La caminata de 35 días en Turquía que es considerada una de las mejores del mundo

La ruta de 500 kilómetros permite descubrir playas escondidas, pueblos históricos y restos arqueológicos únicos

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La Ruta Licia, uno de
La Ruta Licia, uno de los trekkings más apasionantes y desconocidos del mundo (Wikipedia)

En el extremo suroeste de Turquía, entre los golfos de Fethiye y Antalya, se extiende un corredor de 500 kilómetros que condensa la riqueza geográfica, histórica y cultural de la región: la Vía Licia. Lejos de los clichés del turismo masivo que se concentran en los complejos costeros de Antalya, esta ruta de senderismo permite explorar, paso a paso, la profundidad de un territorio que fue escenario de encuentros entre Oriente y Occidente, y testigo de las civilizaciones que moldearon Anatolia.

Un corredor geográfico entre playas impolutas y paisajes mediterráneos

La Vía Licia ofrece una
La Vía Licia ofrece una alternativa singular a las playas repletas de turistas y resorts estandarizados (Wikipedia)

La llamada “costa turquesa” no debe su nombre al azar ni al capricho turístico: las aguas del sur de Turquía exhiben tonalidades que remiten directamente a esa piedra semipreciosa. En sus orillas, la Vía Licia ofrece una alternativa singular a las playas repletas de turistas y resorts estandarizados. Al adentrarse en el camino, el paisaje cambia de forma notable: bahías resguardadas por abruptos cabos, playas ocultas entre acantilados y senderos que serpentean entre el mar y la montaña invitan a una experiencia más íntima y menos domesticada del Mediterráneo turco.

En esta región donde el turismo se mezcla con la historia, el visitante pronto descubre que lo que parecía una simple caminata escénica se convierte en una travesía a través del tiempo. La Vía Licia transforma cada kilómetro en una página de una historia compleja, marcada por influencias persas, helénicas, romanas, bizantinas y otomanas.

Un viaje en el tiempo a través de culturas superpuestas

La Vía Licia actúa como
La Vía Licia actúa como una línea arqueológica que conecta los vestigios de imperios sucesivos (Wikipedia)

Turquía ha sido históricamente un punto de encuentro entre civilizaciones. La Vía Licia, en particular, actúa como una línea arqueológica que conecta los vestigios de imperios sucesivos. Desde los primeros asentamientos que datan del siglo XIV a. C. hasta las huellas del Imperio Otomano, el sendero recorre ruinas, tumbas, teatros y ciudades sumergidas que hablan de un pasado compartido entre Europa y Asia.

Quien camina este trayecto no solo sigue una ruta paisajística, sino que traza las huellas de antiguas redes comerciales, migraciones y conflictos que marcaron el destino de Anatolia. Tal como lo plantea el texto original, se puede recorrer “como un detective de la historia” los rastros de cómo Europa fue arrastrada hacia Asia y viceversa.

El legado licio: cultura, resistencia e identidad

La región debe su nombre a los licios, un pueblo mencionado en la Ilíada por su apoyo a Troya pese a la distancia que los separaba. El proceso de helenización de su cultura se inició en el siglo VII a. C., cuando colonos de Rodas influyeron en su escritura y organización política. No obstante, Licia se mantuvo como una unidad con identidad propia durante siglos, y recién bajo el emperador Claudio se incorporó al Imperio romano.

Este antiguo estado, conocido como la Liga Licia, agrupaba ciudades estado como Xanthos, Patara, Mira, Pinara, Tlos y Olimpo. Su formato político, asimilable a una federación comercial, facilitó el tránsito de bienes y también de actividades como la piratería. Los restos de estas ciudades aún se pueden visitar a lo largo de la ruta, donde las ruinas exhiben el paso del tiempo sin perder su potencia simbólica.

Un sendero moderno que recupera antiguas rutas comerciales

La Vía Licia fue trazada en los años noventa por la británica Kate Clow, quien recuperó el antiguo trayecto comercial que usaban los licios para trasladar mercancías. Marcada con las señales estándar de Gran Ruta (líneas roja y blanca), es considerada una de las mejores rutas de trekking del mundo, no solo por su riqueza natural, sino por la carga simbólica de cada tramo. La señalización se mantiene activa gracias al trabajo voluntario de senderistas y colectivos locales, lo que asegura que la experiencia sea accesible incluso para los que no tienen experiencia previa.

Quienes la recorren pueden optar por dormir en acampada libre o en opciones más cómodas como pensiones familiares y hoteles de pequeño formato. La infraestructura turística se ha adaptado sin desvirtuar el entorno, ofreciendo distintas alternativas para ajustarse a presupuestos diversos. Incluso se han abierto variantes para realizar el recorrido en bicicleta.

Postales naturales y arqueología a cielo abierto

Las antiguas ruinas del teatro
Las antiguas ruinas del teatro de Patara (Wikipedia)

La Vía Licia no solo encierra historia. Su riqueza paisajística multiplica los puntos de interés: desde el cañón de Saklikent, que permite caminatas o travesías en rafting, hasta la cala de Kaputas, encajada entre paredes de roca, el entorno invita a detenerse con frecuencia. La ruta también pasa por la ciudad sumergida de Kekova, visible desde la superficie del agua, y por el asentamiento de Kaleköy, que remite a la expulsión de los griegos del territorio.

Otros sitios destacados incluyen Patara, con su playa monumental y su teatro antiguo; Ucagiz, un pueblo tradicional excelentemente conservado; y las tumbas excavadas en las rocas de Pinara, Mira y Tlos, que evocan las formas arquitectónicas de la región de Capadocia.

Clima favorable y deportes al aire libre

El recorrido se puede realizar en cualquier época del año, aunque la primavera y el otoño resultan las más recomendables por su clima templado y ausencia de lluvias intensas. El verano, aunque más popular, presenta temperaturas elevadas que pueden dificultar el trayecto. Durante las temporadas altas, el cielo se puebla de objetos voladores como parapentes, alas delta y paracaídas, que decoran el horizonte como satélites coloridos de una postal viva.

La región también ofrece oportunidades para los aficionados a los deportes extremos y al aire libre, lo que convierte a la Vía Licia no solo en una caminata cultural, sino en un espacio para la aventura física y sensorial.