Cuáles son los desafíos y las oportunidades que marcan el futuro de la vitivinicultura argentina

En un contexto de reconocimiento internacional y cambios en las tendencias de consumo, el sector atraviesa una etapa de transformaciones. Un repaso en el marco del Día del Vino Argentino

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Pese al descenso en ventas
Pese al descenso en ventas y consumo interno, la calidad sigue siendo el pilar que sostiene y destaca a la industria vitivinícola local

¿Cuáles son los pilares del vino que permitirán a la industria recuperarse? Cada 24 de noviembre se celebra en la Argentina el día del vino, ya que en esa fecha se la declaró Bebida Nacional para resaltar el valor de la vitivinicultura. Como cada año, esta fecha también sirve para analizar el presente e intentar entender cómo será el futuro cercano.

Dejando de lado las complicaciones macro que influyen en la oferta y la demanda, cabe destacar que hay una variable que es más importante que todas: la calidad. Porque sin ella, no habría buenos vinos. Y, sin ellos, no habría industria. Es por ello que, por más caída del consumo y estancamiento de las ventas, tanto en el mercado interno como en el externo, la calidad asoma como la luz al final del túnel.

Estas últimas semanas, el vino argentino obtuvo decenas de reconocimientos internacionales, y esto no hace más que confirmar la performance de las bodegas en los últimos años. No solo por la calidad y diversidad de sus vinos sino también por las propuestas enoturísticas que se ofrecen en la mayoría de las regiones vitivinícolas. Y la Argentina tiene las mejores bodegas del mundo, según Forbes. En este ranking anual de las mejores bodegas del mundo (“The World’s 50 Best Wineries”), la Argentina pateó el tablero y se quedó con la mayor cantidad de distinciones, además de acaparar el top 10.

De las cincuenta bodegas destacadas
De las cincuenta bodegas destacadas a nivel global, diecisiete son argentinas, lo que representa el 34% del listado (Imagen Ilustrativa Infobae)

De las 50 bodegas reconocidas, 17 son nacionales, lo que representa el 34% del listado, triplicando a los países que la siguen con un 10%. También, fueron reconocidos algunos espumosos nacionales en el Campeonato Mundial de Vinos Espumosos y Champagne (CSWWC por sus siglas en inglés), la única competición internacional de esa categoría juzgada por especialistas y dirigida a la nueva generación de consumidores que disfrutan de estos vinos en cualquier ocasión.

Y, además, una bodega argentina fue elegida como la mejor bodega del Nuevo Mundo por Wine Enthusiast, medio especializado de los Estados Unidos y referente internacional, en la entrega de los premios Wine Star Awards a las empresas y figuras más influyentes del mundo del vino, las bebidas espirituosas y los licores, quienes destacan por su dedicación e innovación en el éxito y crecimiento de la industria. A esto se le sumaron las siete bodegas argentinas que fueron incluidas en los 50 Best Vineyards, entre otros reconocimientos.

Este es el claro reflejo que la calidad es la que hace la diferencia, más allá que toda bodega precisa ser sustentable para trascender en el tiempo. Pero, a esta altura, la calidad no es negociable, porque sin ella no habría competitividad. Es cierto que aquellos que resaltan la baja de las exportaciones piden por un dólar más competitivo. Pero ese no es el camino, ya que posicionarse por precio sirve a corto plazo, pero no para trazar una estrategia que perdure en el tiempo. Para tener éxito a mediano y largo plazo hay que tener los pilares fundamentales bien resueltos, empezando por la calidad y siguiendo por la diversidad.

Los pilares del vino argentino

No hay que dejar que la rama tape el bosque o, en este caso puntual, tratar de ver la parte llena de la copa. Es evidente que el vino argentino es importante, aunque muchos aún no lo tengan en cuenta. Es la bebida nacional desde 2010 (decreto nro. 1800 y Ley Nro. 26870) por ser un producto de la tierra con cinco siglos de historia, ser muy importante social y económicamente hablando, también por la reconversión de la industria que sucedió en los 90’ y la calidad de los vinos logrados desde entonces. Es por ello que el vino argentino es considerado un “honorable embajador en el mundo”.

El vino argentino es la
El vino argentino es la Bebida Nacional desde el año 2010, lo que refleja su peso social y su rica tradición histórica

Algunos sostienen que en la balanza comercial no pesa tanto (menos del 1%). Sin embargo, su imagen positiva y mensaje aportan mucho más que dólares a la economía, ya que cada vez son más los turistas que llegan al país para disfrutar de los atractivos ecoturísticos. A su vez, muchos empresarios deciden invertir en el país seducidos por el Malbec, a pesar de las controversias y adversidades económicas locales.

