
Durante décadas, la neurociencia ha operado bajo un modelo de sistema nervioso, que prioriza las estructuras que componen el sistema nervioso central (SNC), es decir aquellas con cobertura ósea, esto es el encéfalo con el cráneo y la médula con la columna vertebral, como ejes casi excluyentes de todas las funciones, asignando al sistema nervioso periférico (SNP) un rol subsidiario. Este enfoque jerárquico, que posiciona al cerebro como núcleo de control, ha dominado la investigación científica por más de un siglo. También corresponde a un modelo de aparato psíquico en el cual un centro de control de mando, maneja a distancia cual operario de una máquina. No obstante, hallazgos recientes, con publicaciones cada vez más frecuentes, cuestionan este paradigma, revelando una red más compleja, dinámica y descentralizada.
En el marco de la Semana Mundial del Cerebro, urge adoptar esta perspectiva integral con una visión holística del sistema nervioso. Reconocer la interdependencia neuronal entre neuronas centrales y periféricas, allana el camino para tratamientos más específicos y adecuados y una comprensión profunda de la salud y la enfermedad. La neurociencia del futuro debe trascender el cerebro, abrazando la complejidad de una red unificada.
En los últimos años, avances innovadores, pero más allá de estos una nueva mirada sobre fenómenos a los cuales se les daba menor importancia, han transformado nuestra visión del sistema nervioso, desafiando la noción o paradigma tradicional que ubica al sistema nervioso central como regulador principal y casi único de las diferentes funciones del mismo. La evidencia emergente subraya una interacción compleja y fascinante entre el SNC y el sistema nervioso periférico, proponiendo una perspectiva unificada que integra todas las neuronas corporales. Estudios demuestran que neuronas distribuidas globalmente participan activamente en procesos cognitivos, sensoriales, inmunológicos y emocionales. Esta visión exige reinterpretar el sistema nervioso como una entidad cohesionada, no como una estructura piramidal, con un mando y control y un efector periférico, subsidiario y secundario.

Es decir, el cambio de paradigma es de un modelo centralizado en el encéfalo a un sistema nervioso concebido como una red neuronal integrada bajo sistemas en los cuales la jerarquía es en alguna medida autónoma y está distribuida en función de las necesidades, motoras, cognitivas, inmunohumorales etc. El caso más concreto que ilustra esto es el rol de las neuronas y sistemas periféricos que regulan activamente procesos fisiológicos clave. Así, por ejemplo, hay poblaciones neuronales específicas en el sistema simpático, es decir, que corresponden al conocido como sistema nervioso autónomo (SNA) que controlan funciones como la digestión y el metabolismo, y sobre las cuales, en principio, no tenemos control, consciente al menos. Además, la interacción entre neuronas y células gliales periféricas modula la excitabilidad neuronal y la regeneración, evidenciando la complejidad autónoma de estas redes.
Dentro de este sistema un ejemplo paradigmático y del cual se habla mucho, en particular por fuera de la neurología en relación con regímenes o regeneraciones del tracto digestivo, es el sistema nervioso entérico (SNE), llamado así por “enteros”, intestino, conocido como el “segundo cerebro”.
Con más de 500 millones de neuronas, el sistema nervioso entérico regula la digestión independientemente del cerebro, coordinando motilidad y secreción enzimática. Su comunicación con el sistema nervioso central es en ambos sentidos, SNC-SNE y SNE -SNC, y es mediada por el nervio vago y neurotransmisores como la serotonina que sería producida en un 90% en el intestino, neurotransmisor central en las emociones y la cognición (Estudio de Caltech 2023-New Study Demonstrates How Autonomic Neurons Control Digestive Functions).

De igual forma, investigaciones sobre el sistema nervioso autónomo (SNA) indican que neuronas en corazón y pulmones procesan señales sin órdenes cerebrales directas. Las neuronas cardíacas, por ejemplo, regulan ritmos mediante actividad eléctrica intrínseca, vinculada a estados emocionales como ansiedad o depresión. De allí que empezamos a entender cada vez más los cuadros que, usando una terminología que pronto será antigua, llamamos psicosomáticos. Otro hallazgo revolucionario en los últimos años es el papel de las neuronas periféricas en las funciones cognitivas y sensoriales. Contrariamente a la consideración tradicional de que la percepción se centralizaba en el cerebro, estudios sugieren que neuronas en piel, músculos y órganos interpretan estímulos aun antes de enviar datos al SNC.
Los nociceptores que son receptores al dolor, por ejemplo, no solo transmiten señales, sino que modulan su percepción mediante señales bioquímicas locales. Investigaciones indican que estas neuronas pueden “recordar” lesiones previas, alterando su sensibilidad y contribuyendo al dolor crónico, incluido síndromes dolorosos crónicos que son tratados con infinidad de abordajes farmacológicos sin éxitos significativos. Los propioceptores, los receptores que integrando las vías propioceptivas nos permiten ubicarnos espacialmente, muestran procesamiento local esencial para el movimiento y el equilibrio.
Otro sistema de sumo interés es el inmunológico, que también interactúa estrechamente con el sistema nervioso. Neuronas y células inmunitarias se comunican mediante neurotransmisores y citocinas, modulando inflamación y respuestas inmunes. Esta interconexión es crucial en enfermedades autoinmunes, donde disfunciones neurales exacerban la patología. El fenómeno inflamatorio y la función de las citoquinas que cobrara difusión en la época de la pandemia como probable aspecto central en la patología, comienza a demostrar cada vez más interacciones con el SNA y el SNC. Aquí también es donde la percepción de alteraciones en ciertas áreas que se manifiestan en la esfera psíquica, como es el estrés y los fenómenos autoinmunes e inflamatorios, es un área muy promisoria de investigación.

El interés de repensar y reformular el paradigma del sistema nervioso de esta manera integradora redefine totalmente la mirada y el abordaje de trastornos neurológicos, psiquiátricos, pero también clínicos. Condiciones neurodegenerativas como la enfermedad de Parkinson o la demencia tipo Alzheimer se han asociado a disfunciones tempranas en el sistema nervioso entérico, sugiriendo que anomalías periféricas podrían preceder a síntomas centrales. Trastornos como fibromialgia o el síndrome de fatiga crónica, antes considerados psicosomáticos, ahora se vinculan cada vez más a alteraciones en el sistema nervioso periférico.
El reconocimiento de la bidireccionalidad SNC-SNP promueve enfoques holísticos para enfermedades con síntomas neurológicos y sistémicos. Esto impulsa terapias que integran el sistema nervioso en su totalidad y a todo el organismo, en suma, integrado, en lugar de centrarse únicamente en sus componentes centrales o periféricos y no solo sus componentes aislados, con fármacos que pueden estar desempeñando funciones opuestas a las que originan y mantiene el problema clínico.
Conclusión, la necesidad de un cambio de concepción respecto al sistema nervioso como red dinámica integrada Toda esta creciente evidencia demanda una transformación paradigmática: el sistema nervioso debe entenderse como una red interconectada, no jerárquica, de manera univoca y unidireccional. La colaboración entre componentes centrales y periféricos es vital para la homeostasis y adaptación ambiental. Los tratamientos médicos también deben evolucionar, integrando terapias que aborden estos nuevos paradigmas de manera integrada y no aun admitiendo parte de ellos hacerlo fuera de contexto. Ejemplo de esto es el auge de terapias entéricas y probióticos, pero sin una concepción y estudios diagnósticos holísticos.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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