
Tras dos años de pandemia, unas 476 millones de personas se contagiaron coronavirus en el mundo y 6,1 millones murieron por la infección de COVID-19 y sus secuelas. La enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2 afecta a las personas de formas diversas, desde pacientes asintomáticos o con síntomas leves, hasta cuadros graves con hospitalización en terapia intensiva y asistencia respiratoria mecánica.
Además de los efectos en la salud física, cada vez más investigaciones científicas se centran en el impacto emocional y mental del coronavirus. Recientemente, un amplio estudio que analizó las implicaciones a largo plazo para la salud mental de una infección por COVID-19 descubrió que las personas que tuvieron COVID-19 en forma leve se sienten menos deprimidas y ansiosas aquellos que nunca se contagiaron. La investigación fue publicada en The Lancet Public Health.
De hecho, las personas que cursaron la infección por coronavirus en forma leve, tuvieron 17% menos de probabilidades de informar síntomas de depresión y 23% menos de posibilidades de tener ansiedad durante el período de estudio, incluso cuando los investigadores ajustaron factores como enfermedad mental previa, edad, estado físico, índice de masa corporal (IMC) y educación, que aquellos que cursaron cuadros graves de la enfermedad.
Los investigadores sugirieron que recuperarse de una infección leve brinda una sensación de alivio. Por el contrario, aquellos que no están infectados aún se preocupan por lo que sucederá si contraen COVID-19 en el futuro.

“Nos sorprendió que aquellos que nunca estuvieron en cama experimentaron menos síntomas de depresión y ansiedad en comparación con aquellos que nunca fueron diagnosticados con COVID-19″, dijo la autora principal, Ingibjörg Magnúsdóttir, estudiante de doctorado de la Universidad de Islandia.
“Creemos que podría haber varias explicaciones para esto, pero probablemente la más probable es que este grupo de personas experimentó un alivio después de recuperarse de los síntomas del coronavirus y pudo volver a su vida normal con menos preocupación por los efectos a largo plazo”, detalló la investigadora.
“Esto puede haber producido una menor prevalencia de síntomas de ansiedad y depresión en comparación con aquellos que aún no están infectados y que pueden preocuparse por las consecuencias del covid-19 y la necesidad de aislarse de los demás. El hecho de que las personas con una infección leve puedan volver a la vida normal antes y solo experimenten una infección benigna probablemente contribuya al menor riesgo de efectos negativos para la salud mental”.
COVID grave y depresión
Para determinar el efecto a largo plazo en la salud mental, los investigadores observaron la prevalencia de síntomas de depresión, ansiedad, angustia relacionada con la infección por SARS-CoV-2 y mala calidad del sueño entre personas con y sin diagnóstico en un periodo de 16 meses, con datos de Dinamarca, Estonia, Islandia, Noruega, Suecia y el Reino Unido.

Descubrieron que la mayoría de los síntomas desaparecieron dentro de los dos meses posteriores al diagnóstico. Sin embargo, los pacientes postrados en cama durante siete días tuvieron más probabilidades de experimentar problemas de salud mental a largo plazo. Incluso 16 meses después del diagnóstico, tenían entre 50 y 60% más de probabilidades de sufrir depresión que los que nunca se habían infectado.
Los autores dijeron que la mayor incidencia podría deberse a una combinación de preocupación por los efectos en la salud a largo plazo, así como a la persistencia de síntomas físicos prolongados de coronavirus que limitan el contacto social y pueden provocar una sensación de impotencia.
La inflamación continua del sistema inmunitario post COVID también está relacionada con los síntomas depresivos posteriores a la enfermedad y puede ser una de las causas de la encefalomielitis miálgica (EM) o el síndrome de fatiga crónica.
“Nuestro estudio sugiere que los efectos en la salud mental no son iguales para todos los pacientes con covid-19 y que el tiempo que pasan postrados en cama es un factor clave en la gravedad del impacto en la salud mental”, declaró Unnur Anna Valdimarsdóttir, de la Universidad de Islandia.
La experta señaló que, al entrar en el tercer año de la pandemia, es importante que haya “una mayor vigilancia” de los enfermos con COVID-19 grave por los posibles efectos en la salud mental, que también pueden resultar de ciertos síntomas físicos inflamatorios.
“El hecho de que las personas con una infección leve puedan volver antes a una vida normal” y experimenten síntomas menos extremos, “probablemente contribuya a su menor riesgo de efectos negativos para la salud mental”, concluyó la investigadora.
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