Jorge Martínez: “Me había ido muy bien en la actuación, pero no me supe administrar y me metí en cosas que no entendía”

El actor, que este año tuvo un supuesto intento de suicido, en La Casa del Teatro, asegura que pudo superar su depresión. El testimonio de quien hoy se siente contenido por su familia y amigos, habla de sus hijos, de sus amores y de lo que quiere para su vida

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Jorge Martínez tiene 78 años
Jorge Martínez tiene 78 años y vive actualmente en los apart del Hotel Bauen, aunque su intención es regresar a la Casa del Teatro

Ahora estoy disfrutando de las cosas sencillas de la vida”, asegura en diálogo con Infobae. Lo tuvo todo: fama, dinero y mujeres. Y lo disfrutó. Sin embargo, a los 78 años y recién después de haber tocado fondo, Jorge Martínez logró reencontrarse consigo mismo. El galán de telenovelas como Verónica, el rostro del amor, La Extraña Dama y Manuela, entre tantas otras, facturó como pocos actores en la Argentina y tuvo amores resonantes. Pero se equivocó en sus inversiones. Y la adultez lo encontró retirado de los medios y viviendo en la Casa del Teatro. Fue allí donde, a principios de este año y sumido en una profunda depresión, habría intentado suicidarse. Pero hoy prefiere dejar atrás ese hecho desafortunado para enfocarse a pleno en su recuperación y en su aprendizaje.

—¿Cómo está?

—Estoy realmente muy bien, pasándola genial en Buenos Aires. Camino muchísimo. Voy de Corrientes y Callao al obelisco, de ahí me voy hasta Talcahuano y Santa Fe y después vuelvo. Estoy comiendo al mediodía en Pepito, a la tarde ya me reúno con mis amigos a tomar café y a la noche voy mucho al teatro. O sea que estoy haciendo una vida de turista en mi ciudad.

—¿Actualmente está viviendo en los apart del Hotel Bauen?

—Sí, pero mi intención es volver a la Casa del Teatro. Ya hice todos los trámites así que supongo que en los próximos días ya me mudaré.

—¿La pasa bien ahí?

—Estupendamente. No sabés cómo te reciben, cómo te tratan... Linda Peretz hace un muy buen trabajo, al igual que los cocineros, los chicos de ordenanza, las chicas que trabajan en la tienda. Son una maravilla.

—¿Y cómo es la vida en ese hogar?

—Es muy linda porque compartís con el resto de los residentes los almuerzos, las cenas y algunas tareas. Somos pocos los que vivimos ahí... Digo somos y yo todavía no entré de nuevo. Pero, en total, seremos unas veintipico de personas que la pasamos genial, así que yo estoy muy contento de volver ahí.

—Usted se fue después de un episodio que no quiere recordar, pero que fue muy duro...

—Fue un momento difícil para mí, pero ya lo remonté con optimismo, con fe, con religión...

—¿Habla de alguna religión en particular?

—No, yo creo en Dios.

—¿Y hace algún tratamiento psicológico también?

—Sigo el que empecé estando en México con un doctor que es una eminencia allá. Lo hago por videollamada cada dos semanas. Y además estoy en tratamiento con un terapeuta de acá.

—¿Su diagnóstico fue depresión?

—Sí, una depresión. Pero ya pasó. Punto.

Jorge junto a su exnovia,
Jorge junto a su exnovia, Daphne, con quien viajó a México

—En ese momento reapareció una exnovia suya, Daphne, con quien se fue a México y hasta se habló de casamiento. ¿Qué pasó después?

—Daphne es una persona que yo conozco hace cuarenta y siete años. Estábamos en una fiesta de Televisa y Univisión, en México, cuando la conocí y me puse de novio con ella. Al año rompimos, pero ella siguió viniendo a Buenos Aires para los fines de año y siempre nos veíamos como amigos. Cuando pasó lo de la Casa del Teatro, ella me dijo: “Nos queremos casar”.

—¿Cómo?

—Fue muy loco, yo le dije: “¿Cómo nos queremos? Vos querés, yo todavía no quiero”. Entonces me dijo que lo pensara, que ella tenía pasaje para ir a México la siguiente semana y que podíamos sacar otro para mí. Y como acá pasamos unos días muy lindos, me fui con ella.

—¿Y?

—Pasamos juntos cinco meses. Y, al sexto, me di cuenta de que no nos llevábamos bien en la convivencia.

—¿Era la convivencia o ella?

—La convivencia. Yo ya había convivido con varias mujeres. Pero no me fue muy bien. La convivencia deteriora mucho las relaciones.

