
Desde 2013 la Ley N.º 26.870 declaró al Vino Argentino Bebida Nacional, y el 24 de noviembre se estableció como la fecha para celebrar en todo el país su cultura y valor para la sociedad, con eventos y degustaciones que se realizan tanto en las regiones productivas como en los principales centros de consumo.
En varias regiones del mundo se reconocen bebidas como icónicas o representativas, pero en ninguna de ellas hay una ley sancionada como acá; Tequila en México; vodka en Rusia y Polonia; whisky en Escocia, Irlanda del Norte y Gales; vino en España; cerveza en Alemania; caipiriña en Brasil; sake en Japón; champagne en Francia; ouzo en Grecia y baijiu en China, entre otros. Argentina es el único país del mundo que tiene al vino como bebida nacional por ley. Y si bien es un hecho bastante reciente, la historia local del vino comenzó a escribirse hace casi 500 años.
Fue en Santiago del Estero en 1556, cuando se planta la primera vid. Pero durante unos trescientos años, la producción fue artesanal y el consumo regional, sin ningún tipo de desarrollo o evolución más que un incremento en los volúmenes producidos por el crecimiento demográfico. Fue Domingo Faustino Sarmiento, recién en 1853, quien tomó medidas para convertir la producción vitivinícola en una industria.

Años más tarde, con la llegada de inmigrantes, principalmente de España e Italia, surgieron grandes bodegas y así se multiplicó el consumo. Pero las diversas crisis que azotaron al país le impidieron al vino consolidarse. Y, de ser el principal consumidor per cápita del mundo con 90 L anuales, la industria se desplomó y se vio obligada a reconvertirse. Es por ello que, hacia fines de los 90’, algunas bodegas apostaron por la calidad, se tecnificaron y comenzaron a exportar. Más tarde, con la llegada de innumerables capitales extranjeros y el auge del Malbec, miles de etiquetas inundaron las góndolas. Luego de dos décadas de crecimiento, el consumo de vino se estancó y, actualmente, la tendencia es a la baja, producto de la situación económica y las nuevas tendencias que valoran más la comida sana y el cuidado de la salud.
Sin embargo, el vino, como pocas bebidas, es fiel reflejo de la sociedad. Muy arraigado a la cultura gastronómica, ya que desde siempre formó parte de la mesa de los argentinos, tal como sucede en los países mediterráneos del Viejo Mundo.
Sin dudas, el vino es una bebida que tiene historia y está arraigada a la cultura de un pueblo. Es la bebida más noble, natural y diversa que acompaña al hombre desde hace casi 8000 años. Y en nuestro país fue testigo del desarrollo desde mediados del siglo XVI.

Esto no implica que le guste a todo el mundo, pero sí que pueda ser consumido, disfrutado y admirado por la mayoría. Que sea capaz de ser consumido por todos, sin importar el nivel socioeconómico, porque se trata de una bebida cultural. Claro que, por ser el producto del campo con mayor valor agregado, hay vinos para todos los gustos y bolsillos. Esto significa una gran evolución del vino argentino, aunque el mapa de consumo refleje otros aspectos de la sociedad.
Se sabe que el vino forma parte de la vida de los argentinos, seguramente de la de algunos más que de la de otros, pero el vino siempre está. Incluso, los consumidores que no pueden consumir vinos de alto precio, porque no les da el bolsillo, sostienen y reivindican costumbres y tradiciones aprendidas a lo largo de su vida. Reproducen rituales familiares sin realizar demasiadas modificaciones, y su dinámica cotidiana gira en torno al trabajo, la familia, los amigos y el barrio, como el asado de los domingos o el fútbol con amigos.
Por suerte para todos, el vino nacional ha evolucionado y mejorado sustancialmente durante los últimos treinta años. Esto significa que hay calidad en todas las categorías. Eso explica que dentro de un mismo segmento haya tantas opciones para elegir. Siendo consumidores más fieles los que consumen vinos económicos y más curiosos los que pueden elegir por precio, ya que la diversidad se multiplica a medida que se incrementa la calidad.

Actualmente los estándares de control del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) pueden garantizar la buena calidad en todos los vinos argentinos, y esa es una gran noticia, más allá de las dudas que generan las nuevas desregulaciones del Gobierno Nacional. Queda claro que, si alguna bodega no cumple las normas (ahora desreguladas), será el mercado el que determine su futuro. Porque más allá de la nobleza que significa un producto del campo, que se renueva cada año con cada cosecha, la calidad es un atributo más que importante que el precio. Porque cuando la situación se estabiliza y el poder adquisitivo vuelve a recuperarse, el vino vuelve a ser protagonista. Porque ya sea solo, con hielo o con soda, sigue siendo la bebida más representativa de todos los argentinos.
Diez vinos para apreciar la diversidad argentina
Callia Criolla 2024
Callia, San Juan, Valle de Pedernal ($6500)
Atención con esta Criolla de precio amable y muy bien lograda. Su aspecto color cereza
traslúcido es inconfundible. Y, tanto en nariz como en boca, despliega buena fruta roja fresca (cerezas) con texturas mordientes que aportan persistencia y amplifican su mensaje. Un gran logro del joven winemaker de la casa, Gustavo Daroni. Beber entre 2025 y 2026.
90 puntos
A Contramano Naranjo 2023
Jorge Rubio Vinos de Autor, Mendoza, San Rafael, Oasis Sur ($12.500)
El enólogo Jorge Rubio, uno de los máximos referentes del Oasis Sur Mendocino, quiso decir presente en la “movida de los naranjos”, con este exponente a base de Moscatel. Fresco y rústico en sus texturas, como debe ser (por la maceración del mosto con los hollejos). Hay frescura y texturas, pero con un carácter algo maduro en el final de boca. Beber entre 2025 y 2026.
90 puntos

