
Sentirse inseguro en lo que uno hace, aun cuando el resultado es bueno, es más común de lo que parece. No se trata solo de timidez o de modestia; muchas personas, incluso frente a logros reconocidos objetivamente en ambientes como el laboral, conviven con una sensación constante de insuficiencia. La duda persiste, se instala como un ruido de fondo. Y esa voz interior que desconfía, lejos de apagarse con la evidencia, puede volverse más fuerte.
Una investigación publicada en Nature Communications por científicos del University College London y de la Universidad de Copenhagen analizó por qué ocurre este fenómeno. Mediante un diseño experimental basado en tareas de memoria y percepción, el estudio exploró cómo se forma la confianza en uno mismo, y por qué en ciertas personas, particularmente aquellas con síntomas de ansiedad o depresión, esa seguridad personal no termina de consolidarse, aun cuando el desempeño es correcto. El hallazgo es contundente: lo que falla no es la capacidad, sino la manera en que se interpreta la experiencia.
Una falla en el sistema de autoevaluación
Lo que conocemos como confianza en uno mismo no es una intuición espontánea, sino el resultado de un proceso cognitivo: la metacognición. Este sistema se basa en observar y evaluar los propios pensamientos, decisiones o acciones según el nivel de seguridad que se tiene en ellas.
En situaciones cotidianas, esa valoración puede ser bastante precisa. Pero no siempre funciona así. En particular, en personas que presentan síntomas ansiosos o depresivos, esa capacidad aparece alterada.

El estudio identificó un patrón claro: en quienes se encuentran en este espectro clínico, los momentos en los que sienten haber hecho algo bien, lo que se conoce como “confianza local”, no alcanzan para construir una visión positiva de su rendimiento general. Es decir, aunque registren puntualmente una seguridad sobre sus acciones, no se acumula, no se transforma en una convicción más amplia sobre sus aptitudes.
“Las personas con ansiedad y depresión tienden a mostrar una falta de confianza persistente, como la llamamos. Su juicio sesgado sobre sus propias capacidades puede llevarlas a evitar nuevas tareas, incluso cuando pueden realizarlas”, explicó Sucharit Katyal, investigador posdoctoral del Departamento de Psicología de la Universidad de Copenhague y autor principal del análisis, en un comunicado de la institución.
Esta disociación entre los momentos de certeza y la percepción general del desempeño sugiere que hay un filtro en la manera en la que se procesan los eventos. El problema no es el funcionamiento ni el acceso a la información, sino la forma en que los datos recibidos se transforman en creencias sobre uno mismo. El resultado es una subestimación constante que no responde a lo ocurrido realmente.
Esto significa que, por más que alguien reconozca que realizó bien una tarea, esa afirmación personal queda perdida entre pensamientos negativos y de duda. Por ende, no se logra construir una visión positiva de uno mismo y de sus habilidades.
Cuando el juicio interno no alcanza

Para poner a prueba cómo se forma la autoconfianza, los investigadores diseñaron un experimento presentado en formato de juego. La consigna proponía ayudar a los habitantes de una aldea ficticia llamada Fruitville a recolectar frutas. Lejos de ser una simple actividad recreativa, requería que los participantes resolvieran tareas que combinaban memoria visual, reconocimiento de patrones y toma de decisiones bajo incertidumbre.
“Reclutamos a un gran número de voluntarios a través de una plataforma web y medimos sus síntomas de ansiedad y depresión. Luego, les pedimos que completaran un juego de computadora en el que debían ayudar a los residentes de Fruitville a cosechar fruta”, dijo Katyal.
En cada ronda, se les presentaban dos plantas con frutas y debían elegir cuál contenía más ejemplares de una especie determinada. Tras tomar una decisión, se les pedía que evaluaran cuán seguros estaban de su elección: eso constituía su nivel de “confianza local”. Después de varias rondas, debían estimar cuán bien sentían que habían jugado en general, lo que se definió como “confianza global”.

