
La posibilidad de leer los pensamientos humanos y compartir información mental sin palabras ha dejado de ser una fantasía de la ciencia ficción para convertirse en un tema de estudio real. La colaboración entre neurocientíficos y expertos de otras disciplinas ha impulsado experimentos pioneros, donde la comunicación de cerebro a cerebro ya no solo resulta viable, sino que inaugura un nuevo horizonte de investigación. Frente a lo que hasta hace poco considerábamos un truco de carnaval o una escena típica de historias ciberpunk, hoy existen resultados tangibles obtenidos en laboratorios alrededor del mundo.
Estos avances plantean expectativas inéditas para la medicina, la comunicación y la sociedad, así como desafíos éticos y técnicos que apenas comienzan a explorarse. Los trabajos recientes ilustran el vertiginoso progreso del sector: desde los primeros experimentos internacionales de transmisión mental hasta sistemas más complejos diseñados para interacciones colaborativas y soluciones potenciales en el ámbito clínico.
Del experimento cerebral a BrainNet: la nueva comunicación sin palabras
En 2014, un equipo de científicos organizó un experimento pionero que permitió la primera transmisión de palabras de un cerebro humano a otro, separados por 8.000 kilómetros, entre India y Francia. Los voluntarios, equipados con un sistema inalámbrico de electroencefalograma (EEG), participaron en un proceso que combinó dos tecnologías clave: las interfaces cerebro-computadora y las interfaces computadora-cerebro. Mediante electrodos situados en la cabeza de cada individuo, el sistema tradujo los pensamientos en código binario. El mensaje viajó por internet y, al llegar a su destino, una computadora envió instrucciones al cerebro receptor mediante estimulación magnética transcraneal. Este impulso magnético amplificó los estímulos eléctricos en las neuronas y permitió al receptor distinguir, de forma no verbal, la llegada de información.

El resultado fue que el receptor en Francia captó las palabras “ciao” y “hola” enviadas desde la India. Esto significó la primera ocasión en la que dos personas lograron comunicarse directamente a través de sus cerebros con soporte computacional. Los investigadores resaltaron que este sistema sentó las bases para el desarrollo de nuevas aplicaciones y que, en el futuro, sería posible crear bucles cerrados en los que la información cerebral se capturara, procesara y utilizara para controlar otras áreas del cerebro, ya sea del mismo individuo o de otros. Así, se facilita la comunicación directa de pensamientos o instrucciones.
El avance continuó en 2019 con la aparición de BrainNet, la primera interfaz cerebro a cerebro capaz de conectar simultáneamente a más de dos personas. Al usar nuevamente la tecnología de EEG y la estimulación magnética transcraneal, BrainNet permitió a tres voluntarios colaborar de manera silenciosa para resolver juntos un juego similar al Tetris. Dos personas funcionaron como emisores de información (mediante señales cerebrales decodificadas que se transformaron en impulsos electrónicos), mientras un receptor recibía y usaba esa información en tiempo real. Los resultados demostraron que es posible construir sistemas colaborativos basados únicamente en la comunicación mental, y los desarrolladores plantearon que la infraestructura podría ampliarse para incluir a grupos de mayor tamaño en el futuro.
Entre avances tecnológicos y dilemas éticos
El conocimiento sobre la transmisión de información entre cerebros se amplió en 2021, cuando el fisiólogo veterinario Ehsan Hosseini propuso que los débiles campos magnéticos producidos por la actividad cerebral pueden transmitir información de un individuo a otro. También sugirió que proteínas como los criptocromos, presentes en diversos organismos, serían capaces de percibir estos campos magnéticos y transformarlos en señales eléctricas reconocibles para las neuronas, abriendo así la puerta a entender fenómenos considerados paranormales, como la telepatía, desde una base científica.

En el presente, la startup Neuroba explora nuevas fronteras al buscar integrar la conciencia humana con interfaces cerebro-computadora, inteligencia artificial y comunicación cuántica. Los expertos de la empresa intentan diseñar algoritmos avanzados para decodificar, transmitir y reconstruir mensajes cerebrales con mayor precisión. Esta tecnología promete soluciones revolucionarias para pacientes con problemas del habla o movilidad, quienes podrían comunicarse solo con su pensamiento, lo que a su vez permitió la traducción automática de sus señales cerebrales en mensajes textuales o de voz comprensibles por otros.
Pero las posibilidades no se limitan al ámbito médico. Neuroba contempla escenarios en los que las reuniones laborales o la colaboración grupal se transforman a través de conexiones cerebrales colectivas. Sin embargo, estas propuestas desencadenan dilemas éticos difíciles. El hecho de compartir pensamientos en tiempo real podría homogeneizar ideas dentro de un grupo y coartar la libertad individual, al punto de comparar el resultado con una mente colectiva similar a la representada en la saga de Star Trek con “los Borg”. Asimismo, el riesgo de acceder a pensamientos privados sin consentimiento crea la necesidad urgente de normativas claras y de un código ético riguroso.
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