Amauta Absoluto Cabernet Sauvignon 2022
El Porvenir de Cafayate, Salta, Altos Valles Calchaquíes ($15.000)
El Cabernet Sauvignon es una de las variedades más tradicionales que se dan en Cafayate. Y eso se nota en este tinto de aromas generosos, con dejos lácticos del contacto con roble. Paladar especiado, con notas de frutas rojas maduras. Lo sostiene la fuerza de sus texturas, y en la mesa puede acompañar muy bien platos de cacerola. Beber entre 2025 y 2027.
90 puntos
1700 Single Vineyard Torrontés 2024
Viñas en Flor, Salta, Cafayate ($17.000)
Detrás de esta flamante bodega hay una familia salteña muy importante y el hacedor del NOA considerado el “padre del Torrontés” (José Luis Mounier). Por eso, todo está bien en este flamante vino blanco. De aromas perfumados a flores blancas y frutas blancas de pepita, y paladar franco. Muy amable en su mensaje y vibrante en sus texturas a su paso por boca.
Beber entre 2025 y 2026.
91 puntos
El Enemigo Single Vineyard La Esperanza Bonarda 2021
Aleanna, Mendoza, Zona Este, San Martín ($28.000)
Se sabe que San Martín es “la capital del Bonarda”, y por eso este Single Vineyard adquiere más importancia. Hay algo más maduro en sus aromas respecto de sus pares de línea. Y, por otra parte, los taninos sobresalen más. De trago consistente, con notas de regaliz y especias secas. La botella le va a venir bien para lograr más equilibrio. Beber entre 2025 y 2027.
91 puntos

DV Catena L’Esploratore La Rioja Malbec 2022
Catena Zapata, La Rioja, Famatina, Angulos ($29.750)
Hace tiempo que la bodega viene elaborando Malbec en la provincia de La Rioja, ya que sostiene una visión federal de la producción, especialmente con el Malbec. Se trata de un Malbec de sol, pero con un carácter más de frutas negras, con dejos herbales. Voluptuoso y fluido, con taninos casi firmes que marcan su paso. Beber entre 2025 y 2027.
91 puntos
Araucana Río de los Ciervos Malbec 2022
Ribera del Cuarzo, Río Negro, Alto Valle ($36.500)
Para elaborar este vino, se utilizan uvas que provienen de ocho viñedos ubicados a lo largo de los 200 km a ambos lados del río. Resulta un Malbec de buen cuerpo, con la frescura del valle y una textura mordiente fina. Su buen volumen y carnosidad no logra equilibrar sus taninos firmes, necesita más botella. Beber entre 2025 y 2028.
92 puntos
Alta Yari Pinot Noir 2022
Alta Yari, Mendoza, Valle de Uco, Gualtallary ($39.000)
Hace casi dos décadas que el enólogo Juan Bruzzone está en la Argentina y, hasta ahora, no le había tocado elaborar Pinot Noir, una variedad que prefiere el clima frío, como el de Gualtallary. Su aspecto es bien de Pinot Noir. De aromas delicados y no muy expresivos, lo mismo en boca. Su trago es fresco y austero, y su paladar, franco. Beber entre 2024 y 2026.
91 puntos
DJ Mastrantonio Cabernet Franc 2018
Familia Mastrantonio, Valle de Uco, Mendoza ($45.000)
Las modas y la calidad de las uvas llevaron a Sebastián Bisole (enólogo) y a Diego Mastrantonio (propietario) a elaborar este varietal por primera vez. Como los otros vinos de la línea (Malbec y Red Blend), es un tinto moderno y expresivo, que llega al mercado con buena estiba en bodega. De paladar fresco, con buena fluidez y cierto agarre. En su paso por boca hay una tipicidad y jugosidad. Es un tinto voluptuoso y equilibrado, que se mantiene muy bien y cada vez con la crianza más integrada. Beber entre 2025 y 2027.
92 puntos

Las Notas de Jean Claude 2020
Tapiz, Mendoza, Valle de Uco, San Pablo ($110.000)
El lujo que se da desde hace más de diez años el eterno enólogo de la casa, Fabián Valenzuela, al poder elaborar un vino junto al gran Jean-Claude Berrouet, el enólogo francés que hizo famoso a Petrus. En esta cosecha, se trata de un blend con base Merlot (76%) y toques de Cabernet Franc (11%), Cabernet Sauvignon (7%), Petit Verdot (4%) y Malbec (2%). Sus aromas vegetales algo marcados hablan de un lugar frío, aunque de una cosecha cálida. Texturas muy delicadas. Bien apoyado en la fruta, con dejos de madurez y la madera bien integrada. No es muy profundo ni tampoco muy complejo, sino más bien delicado en todo sentido. Y con buen potencial de guarda. Beber entre 2025 y 2028.
93 puntos
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