El diseño del juego permitía captar con precisión cómo las personas construyen una imagen de su rendimiento a partir de múltiples experiencias puntuales. En quienes no presentaban síntomas de ansiedad o depresión, esa integración ocurría de manera relativamente alineada: los momentos de certeza se acumulaban y daban lugar a una percepción positiva del desempeño.
En cambio, en individuos con estas condiciones, ese vínculo aparecía alterado. Las veces que se sintieron seguras no pesaban lo suficiente en su evaluación final. La visión global quedaba dominada por las dudas, aun cuando el número de aciertos fuera alto. “Esto indica la necesidad de intervenciones que aborden específicamente las distorsiones metacognitivas en personas con ansiedad y depresión”, manifestó el experto.
Lo notable es que este fenómeno se mantuvo incluso cuando el rendimiento objetivo era equivalente entre grupos. Es decir, no hay una diferencia real en la habilidad, sino en la forma en la que se interpreta. La confianza, en estos casos, no refleja el éxito, sino que queda moldeada por un sesgo interno que minimiza los logros y amplifica las incertidumbres.
La confianza que viene de afuera

Ante este cuadro, los investigadores se preguntaron si era posible intervenir en ese proceso. Para eso, introdujeron una variable adicional: la retroalimentación externa. En algunos bloques del experimento, los participantes recibían más comentarios positivos cuando acertaban por parte de un “auditor” programado dentro del juego, mientras que en otros predominaban los negativos. El objetivo era medir si el juicio externo podía corregir la tendencia a subestimar el rendimiento.
Los resultados fueron reveladores. Incluso en personas con altos niveles de inseguridad, el feedback positivo explícito logró aumentar su confianza global. Lo interesante es que este efecto no dependía de que el individuo se sintiera seguro, sino de que alguien más le señalara que lo había hecho correctamente. En esos casos, la percepción general mejoraba, y ese cambio persistía en bloques posteriores sin retroalimentación.
“En realidad, resulta eficaz que estas personas persistentemente inseguras se centren más en sus éxitos y menos en sus inseguridades internas. Esto enfatiza la importancia de la retroalimentación positiva. Algunas personas necesitan ayuda para tomar sus propios juicios con pinzas; de lo contrario, simplemente mantendrán una visión distorsionada y negativa de sus propias capacidades”, afirmó Katyal.
Esto ayuda a entender algo clave: aunque alguien tenga dificultades para confiar en su criterio, esa noción puede cambiar si recibe señales claras desde afuera. Cuando alguien les muestra que hicieron bien una tarea, eso tiene más peso que lo que piensan por sí solos. Por eso, en situaciones donde la inseguridad personal es fuerte, contar con comentarios positivos específicos puede ser una forma real de mejorar la manera en que una persona se ve a sí misma. No alcanza con palabras generales de aliento; lo que hace la diferencia son señales concretas que refuercen los aciertos.
Últimas Noticias
La vida cotidiana en la Estación Espacial Internacional: imágenes fascinantes del día a día en órbita
Desde tareas básicas hasta protocolos científicos, quienes habitan este laboratorio a 400 kilómetros de la Tierra, enfrentan condiciones que exigen disciplina y flexibilidad. Cuáles son las más curiosas

Las levaduras, ¿nuevas aliadas en la lucha contra las infecciones intestinales?
Científicas argentinas, pertenecientes al Conicet, descubrieron el potencial de estos microorganismos, presentes en alimentos como el kéfir y el vino, para combatir patologías provocadas por bacterias como la salmonela

El comportamiento colectivo de los mosquitos: un modelo matemático revela los secretos de sus enjambres
Unos investigadores replican patrones mediante simulaciones computacionales de comportamientos locales en 3D

Síndrome de Tourette: cómo un déficit de células cerebrales podría explicar los tics involuntarios
Un nuevo estudio realizado por Clínica Mayo reveló que las personas con este síndrome presentan una reducción del 50% en las interneuronas, las células cerebrales que ayudan a regular los impulsos motores. Los detalles

Un estudio sobre el sistema visual reveló que el cerebro aprende a ignorar distracciones con exposición repetida
Investigadores detectaron cambios significativos en la capacidad de atención tras exponer a los participantes a estímulos visuales disruptivos
