
El optimismo se define, a grandes rasgos, como la propensión a observar y evaluar la vida de manera positiva. Sobre esta característica hay múltiples inquietudes que los expertos han intentado desentrañar.
¿Los jóvenes son más optimistas que los adultos mayores? ¿Se puede impulsar el optimismo? Estas fueron algunas de las preguntas que respondieron especialistas consultados por Infobae y un reciente artículo académico.
Para Martín Wainstein, profesor consulto e investigador de psicología social de la Universidad de Buenos Aires (UBA), “el optimismo es una actitud subjetiva, mental y emocional, que se basa principalmente en las expectativas. La idea es que el futuro se visualiza desde una perspectiva positiva, y resalta lo favorable de las situaciones posibles. Así, la persona optimista cree que las cosas saldrán bien, que es posible influir positivamente en las circunstancias y en su propio futuro”.
“Además, esto está relacionado con la autopercepción de resiliencia, es decir, la capacidad de recuperarse frente a la adversidad, y con la autoeficacia, la habilidad de influir en los eventos para que las cosas salgan bien”, planteó Wainstein en diálogo con Infobae.

Mientras que el médico psiquiatra y psicoanalista Sergio Rojtenberg, integrante de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA), conversó con este medio y reflexionó sobre el optimismo entre los jóvenes. “Es muy difícil generalizar una respuesta con respecto a los jóvenes, porque depende del contexto: ¿en qué clase social se encuentran? ¿En qué grupo etario? ¿En qué ocupación? ¿Qué hacen sus padres? ¿Qué facilidades tienen? Lo más importante es qué esperanzas y proyectos pueden cultivar o ver en el horizonte como para generar optimismo, que consiste en poder diagramar las cosas con la visión más favorable posible, lo que es absolutamente lo contrario del pesimismo”.
“Si contamos con medios, tanto individuales, personales, psíquicos, materiales y sociales para poder hacerlo, evidentemente seremos optimistas, incluso cuando enfrentemos dificultades económicas, para conseguir trabajo, o al tratar de avizorar futuros o proyectos, o en cuanto a nuestra calidad de vida, parejas o estados de salud mental. Por encima de todo, los modelos que los mayores permitan elegir o acceder, siendo los referentes de los jóvenes, probablemente faciliten este proceso. Si no, va a costar”, sumó Rojtenberg.
El optimismo y la salud
En tanto, en un artículo académico publicado en The Conversation, Eloise Fairbank, investigadora en la Universidad de Concordia y especialista en los vínculos entre el apoyo social, el estatus social subjetivo y la salud infantil, junto con James Borenstein-Laurie, también de la Universidad de Concordia, abordaron la relación entre el optimismo y la salud en jóvenes.
Fairbank y Borenstein-Laurie plantearon una cuestión que muchos padres se han hecho: “Si alguna vez le ha dicho a su hijo que mire el lado positivo de las cosas o le ha enseñado a ver el vaso medio lleno, quizá se pregunte si pensar positivamente tiene beneficios reales”.

Según los investigadores, diversos estudios muestran que las personas más optimistas tienden a tener mejor salud física, incluidos beneficios cardiovasculares y menos enfermedades. “Los adultos optimistas tienen una mejor salud cardiovascular, menos enfermedades e incluso pueden vivir más que sus pares menos optimistas”. Este fenómeno también parece extenderse a los niños y adolescentes, de acuerdo a este planteo.
Los autores analizaron diversos estudios que señalaron que los jóvenes optimistas podrían tener una mejor dieta, hacer ejercicio con más frecuencia y consumir alcohol y drogas con menos asiduidad.
Fairbank y Borenstein-Laurie también señalaron que ser positivo influye en cómo las personas enfrentan los eventos estresantes, lo que a su vez afecta su bienestar. “Probablemente, pienses en dos amigos (o hijos) en tu vida: uno que es relativamente más optimista y el otro relativamente más pesimista. Imagina que estas dos personas experimentan el mismo evento estresante, como suspender un examen. Lo más probable es que experimenten y manejen la situación de maneras muy diferentes”, plantearon.
Las personas optimistas, según los especialistas, tienden a afrontar el estrés de manera más eficaz, al reformular los desafíos de forma positiva, mientras que las que son pesimistas suelen alejarse de los problemas y sus emociones. Esto se refleja en un mejor estado de salud mental en los optimistas y, en muchos casos, en una mayor capacidad para proteger su salud física a largo plazo.

