
El valor de los datos personales es tan grande, que la Generación Z está dispuesta a venderlos a cambio de un dinero que les sirva como un ingreso adicional. Esta decisión, que podría parecer sorprendente para generaciones anteriores, se presenta como una oportunidad económica en un contexto donde las preocupaciones sobre la privacidad digital son muy amplias.
Según un estudio de Euromonitor International, el 88 % de las personas en este rango de edad son abiertas a la idea de que empresas vendan sus datos personales a terceros. A cambio, esperan obtener un valor tangible, ya sea en forma de dinero o de experiencias digitales mejoradas.
Esta actitud contrasta considerablemente con la percepción de los consumidores mayores, que se muestran escépticos y más preocupados por la seguridad de su información personal.
La venta de datos personales por parte de los jóvenes no es solo un acto aislado, sino una nueva forma de ingreso pasivo para muchos de ellos. Mientras los millennials y la Generación Z están dispuestos a intercambiar sus datos por beneficios económicos, otros grupos etarios, como los baby boomers, se muestran reacios, incluso evitando el comercio online por miedo al mal uso de su información.

Por qué los jóvenes quieren vender sus datos
Para los jóvenes de la Generación Z, la venta de datos digitales se equipara a una forma contemporánea de empoderamiento. En un mercado laboral frecuentemente inestable y precario, la posibilidad de ganar alrededor de 50 dólares mensuales por compartir información personal resulta atractiva.
Esta cifra, aunque puede parecer mínima, ofrece una entrada económica adicional en un contexto donde las oportunidades tradicionales escasean. Además, la familiaridad de esta generación con las plataformas digitales y su destreza para moverse en un entorno virtual han suavizado ciertos reparos frente al intercambio de datos.
Una encuesta realizada por Malwarebytes muestra que el 33% de la Generación Z no tiene inconvenientes en ser rastreada por sitios web o aplicaciones, más del 22% que lo afirman en generaciones mayores.
Este sentido de aceptación, combinado con el deseo de experiencias más personalizadas en línea, ha sido una fuerza motriz detrás de la decisión de muchos jóvenes de involucrarse en la economía de los datos.

Qué se buscan con la compra de datos
La demanda de información detallada sobre consumidores jóvenes ha llevado a diferentes industrias a buscar formas más precisas de recoger y analizar esos datos. El objetivo es claro: crear gemelos digitales que ofrezcan una representación hiperprecisa de diversos comportamientos, desde hábitos de compra hasta decisiones de consumo.
Estos “avatares” digitales son altamente codiciados por marcas y anunciantes que buscan personalizar sus ofertas y servicios para adaptarse a las preferencias detectadas.
Por ejemplo, las encuestas tradicionales a menudo dependen de autocuestionarios, pero la compilación de datos a través de dispositivos móviles ofrece una imagen mucho más vívida y realista del usuario promedio.
Esta perspectiva es un cambio significativo respecto a los métodos de investigación de mercado tradicionales y podría revolucionar la manera en que se desarrolla el marketing.

Cuáles son las implicaciones de la venta de datos
El intercambio de datos entre consumidores y empresas no está exento de controversias. Si bien muchos jóvenes consideran que compartir información es una consecuencia natural de estar en línea, las implicaciones de esta práctica son diferentes.
La normativa sobre privacidad, particularmente en Europa con el GDPR, hace que la venta y el uso de datos sean un asunto complejo, donde las regulaciones podrían frenar el entusiasmo inicial por la monetización de datos.
Otro aspecto crucial es el valor subyacente de estos datos. Aunque los datos personales pueden generar ingresos directos, el mercado podría saturarse fácilmente, desvalorizando este recurso en el tiempo. Además, existen consideraciones éticas sobre la venta de privacidad. En un mundo capitalista de vigilancia, por lo que se estaría cayendo en la normalización en que nuestra intimidad sea un bien de consumo.
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