“Yo soy electricista. Y mi sueño siempre fue ser actor, y de ciencia ficción, puntualmente”, cuenta Facundo Baban, con una mezcla de humildad y asombro, todavía incrédulo de lo que le tocó vivir: compartir escenas con Ricardo Darín y Carla Peterson en la serie El Eternauta, la megaproducción de Netflix dirigida por Bruno Stagnaro. “Imaginate que acabo de dejar a los chicos en la obra y terminé grabando una escena con Darín. ¿Cómo no voy a estar agradecido?“, relata a Teleshow.
Desde San Luis, donde trabaja haciendo changas de electricidad y albañilería, Baban fue convocado sin saber que iba a integrar una de las series más esperadas de la televisión argentina. “Yo estaba haciendo una changuita en San Luis. Me llega el llamado y me dicen: ‘tenés que estar el lunes en Buenos Aires’. Pedí permiso, junté unos mangos, agarré el autito y me fui. Cuando me mandaron el guion y vi que era El Eternauta, no lo podía creer”.
Lo que empezó como un casting sin muchas expectativas se convirtió en una experiencia transformadora. “Cuando llegué al rodaje, no sabía ni quién era Juan Salvo. Me enteré por una nota que el protagonista era Darín. Ahí sí, los nervios… No se puede debutar así. ¡Soy electricista, no puedo debutar así!”, se ríe, Baban.

Facundo no pasó desapercibido. “Aparezco 20 minutos y la gente me reconoció. En Ensenada me vieron crecer. De pedir pan viejo en las panaderías, a que me digan ‘orgullo ensenadense’ en redes. ¿Cómo no voy a estar agradecido? Es mágico”.
Con tres hijos, una historia de esfuerzo desde la infancia, y la determinación de seguir aprendiendo, Baban es hoy una de las sorpresas más queridas que dejó el fenómeno cultural de El Eternauta.
Una travesía desde las changas al set de Netflix
La historia de Facundo Baban no comienza en una escuela de teatro ni en un escenario, sino entre cables, herramientas y changas en el interior del país. El deseo de actuar lo acompañó desde siempre, aunque nunca pudo estudiar formalmente. Su camino hacia la serie El Eternauta comenzó en plena pandemia, gracias a un correo electrónico que lo conectó con un casting inesperado.

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—¿Cómo fue que entraste al mundo de la actuación?
—Yo soy electricista. Y me gusta actuar. Mi sueño siempre fue ser actor, y de ciencia ficción, puntualmente. Es un género que me encanta. Nunca estudié nada. Todo lo que aprendí fue observando.
—¿Tuviste alguna experiencia previa?
—Unos bolos de extra. Porque cuando tenés el sueño, te empezás a meter. Pero nunca estudié actuación.
—¿Cómo llegaste al casting de El Eternauta?
—En pandemia, me llegó un mail para un casting de La sociedad de la nieve. Mandé material. No quedé, pero la misma coach con la que trabajé me llamó un año después y me ofreció participar en una nueva serie nacional. Me hizo firmar un contrato de confidencialidad y me dijo: ‘Tenés que estar el lunes acá’. Yo estaba haciendo changas en San Luis. Agarré el autito, pedí permiso y me fui para Buenos Aires.
—¿Qué sentiste cuando te dijeron que era para El Eternauta?
—Primero ni lo sabía. Cuando me llega el guion y leo que es El Eternauta, dije: “Esto va a ser muy nuestro”. Para mí, ya estar frente a una cámara era un sueño realizado.
—¿Cómo fue ese primer casting?
—Muy relajado. Con gente que ya había visto por Zoom durante mucho tiempo. La mayoría de ese grupo quedó. Hicimos una filmación breve. Ningún famoso, sólo la coach. Me vuelvo a casa, sigo con mis cosas, y al mes me llaman: ‘Quedaste‘. Me mandan los guiones y el plan de rodaje. Mis escenas eran en junio y julio. Me puse a estudiar mis líneas con toda la ilusión. Las practiqué 25 mil veces.
El rodaje junto a Ricardo Darín y Carla Peterson
Para alguien que nunca había actuado profesionalmente, enfrentar un rodaje con nombres como Ricardo Darín y Carla Peterson parecía una locura. Pero Facundo Baban lo vivió como lo que es: un trabajador más, comprometido, nervioso, pero también dispuesto a aprenderlo todo. Aquí, repasa ese primer contacto con el set, los ensayos y la sorpresa de compartir escena con íconos del cine argentino.
—¿Cómo fue tu llegada al rodaje?
—El despliegue de producción fue tremendo. Me trataron excelente. Comí de diez. Me tocó tratar con Darín y con Carla Peterson en un comedor. Imaginate, yo soy electricista y estaba ahí con ellos.
—¿Sabías desde el inicio que ibas a actuar con Ricardo Darín?
—No. Me enteré unos días antes porque se filtró una imagen. Cuando vi que estaba Darín, los nervios… las piernas me temblaban. ¡No se puede debutar así!

