Una joven española ha compartido en redes sociales la experiencia de alquilar una habitación en Budapest, relatando el complejo y laberíntico recorrido que debió realizar para acceder a su alojamiento, en una historia que ha captado la atención de miles de usuarios y se ha viralizado rápidamente.
La protagonista, identificada en redes como @vmayjane, decidió reservar una habitación en la capital de Hungría para pasar unos días. Lo que parecía una gestión sencilla a través de una plataforma digital se transformó en una auténtica odisea, documentada paso a paso en un video que ha superado las 77.000 visualizaciones y ha generado miles de reacciones,
El relato comienza con la llegada de la joven a Budapest, una ciudad que, como ella misma señala, le resultaba completamente ajena tanto por el idioma como por las costumbres.
En su publicación, la usuaria describe la dificultad inicial: “Llegas a Budapest, no sabes hablar húngaro, te dan 80 códigos y mucha suerte para entrar en la habitación”. Esta frase resume el desconcierto y la incertidumbre que experimentó desde el primer momento.
El proceso para acceder a la habitación resultó mucho más complicado de lo esperado. El primer paso consistió en localizar una llave guardada en un edificio cercano. Para ello, la joven tuvo que introducir uno de los numerosos códigos que le habían proporcionado previamente. Este primer obstáculo marcó el inicio de un recorrido que, según su testimonio, se asemejaba más a una prueba de escape room que a una simple entrada a un alojamiento turístico.

Una vez obtenida la llave, la joven avanzó unos metros hasta encontrarse con la primera puerta, que logró abrir con la misma llave. El trayecto continuó por un pasillo que desembocaba en un patio interior, donde tuvo que subir varias escaleras y atravesar otros pasillos. Cada tramo del recorrido implicaba una nueva dificultad, ya fuera en forma de puertas cerradas, códigos adicionales o candados.
Al llegar a otra puerta, la joven se vio obligada a introducir nuevamente un código, lo que incrementó la sensación de estar participando en un juego de ingenio más que en un proceso de check-in convencional.
Finalmente, se topó con un candado definitivo que resguardaba las llaves de la habitación. Tras introducir el código correcto una vez más, pudo acceder al interior del alojamiento.La habitación, según se aprecia en el vídeo compartido por @vmayjane, resultó ser de dimensiones muy reducidas. “Ha sido más largo el recorrido para llegar a él que la propia ‘vivienda’”, comenta la joven, subrayando el contraste entre la complejidad del acceso y el tamaño del espacio alquilado.
Las decenas de reacciones, muchas de ellas en tono irónico, reflejan la popularidad de la anécdota y la capacidad de las redes sociales para amplificar este tipo de historias cotidianas.
La barrera idiomática, la falta de instrucciones claras y la proliferación de sistemas de seguridad basados en códigos y llaves pueden convertir una simple llegada en una experiencia estresante y, en ocasiones, absurda.
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