
Un análisis sobre la relación entre mentalidad de crecimiento y motivación intrínseca indica que comprender cómo se conectan estos factores podría transformar la educación y la forma en que los estudiantes afrontan los desafíos.
El trabajo, realizado por Betsy Ng del National Institute of Education, se publicó en la revista Brain Sciences y revisa la evidencia sobre cómo el cerebro responde a la mentalidad de crecimiento y a la motivación intrínseca. Además, plantea preguntas fundamentales para el futuro de la investigación educativa.
El estudio parte de la premisa de que la mentalidad de crecimiento, entendida como la creencia de que la inteligencia y las habilidades pueden desarrollarse con esfuerzo y aprendizaje, y la motivación intrínseca, siendo el deseo de aprender por satisfacción personal, sin depender de recompensas externas, están profundamente interrelacionadas.
Aunque la mayoría de las investigaciones previas analizan encuestas y observaciones de comportamiento, la autora subraya que las técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional (fMRI) y la electroencefalografía (EEG), permiten acceder a procesos internos que antes eran inaccesibles.
El cerebro y la reacción a los errores

Entre los hallazgos principales, la revisión señala: “Los individuos con mentalidad de crecimiento son receptivos a la retroalimentación correctiva, exhibiendo una mayor respuesta de conciencia y atención ante los errores”. Dicho de otro modo, tienen una mayor capacidad para recuperarse de los errores y aprender de ellos.
Esta reacción se manifiesta en una mayor actividad en regiones cerebrales como la corteza cingulada anterior y el córtex prefrontal dorsolateral, involucradas en el control cognitivo y la adaptación conductual. La actividad cerebral ante los errores revela una disposición diferente hacia el aprendizaje y la superación.
Otro estudio que se basó en la exploración de la mentalidad de crecimiento demostró que aquellos estudiantes que creyeron posible fortalecer su inteligencia lograron mejorar sus notas en matemáticas a lo largo del año. En cambio, quienes mantuvieron una visión fija no experimentaron avances.
Motivación interna y sus fundamentos neuronales

Respecto a la motivación intrínseca, el análisis muestra que su base biológica radica en el sistema dopaminérgico, encargado de regular el placer y la recompensa en el cerebro.
Al sentir autonomía y tener libertad de elección, la persona activa una red de regiones cerebrales —incluido el estriado ventral y la corteza insular anterior— que refuerzan el interés y el compromiso con la tarea. La autora destaca investigaciones que vinculan la actividad en la corteza insular anterior y sus interacciones con un circuito neural de motivación interna.
Desafíos y el futuro de la educación y la neurociencia
A pesar de estos avances, la autora advierte que la investigación en neurociencia educativa sigue en sus primeras etapas. Existen obstáculos importantes: la mayoría de los estudios se desarrollan en entornos de laboratorio, lo que dificulta aplicar los hallazgos a contextos escolares reales.
Además, la medición objetiva de la motivación intrínseca continúa siendo un reto, ya que exige combinar observaciones conductuales con registros cerebrales durante periodos extensos.

El texto también resalta que la plasticidad cerebral —la capacidad del cerebro para reorganizarse y adaptarse— apoya la hipótesis de que intervenciones educativas centradas en la mentalidad de crecimiento pueden generar efectos duraderos en la motivación y el rendimiento.
No obstante, aún falta explorar cómo estos cambios se reflejan a nivel neural tras intervenciones escolares. Entre las recomendaciones, el estudio subraya la importancia de diseñar tareas con valor intrínseco, otorgar autonomía y brindar retroalimentación constructiva.
“La autonomía es el predictor más fuerte de la motivación intrínseca”, afirma la autora. Incluso pequeñas oportunidades de elección incrementan el interés y el compromiso de los estudiantes.
El artículo sostiene que la integración entre la neurociencia y la investigación educativa puede ofrecer herramientas novedosas para comprender y potenciar la motivación y el aprendizaje.

Los próximos pasos incluyen trasladar estos hallazgos a intervenciones en el aula y profundizar en cómo la retroalimentación, la autonomía y el desafío influyen en la motivación y el desarrollo cerebral a lo largo del tiempo.
La autora reconoce que subsisten preguntas abiertas, como el impacto de las diferencias individuales y de las condiciones sociales, pero sostiene: “La promoción de una mentalidad de crecimiento puede nutrir a las personas para aprender, al comprender que la inteligencia es maleable”.
Este enfoque promete preparar a los estudiantes para enfrentar los desafíos del siglo XXI con más resiliencia, curiosidad y capacidad de adaptación.
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