
En la actualidad, el fenómeno del bullying se presenta como una de las formas más persistentes y dañinas de violencia entre pares, tanto dentro como fuera del ámbito escolar.
Según la definición compartida por UNICEF, el bullying es una forma de violencia entre pares que ocurre en el ámbito escolar y que se caracteriza por ser intencionada, repetida en el tiempo y con una diferencia de poder entre quien agrede y quien es agredido.
Este comportamiento puede incluir desde agresiones físicas como empujones, golpes o amenazas, hasta formas más sutiles como la exclusión social, la burla constante o la difusión de rumores.
La organización Optum refuerza esta idea al subrayar que el bullying implica una conducta agresiva no deseada, enmarcada en un desequilibrio de poder, y que se repite en el tiempo.

Otra forma habitual es el bullying verbal, donde se utiliza el lenguaje para herir: insultos, apodos peyorativos, comentarios homofóbicos o racistas y burlas son algunos de sus recursos.
En el entorno digital, el ciberacoso ha adquirido un protagonismo creciente, y UNICEF advierte que uno de cada tres niños ha sido víctima de este tipo de violencia.
Este último puede incluir desde la publicación de contenidos humillantes hasta el acoso mediante mensajes privados o la difusión de datos personales con intención de avergonzar.
Estudios realizados por UNICEF advierten que el acoso prolongado tiene efectos duraderos en el desarrollo infantil. La exposición constante a situaciones de hostigamiento impacta negativamente en el rendimiento académico y en la confianza personal.

A medida que el entorno se vuelve hostil, muchos estudiantes comienzan a aislarse, muestran desinterés por el aprendizaje y experimentan una caída sostenida en sus calificaciones.
Esta experiencia también influye en su comportamiento fuera del aula, afectando vínculos familiares, relaciones sociales y la percepción que tienen de sí mismos.
La detección temprana de estos casos, junto con una red de apoyo estable, puede marcar una diferencia profunda en el bienestar del menor y en su trayectoria futura.

Los conflictos, aunque incómodos, forman parte del desarrollo social y no se caracterizan por una intención sistemática de dañar ni por un desequilibrio de poder persistente. El bullying, por el contrario, se basa en una relación desigual donde el agresor sostiene su conducta en el tiempo con el fin de someter o intimidar a la víctima.
En cuanto a las motivaciones que impulsan a un niño o adolescente a acosar a otro, Kids Health señala que algunos menores buscan reforzar su estatus social o ganar control al identificarse con figuras más fuertes o populares, mientras que otros reproducen comportamientos abusivos aprendidos en sus hogares o entornos cercanos. .

La intervención frente al bullying debe ser integral, cuidadosa y centrada en el niño. UNICEF afirma que, si un menor confiesa estar siendo acosado, lo primero es escucharlo con atención y sin juzgar, agradecerle por compartir su experiencia y asegurarle que no es su culpa.
Según Anti-bullying Alliance, también es esencial dejar en claro que se va a trabajar junto a él para encontrar una solución, evitando tomar decisiones sin su consentimiento.
En ese sentido, la organización recomienda llevar un registro detallado de los hechos, una suerte de diario de incidentes, que pueda luego compartirse con la institución escolar.

Es importante no alentar respuestas violentas. Kids Health coincide en que animar al niño a devolver la agresión, golpear o insultar al acosador puede agravar la situación, poner al menor en riesgo físico y exponerlo a sanciones escolares.
En lugar de eso, se sugiere enseñarle a alejarse del agresor, a usar estrategias para desactivar la provocación, como responder con frases neutras o mostrarse poco afectado, y a buscar siempre el apoyo de un adulto.
Asimismo, el sitio Vic.gov.au introduce el concepto de “fogging”, una técnica que consiste en aceptar de forma indiferente lo que el acosador dice, despojándolo así de poder, aunque es muy difícil de hacerlo, porque la persona está sufriendo mucho y solamente él puede sentir lo que vive.

El entorno familiar cumple un rol fundamental. Anti-bullying Alliance subraya la importancia de reforzar la autoestima del niño mediante actividades extracurriculares que fortalezcan sus habilidades sociales y le permitan formar amistades fuera del espacio donde se produce el bullying.
En tanto, Kids Health aconseja fomentar conversaciones diarias en las que también se hablen de los aspectos positivos del día, con el fin de construir un clima de confianza donde el niño se sienta seguro de expresar sus emociones.
El rol de la escuela es irrenunciable. Según Anti-bullying Alliance, todos los centros educativos deben contar con una política de comportamiento clara que contemple medidas preventivas y protocolos frente al bullying.

Se enfatiza la necesidad de una respuesta coherente y coordinada entre la familia y el centro escolar, donde sean los docentes y el personal quienes se ocupen de intervenir con los agresores.
Si las medidas escolares no son suficientes, Kids Health y UNICEF coinciden en que puede ser necesario acudir a autoridades legales, sobre todo si hay amenazas graves o agresiones físicas.
Las leyes contra el bullying varían según la jurisdicción, pero en muchos casos reconocen el derecho del menor a ser protegido de cualquier forma de violencia.

La organización señala que este tipo de hostigamiento puede afectar no solo al estudiante directamente involucrado, sino también a los testigos, a las familias y a toda la cultura escolar.
Por eso, se alienta a las escuelas a construir una comunidad inclusiva, con políticas claras de prevención y participación activa de toda la comunidad educativa.
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