—Es cierto.

—Es muy difícil. Y, más, a una edad en la que uno ya está acostumbrado a estar solo, a hacer sus cosas, a moverse de una determinada forma... Yo pensé que con Daphne podía funcionar, pero cuando la relación se empezó a deteriorar nos separamos.

—¿En buenos términos?

—Sí, de hecho, me sigue llamando. Ahora está en Puerto Vallarta, se fue a descansar después de un tratamiento que se hizo en España. Y me dice: “Jorge, hay un sol acá. ¡Lo que te estás perdiendo!“. Pero yo le explico que acá también está muy lindo.

—Usted quiere estar en su ciudad...

—Yo quiero estar metido en Buenos Aires, con la gente que quiero.

—¿Cómo está hoy la relación con sus hijos Jorge Emiliano, Natalia y Agatha? [N de la R: el primero fue fruto de su pareja con María Cristina Titi Rodríguez y las mujeres de su matrimonio con la actriz Graciela Gramajo]?

—Me llevo muy bien. Natalia está viviendo en Barcelona desde hace quince años y es la única con la que no me llevo tanto.

Jorge junto a Tití Rodríguez
Jorge junto a Tití Rodríguez y a Verónica Castro

—¿Por algún motivo en particular?

—No, porque está lejos y se empezó a enfriar la relación. Pero con los otros dos, aunque no nos vemos tan seguido, me llevo muy bien y hablamos todo el tiempo. Emiliano tiene una relación estupenda conmigo. Y Agatha también.

—La mamá de sus hijas se ha hecho cargo de ayudarlo en los momentos más complicados, ¿verdad?

—Graciela se hizo cargo de muchas cosas mías. Me consiguió los apartamentos. Y me manejó todo lo de la Casa del Teatro. Se portó estupenda conmigo. Ella es una maravilla.

— ¿Qué le pasa a usted cuando ve eso?

—Me dan unas ganas bárbaras de decirle: “Negra, ¿cómo podemos hacer para retomar algo de lo nuestro?“. Pero no, tenemos que ser amigos, muy amigos.

—¿El matrimonio se terminó por responsabilidad suya?

—No, ninguno de los dos tuvo la culpa. Fue por la convivencia: cincuenta y cincuenta.

—Usted era un galán muy codiciado y muchos pueden tener algún prejuicio en relación a su fidelidad...

—Yo siempre tuve una sola mujer en mi vida. Cuando rompía esa historia, recién podía mirar a otra persona. Pero nunca tuve dos relaciones a la vez. En paralelo, jamás. Creo que por eso, a esta altura de la vida, Graciela siga ayudándome. ¡Porque hay que tener ganas de ayudarme a mí!

—¿Se lo dice a ella?

—Sí, claro. Y ella me dice: “Negro, hacemos lo que podemos”. Es muy humilde. Y una muy linda persona.

—Hoy requiere de la ayuda de su ex y de la Casa del Teatro, cuando a lo largo de su carrera ha trabajado y facturado muchísimo...

—¡Uf! He hecho ventitantas novelas, ventitantas obras de teatro, ventitantas películas y siempre me ha ido bastante bien. Hasta que me puse a producir comedias musicales y me fue mal. Y me asocié con un amigo en un restaurante de Puerto Rico que me mató. No hice juicio porque era como de la familia. Pero se me fue mucho dinero en eso.

—¿O sea que perdió todo por los malos negocios?

—Malos negocios y malas producciones. A mí me había ido muy bien en la actuación, gracias a Dios. Pero no me supe administrar. Me metí en cosas que no entendía. Y fue un error.

El actor y Luisa Kuliok
El actor y Luisa Kuliok en "La Extraña Dama"

—¿Hoy vive de su jubilación?

—Sí, es lo único que tengo.

—¿Y le alcanza?

—También tengo unos ahorros. Y, cuando me junto con mis amigos, pagamos todo a medias.

—¿Con quiénes se junta?

—Con Pablo Alarcón, Germán Krauss, Nora Cárpena... Tengo mucha gente amiga del medio. Y también del Buenos Aires Lawn Tennis Club, donde pasé toda mi vida.

—Ahí desarrolló su faceta de tenista, ¿verdad?

—En ese club tuve la suerte de jugar Copa Davis para mi país, para Argentina. Yo tenía 17 o 18 años. Llegaba de Orange Ball, el Campeonato del Mundo de Junior de Miami, y J.C. Fuller, en ese momento capitán del equipo Copa Davis y gran basquetbolista argentino, campeón del mundo de básquet, me llama y me dice: “Jorge, te queremos citar para el equipo”. Yo no lo podía creer.

