de vigilancia, caza o transporte, los gatos representan un caso distinto: su independencia y su rol ambiguo entre lo útil y lo simbólico los vuelve menos detectables, pero no menos relevantes.
La llegada de estos animales formó parte de una expansión biológica silenciosa, en la que especies de todo tipo —desde mamíferos y aves hasta microbios— fueron trasladadas por los imperios en sus rutas coloniales. Los gatos del Emanuel Point II permiten trazar con precisión una de esas rutas: la que llevó a la especie Felis catus desde puertos controlados por la monarquía española hasta el corazón del continente americano.
Además de su relevancia zoológica, los restos arrojan nueva luz sobre las relaciones sociales a bordo de los barcos coloniales. Al recibir alimentación similar a la de los humanos, los gatos podrían haber sido considerados parte de la tripulación, portadores de suerte o simplemente compañía afectiva. Estas formas de relación, aunque marginales en los documentos históricos, aparecen ahora respaldadas por el registro material.
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