
En medio de una escalada sin sogas por la imponente Hermana Superior, una torre de arenisca de 1.830 metros en Utah, Steph Davis experimentó algo que va más allá de la destreza física. Mientras enfrentaba presas diminutas y el agotamiento amenazaba con hacerla caer, se sintió envuelta en una inesperada calma.
Su cuerpo, según relató a National Geographic, pareció tomar el control y guiarla hasta la cima. Ese episodio ejemplifica el llamado estado de fluidez, un fenómeno que no solo viven atletas de élite como Davis, sino también músicos, artistas y personas que encaran desafíos diarios.
La ciencia comenzó a descifrar qué ocurre en el cerebro durante estos episodios, y los expertos aseguran que, bajo determinadas condiciones, cualquier persona puede aproximarse a este estado mental.

Este fenómeno no es exclusivo de deportistas extremos. El actor Chris Hemsworth, conocido por su participación en la serie Limitless: Live Better Now, describió cómo alcanzó la fluidez durante una exigente escalada en la presa Luzzone, en los Alpes suizos —el muro de escalada artificial más alto del mundo, con 165 metros—.
Tanto Davis como Hemsworth relatan una sensación de control absoluto y desconexión del entorno, una experiencia compartida por creadores y ejecutantes sometidos a grandes retos. Según National Geographic, los desafíos cotidianos pueden provocar sensaciones similares al escalar muros de cientos de metros, y el estado de fluidez se revela como una herramienta valiosa para afrontarlos.
Definición y origen del estado de fluidez
El concepto de estado de fluidez fue formulado en 1975 por el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi, quien observó que artistas, ajedrecistas, bailarines y atletas solían sumergirse por completo en sus actividades.

Describió este fenómeno como una “corriente”, ya que muchos relataron dejarse llevar por una fuerza interna. Quienes lo experimentan pierden la noción del tiempo, se vuelven insensibles al dolor y logran una concentración total.
Un informe de 1996 recogió relatos de atletas profesionales que describían una absorción tal que el entorno desaparecía: un corredor aseguró no ser consciente de lo que sucedía a su alrededor; un lanzador de jabalina dijo que el tiempo parecía ir más lento durante el lanzamiento.
Csíkszentmihályi identificó tres condiciones esenciales para alcanzar el flujo: tener una intención clara, enfrentarse a un desafío al límite de las capacidades propias y contar con experiencia suficiente para abordarlo.
La neurocientífica Abigail Marsh, de la Universidad de Georgetown, colaboradora de Hemsworth, resume el fenómeno como “un equilibrio entre tus habilidades y el desafío que enfrentas”. Si el reto es fácil, la fluidez no surge; si es excesivo, predomina la frustración.
Ciencia y hallazgos recientes sobre el flujo

La investigación científica exploró los mecanismos cerebrales del flujo. Por su parte, John Kounios, neurocientífico de la Universidad de Drexel, distingue dos grandes teorías: una propone que el flujo exige una concentración intensa de los recursos cerebrales; la otra sugiere que el cerebro se relaja, permitiendo que las habilidades internalizadas tomen el control.
En 2024, Kounios y David Rosen estudiaron a 32 guitarristas de jazz, de distintos niveles, mientras improvisaban y reportaban si lograban la fluidez. Según National Geographic, los músicos expertos accedieron a la fluidez más a menudo y con mayor intensidad.
Además, los electroencefalogramas mostraron una disminución en la actividad de los lóbulos frontales —áreas vinculadas a la organización, atención y metas— durante el estado de flujo. “Si el flujo implicara más concentración, habría más actividad en los lóbulos frontales”, señaló Kounios.

En vez de eso, los expertos activaban zonas asociadas a la audición y la visión, lo que confirma que el cerebro delega el control consciente y la pericia toma el mando.
Kounios concluye que el flujo aparece cuando la experiencia guía la acción, evitando el esfuerzo consciente y deliberado. Así, la experiencia se convierte en requisito indispensable para acceder a este estado, ya sea en desafíos extremos o tareas cotidianas.
Cómo acercarse al estado de fluidez
Los especialistas recomiendan concentrarse en actividades estimulantes y valiosas, asumiendo retos que requieran habilidades ya dominadas. Marsh advierte que no existe un camino corto hacia el flujo: es la recompensa obtenida al afrontar desafíos complejos.

Al adquirir una nueva habilidad, no suele alcanzarse el flujo al principio; la perseverancia frente al estrés y la dificultad es lo que permite desarrollar la experiencia necesaria. Kounios distingue entre flujo y absorción: mientras el primero exige práctica y reto, la segunda puede surgir cuando alguien se sumerge en actividades como leer o ver una película.
Más que perseguir insistentemente el estado de flujo, Marsh recomienda disfrutar de los pasatiempos y actividades que motivan, pues la fluidez brota como un efecto secundario placentero de la dedicación y el esfuerzo.
Davis coincide: para los escaladores, el objetivo es “enviar”, es decir, llegar a ese estado en el que la dificultad y la satisfacción se entrelazan. Solo cuando la exigencia es máxima y el reto superado, la experiencia resulta realmente recompensante.
Al alcanzar la cima de la Hermana Superior, Davis describió una sensación de armonía y bienestar absoluto. Para los expertos, ese premio emocional es el verdadero motor detrás de quienes buscan nuevos desafíos y se superan continuamente.
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