
En la cima de la Isla de Man, donde el viento azota y la vista se extiende hasta donde alcanza la imaginación, un tren victoriano sigue ascendiendo cada año desde 1895.
La Snaefell Mountain Railway, la única vía férrea eléctrica de montaña en las Islas Británicas, no solo transporta pasajeros a 621 metros sobre el nivel del mar, sino que los invita a cruzar fronteras invisibles: las de la historia, la mitología y la identidad manesa.
Este ferrocarril es mucho más que un medio de transporte; es un símbolo vivo del auge turístico victoriano y una ventana a los legendarios “siete reinos” que, en días despejados, se pueden contemplar desde la cumbre de Snaefell.
Un recorrido único: la experiencia actual en la Snaefell Mountain Railway
Según la página web oficial de la isla, el viaje comienza en la costa este, en la pintoresca localidad de Laxey, a la que se accede a través de una histórica, la línea de tranvía eléctrico más antigua del mundo aún en funcionamiento con su material rodante original.
Desde allí, los pasajeros abordan la Snaefell Mountain Railway, que serpentea durante 7,2 kilómetros, hasta alcanzar la cima de Snaefell, el punto más alto de la Isla de Man.

Durante los 30 minutos que dura el trayecto, el tren avanza lentamente por un valle escarpado, dejando atrás la vegetación y el murmullo del río Laxey, que se precipita hacia el mar de Irlanda.
El ferrocarril cruza lugares emblemáticos como The Bungalow, donde intersecta con el famoso circuito de motociclismo TT y MGP, y ofrece vistas privilegiadas del valle de Laxey y la Gran Rueda de Laxey, uno de los iconos industriales de la isla.
Al llegar a la estación superior, el viento suele recibir a los visitantes con fuerza, y la atmósfera se impregna de una sensación de aislamiento y grandeza.
La línea opera de abril a octubre, y cada año cerca de 200.000 personas disfrutan de esta experiencia.
Auge turístico victoriano: historia y transformación de la Isla de Man
La existencia de la Snaefell Mountain Railway está íntimamente ligada al auge turístico que transformó la Isla de Man a finales del siglo XIX.

La isla sufría un estancamiento demográfico, desempleo y el colapso de la minería, mientras la inmigración crecía sin control.
La llegada de Sir Henry Brougham Loch como gobernador en 1863 marcó un punto de inflexión. Loch identificó el potencial de la isla como destino de turismo de balneario, en un contexto donde las vacaciones junto al mar se popularizaban entre la sociedad victoriana.
Douglas, la capital, fue objeto de una intensa campaña de promoción en el metro de Londres, que la presentaba como un paraíso de playas y travesías exóticas, accesible gracias a la Isle of Man Steam Packet Company, la naviera de pasajeros más antigua en operación continua del mundo.
El impacto fue inmediato: hacia 1880, la isla recibía cerca de 350.000 visitantes cada verano y se inauguraron unos 1.500 hoteles. Douglas se transformó con un paseo marítimo, un muelle y el mayor salón de baile de Europa.

La afluencia de turistas, muchos de ellos jóvenes solteros, y las leyes permisivas sobre el alcohol, dieron a la isla una reputación de desenfreno, hasta el punto de ser descrita, según King, como “una de las zonas más depravadas de Gran Bretaña”.
Así nacieron el Manx Electric Railway en 1893 y, dos años después, la Snaefell Mountain Railway, ambas con gran parte de su infraestructura victoriana original aún en uso.
En su apogeo, la red ferroviaria llegó a registrar un millón de viajes anuales, con trenes saliendo cada tres minutos desde Derby Castle Station hacia Laxey, según relató Scarffe a la BBC.
Mitología y cultura: los “siete reinos” y la identidad manesa
Tal como explica el sitio oficialManx National heritage, la Snaefell Mountain Railway no solo conecta puntos geográficos, sino también dimensiones simbólicas y legendarias.
En la cima de Snaefell, la tradición dice que es posible contemplar los “siete reinos”: Inglaterra, Irlanda, Gales, Escocia, la propia Isla de Man, el reino del mar (asociado a Manannán mac Lir, figura de la mitología gaélica) y el reino del cielo.
Patrimonio e identidad natural: paisajes, flora y fauna de Snaefell

El entorno de Snaefell, modelado por siglos de actividad humana y natural, ofrece un mosaico de paisajes que son parte integral del patrimonio de la isla.
Los alrededores de la montaña, desprovistos en gran medida de árboles debido a la explotación histórica, están dominados por extensos brezales y turberas.

Estas áreas, lejos de ser estériles, constituyen ecosistemas vitales: las turberas almacenan dióxido de carbono y filtran el agua, proporcionando a la isla algunos de los recursos hídricos más puros del mundo.
En las zonas más elevadas, la liebre de montaña, introducida originalmente para la caza, representa una rareza faunística. Adaptada a los rigores del clima, esta especie cambia el color de su pelaje con las estaciones y posee patas cubiertas de pelo que le permiten desplazarse sobre la nieve.
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