“Una persona que espera resultados positivos tiene más probabilidades de proteger su salud de manera proactiva mediante una mejor dieta y ejercicio y una reducción del tabaquismo”, apuntaron.
La doctora Lucía Crivelli, jefa de Neuropsicología de Fleni, destacó en diálogo con Infobae que, según Viktor Frankl, fundador de la logoterapia, la actitud positiva frente a las adversidades puede ser cultivada al encontrar un propósito en las experiencias diarias, incluso en las más desafiantes. “Frankl sugiere que la búsqueda de sentido es una fuente poderosa de esperanza, permitiendo que las personas enfrenten las dificultades con una perspectiva más positiva”, afirmó.
Consultada sobre si existen personas más optimistas que otras, Crivelli respondió afirmativamente, e indicó que las diferencias pueden depender de varios factores, como las experiencias de vida, la personalidad y el entorno familiar. “Existen personas que suelen interpretar los eventos desalentadores como algo transitorio, favoreciendo el optimismo”, explicó. Además, subrayó la importancia del contexto en el que vive cada individuo. “Alguien que cuente con una red de apoyo emocional tenderá a enfrentar los desafíos de manera más resiliente y con mayor motivación”, agregó.
La especialista también destacó la influencia del propósito en la resiliencia y el optimismo. “Según Frankl, aquellas personas que logran identificar un propósito profundo en sus vidas tienden a ser más resilientes y optimistas”, comentó. “Además, quienes reconocen su libertad interior para elegir tienen una actitud positiva frente a las circunstancias, incluso en situaciones adversas, y desarrollan una mayor capacidad para enfrentar desafíos con optimismo”, añadió.

En cuanto al abordaje de personas con una visión más pesimista o que encuentran difícil mirar el futuro con esperanza, Crivelli mencionó diversas estrategias. Una de ellas es la reestructuración cognitiva, utilizada en las Terapias Cognitivo-Conductuales (TCC). Esta técnica busca identificar y desafiar los pensamientos negativos automáticos con evidencia más realista y positiva. “Esta consiste en identificar aquellos pensamientos que aparecen en nuestra mente de forma automática con una connotación negativa para luego desafiarlos con evidencia más realista y positiva”, explicó.
Asimismo, Martín Wainstein apuntó: “Las personas mayores no son, quizá, tan optimistas. Esto puede deberse a que tienen una mayor educación histórica y están más inmersas en las problemáticas económicas, políticas y sociales globales. Muchos adultos mayores tienen expectativas preocupantes sobre el futuro del mundo. Este pesimismo puede estar relacionado con el hecho de que los líderes globales actuales no son considerados demasiado confiables, especialmente cuando se observan los puntos de conflicto en el planeta”.
“No es lo mismo la expectativa de un joven en una sociedad industrializada y urbana, con cierto desarrollo económico y apoyo estatal o privado, que la de alguien marginado del sistema social o económico en países en desarrollo. Para obtener una visión más completa, sería interesante estudiar las canciones más representativas de la juventud global actual. Al analizar los principales éxitos musicales, uno podría observar que muchos de estos reflejan un tono pesimista, especialmente en temas como el amor, la posibilidad de prosperar económicamente, la vida cotidiana, el trabajo y las drogas”, dijo Wainstein.

Por su parte, Sergio Rojtenberg cerró: “La caída de ideales personales y sociales, la laxitud o doble moral de los referentes, y la pérdida de proyectos, obligan a repensar la problemática de los jóvenes en relación con el optimismo o pesimismo. Porque todas estas condiciones pueden contribuir a la validación y el estímulo, en contextos donde existen proyectos, trabajo, desarrollo económico e inclusión, y no simplemente una masa de pobreza. De lo contrario, se invalidan las potencialidades humanas, lo que tiene severas consecuencias sobre la capacidad de amar, trabajar, producir y mantener el optimismo”.
Volviendo a Fairbank y Borenstein-Laurie, ellos advirtieron que, aunque el optimismo tiene claros beneficios, no es una solución mágica. “Lamentablemente, aunque parezca ser un ingrediente importante para una vida más feliz y saludable, el optimismo no es una cura mágica”. Para estos especialistas, es importante equilibrarlo con elecciones de estilo de vida saludables.
Para aquellos que deseen fomentar el optimismo, los investigadores señalaron que un ejercicio simple de escritura puede tener efectos notables: “Cuando las personas escribieron sobre su ‘mejor yo posible’ en un futuro imaginado en el que han alcanzado todos sus objetivos, informaron un mayor optimismo”.
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