—¿Cómo fue actuar con él?
—Fue una escena que repetimos tres veces, nada más. Porque había una gente que interrumpía y se cambiaron algunas líneas. Pero salió bastante rápido.
—¿Cómo era el trato con ellos fuera de cámara?
—Charlábamos en los almuerzos. Con Carla, con Ricardo. Parecía estar charlando con mi maestra del secundario y con el carnicero del barrio. Así te lo digo. Gente absolutamente accesible.
—¿Alguna anécdota que te haya quedado grabada?
—Sí. Un día Darín llegó como cansado y dice: “Se me prendió fuego un enchufe de la cocina”. ¡El mismo problema que tengo yo! Le dije que era electricista, que le arreglaba el enchufe.
Aunque fue convocado como actor, el instinto de Facundo Baban como electricista nunca se apagó. Entre toma y toma, su mirada profesional lo llevaba inevitablemente a fijarse en los detalles técnicos del rodaje. Esta dualidad entre lo artístico y lo manual se hizo presente durante toda su experiencia en El Eternauta.
—¿Te daban ganas de ayudar desde tu rol técnico?
—¡Sí, sí! Estaba todo el tiempo atrás mirando: ‘¿Qué acomodo? ¿Qué ayudo? ¿Qué veo?’. Mi cabeza siempre está arreglando cosas. Estaba en el set y veía que tiraban cables, y me daban ganas de ir a traerlos.

—¿Te reprimiste o llegaste a ayudar efectivamente?
—No, no me lo reprimí. Lo hice. En dos o tres cositas ayudé. No me lo voy a reprimir. Imaginate, si Darín me dice que se le prendió fuego un enchufe, yo no pierdo la oportunidad. Le dije: ‘Soy electricista. Si querés, el fin de semana me voy al campo’. No me contestó, estaba rodando, pero se lo dije.
—¿Te sentiste bien recibido?
—Sí, completamente. El ambiente en el rodaje fue muy familiar, muy contenedor. Muy lejos de lo que uno imagina al ver una producción por televisión. Te miraban a los ojos a la mañana y te preguntaban: “¿Cómo estás?”. Si decía que estaba nervioso, me contenían. Fue hermoso.
El reconocimiento inesperado
Aparece apenas unos minutos en pantalla, pero fue suficiente para que Facundo Baban se convirtiera en un orgullo local. En su barrio, en Ensenada, todos lo reconocen. Y para alguien que creció en la pobreza y se abrió camino con esfuerzo, ese reconocimiento tiene un valor incalculable.
—¿La gente te reconoce por la serie?
—Sí, sí. Me reconocen en la calle. Yo soy vago, camino, busco mi changa, y la gente me reconoce. En Ensenada me vieron caminar de chiquito. ¡Cómo no me van a reconocer!
—¿Qué tipo de repercusión tuviste en tu barrio?
—Una locura. La página de Facebook Posta Ensenada publicó “Orgullo ensenadense” y explotaron los mensajes. A mi vieja la volvieron loca con saludos y felicitaciones. Aparezco 20 minutos y mirá todo lo que generó.
—¿Qué pensás de todo esto?
—Es mágico. De verdad. ¿Cómo no lo van a disfrutar conmigo si me vieron pedir pan del día anterior en la panadería? Hoy me ven en El Eternauta. Es muy fuerte.

—¿Qué te dicen tus hijos?
—Están chochos. Yo siempre fui de andar con ellos para todos lados. Los hice relacionarse con todo el mundo, así que son como yo. Si te presento a mi hijo más grande, te olvidás de mí. ¡Una personalidad tremenda!
La vida antes y después de El Eternauta
Antes de los guiones, las luces y el reconocimiento, la vida de Facundo Baban fue de esfuerzo y resiliencia. La actuación llegó sin formación, pero con mucha calle y un pasado que lo marcó profundamente. Entre changas, cerámicos y cables, este electricista forjó su camino con una fuerza que sigue vigente incluso después del rodaje.
—¿Cómo fue tu infancia y adolescencia?
—Recontra pobre. Como la de muchos. Iba a buscar fruta picada a las verdulerías, pan de ayer a las panaderías. Cortaba el pasto para juntar unos mangos. Dejé la escuela a los 13 años.
—¿Fuiste padre muy joven?
—Sí, a los 17 años. Trabajaba por 80 pesos al día para comprar pañales, hacer la comida y que quedara algo para el colectivo. Fueron muchos años así, hasta que aprendí el oficio y empecé a manejarme por mi cuenta.

—¿Pudiste volver a estudiar después?
— No. Hoy en día me cuesta entender y aprender algunas cosas. Me choco con los números, con las cuentas. Pero voy aprendiendo sobre la marcha, como siempre hice.
Un sueño que recién empieza
—¿Qué planes tenés ahora?
—Estoy en un casting. Ya mandé un video de presentación con el personaje. Es para otra serie argentina. Si no sale, intentaré con otro. Mientras tanto, sigo instalando cables, poniendo cerámicos. Lo que la vida me depare.
—¿Qué te impulsa a seguir?
—Ya estuve peor. Todo es ganancia para mí. Lo que Dios me ponga en frente, eso voy a hacer. Siempre fue así. Ser padre, salir a cortar el pasto, hacer changas. Y si llega otro papel, bienvenido sea.
Aunque el mundo entero lo vio debutar en una de las escenas más comentadas de El Eternauta, Facundo Baban no deja de ser ese tipo que, si ve un enchufe prendido fuego, va y lo arregla. Como él mismo relató, incluso en medio de un rodaje con Netflix y figuras del cine argentino, no podía evitar mirar los cables en el piso y ofrecer ayuda. “Mi cabeza siempre está arreglando algo. No iba a dejar de agacharme a ayudar con eso”, dijo. Y lo hizo. Su historia no termina con una ovación, sino con una escena real: un actor que vuelve a su casa, se pone el mameluco y sigue adelante.
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