Esto significa que el vino influye, de alguna manera, en el desarrollo del país y por eso también merece un día propio. Por suerte, el vino argentino muestra hoy otra cara de la moneda o, mejor dicho, su parte llena de la copa, y sigue ofreciendo razones para celebrar e ilusionarse con el futuro. Quizás no en el corto plazo, pero seguro en el mediano y largo plazo, ya que la calidad le asegura una larga y sana vida que debería significar un crecimiento sostenido.

Para ello, el vino argentino cuenta con algunos pilares fundamentales. El primero es el Malbec, porque si bien ha dejado de estar de moda en los Estados Unidos; principal mercado de destino de los vinos nacionales; sigue siendo el vino que distingue al país. Y así como los principales y más prestigiosos productores del mundo tienen vinos asociados en el imaginario de los consumidores globales, la Argentina tiene al Malbec como gran aliado.

El vino que sigue siendo el mejor vehículo para mostrar lugares y las interpretaciones de los hacedores de esos lugares. Por eso se dice que después del Malbec, viene más Malbec. Por suerte, el Malbec no está solo, ya que en el país se produce una gran diversidad de vinos y eso, además de ser muy apreciado por los consumidores, es otro de los pilares de la industria para soñar con un futuro (cercano) promisorio. Por otra parte, la Argentina ostenta una atractiva diversidad de uvas en sus viñedos que se ve reflejada en las góndolas de supermercados, vinotecas y restaurantes locales.

El Malbec sigue siendo el
El Malbec sigue siendo el varietal insignia del país y un distintivo clave frente a los consumidores globales del mundo del vino (Imagen Ilustrativa Infobae)

Y de a poco, dicha diversidad va trascendiendo las fronteras, aunque no al ritmo deseado por los productores. Es que una cosa es la capacidad de producción y su calidad, y otra diferente la comunicación y el posicionamiento. El caso del Malbec es único y difícilmente se repita con otra cepa en Argentina. Hoy, con menos de 2000 hectáreas plantadas, el Cabernet Franc es el varietal tinto que más suena más allá del Malbec. Pero el Cabernet Sauvignon; la variedad más reconocida del mundo; está volviendo con todo, y promete ser el nuevo gran varietal argentino, recuperando el prestigio que supo tener antes del auge del Malbec.

Pero en materia de tipos de vino, la gran noticia viene por el lado de los vinos blancos, que sorprenden por su calidad. Es decir que la Argentina tiene diversidad de variedades, de estilos de vinos, de regiones productoras, de tipos de vinos, etc. Y, dentro de esta variable hay mucho más potencial, sobre todo a mano de las nuevas regiones vitivinícolas. Porque eso no solo agrega más opciones, sino que además permite generar nuevos polos de vitivinícolas, con todo lo que ello implica.

Principalmente el enoturismo. Y este dato no es menor, ya que es una de las categorías que más crece dentro del turismo, generando un impacto positivo en la sociedad, por los dólares y la cantidad de puestos de trabajo que generan. A su vez, el auge del vino ha impactado de lleno en la gastronomía, no solo de Mendoza y las regiones vitivinícolas, sino también de todo el país en general y de la Ciudad de Buenos Aires en particular, que ya cuenta con algunos restaurantes premiados con estrellas Michelin.

Volviendo a los vinos, cada vez son más y mejores los exponentes. Y si bien se trata de agregar valor, muchas veces los hallazgos permiten mejorar los vinos de todos los segmentos. Hoy, el manejo del viñedo se ha optimizado, con mucha mecanización para las cosechas de los vinos masivos y dejando la cosecha manual solo para los exponentes de alta gama.

Hoy la tecnología y la
Hoy la tecnología y la innovación en viñedos y bodegas optimizan la producción, lo que mejora la calidad tanto en alta gama como en vinos masivos (Imagen Ilustrativa Infobae)

El manejo de la viña a lo largo del año es diferente y es por eso que todas las uvas en general se cosechan en el punto óptimo de madurez de acuerdo al vino buscado. En bodega la tecnología también juega un papel importante como en el viñedo. Y mientras en los vinos top los hacedores buscan intervenir lo menos posible para lograr expresar la uva y el lugar lo más posible, en los vinos masivos las decisiones también deben ser muy precisas. Porque cada una de ellas puede determinar la calidad resultante de millones de litros.

El vino ya sabe cuál es su camino y no es ajeno al desarrollo del país. Pero también el consumidor juega un papel fundamental, no solo porque lo compra para disfrutar, sino porque debe convertirse en el principal promotor de la bebida nacional.