—¿Usted ya estaba arrancando en la actuación?

—Sí, y tenía que rebuscármelas como podía. Los sábados y domingos estaba todo el día metido en el club, jugando. Y los días de semana me iba de la grabación a entrenar y volvía a la noche. Pero después ya tuve mucho trabajo como actor y me dediqué a eso.

—Trabajó con todas las heroínas, muchas de ellas internacionales, y de algunas se enamoró como de Verónica Castro...

—Con Verónica tuvimos un noviazgo y fue la única con la que terminamos mal. Lo que pasó fue que ella quería que me fuera a vivir a México y yo no quise. Yo nunca hablé de ella, pero ella de mí sí. Igual, ya no me importa. Me dolía al principio, pero ya está. Que viva su vida. Con Janette Rodríguez trabajé pero no tuve nada. Con Grecia Colmenares tampoco. Ni con Luisa Kuliok. Solo estuve con cuatro o cinco mujeres, pero como eran nombres fuertes se exageraba un poco.

—Nombres fuertes como el de Rafaella Carrá. ¿Cómo fue esa historia?

—¡Increíble! La conocí en la filmación de Bárbara. Fuimos al Hotel Bauen varias veces hasta que yo le dije: “No podemos seguir así, tenemos que ponernos de novios”. Y ella aceptó. Después me fui con ella a su casa de Roma. Y la verdad es que la pasamos muy bien. Ella era una persona divina. Se levantaba temprano a la mañana para ir a comprarle facturas a los cantantes y bailarines de su staff.

—¿Era tan alegre como se la veía?

—Sí, al máximo.

—¿Y por qué terminaron?

—Nos separamos como amigos, porque yo me quería venir a Buenos Aires. Extrañaba mucho el asado, el club, los amigos, mis hijos... Este país te tira mucho.

—¿Cómo fue lo de Lucía Méndez?

—La historia empezó en la grabación de El extraño retorno de Diana Salazar, en México. Fuimos a su casa un día, después al otro, al tercero también... Y nos pusimos de novios. Pero salimos muy poco tiempo.

Jorge junto a otros galanes
Jorge junto a otros galanes en su juventud: Jorge Mayorano, Alberto Martin y Antonio Grimau

—¿Si tuviera que decir quién fue el gran amor de su vida?

—Graciela, sin dudas. Y Alejandra Gavilanes también.

—¿Sigue hablando con ella?

—Sí: hacemos llamadas por Zoom una vez por semana y nos quedamos una hora y media hablando de todo lo que nos pasa.

—¿Y qué es de su vida? Porque hace rato no se la ve en los medios...

—Está trabajando muchísimo. Tiene sus clases de pilates y trabaja en su casa. ¡Una casa divina! Yo se la compré cuando nos separamos y ella tuvo la fortuna de arreglarla toda. Hizo un triplex que es una maravilla.

—¿Dejó más de una propiedad en sus separaciones?

—Sí, muchas. Pero era lógico que le dejara una casa a Alejandra, ¿o no?

—Usted dirá...

—Ella estuvo conviviendo conmigo más de diez años y fue muy buena. Mirá: yo le hice una producción de títeres en la que gasté un millón de dólares; 960.000, para ser exacto. Y no salió, fue terrible eso, un golpe muy duro. Pero lo hice por amor.

—O sea que no solo fueron los malos negocios los que lo dejaron casi sin nada.

—La plata se quedó en el camino, pero yo no me arrepiento de nada de lo que hice. Ya está hecho todo y no se volverá a repetir.

—¿Seguro que no cambiaría nada si pudiera?

—Mmm... Solamente lo del restaurante. Ahí no me metería. Ese negocio no es para mí.

—¿Y tiene ganas de seguir actuando?

—No me interesa mucho levantarme tan temprano para ir a grabar novelas. Es mucho, mucho desgaste. A lo mejor hay algo que puedo hacer, pero más tranquilo.

—¿Hoy decide priorizarse usted?

—Tal cual. Priorizo cuidarme a mí, relacionarme conmigo mismo, estar bien con mi interior, tener paz, vivir con tranquilidad... En eso estoy.

—¿Y qué descubrió en estos meses de instrospección?

—Descubrí que era buen tipo. Yo he sido un buen tipo, muy buena persona por dentro y por fuera. Y me acepté. Me empecé a aceptar mucho después de lo que pasó. La actividad mía fue muy para adentro. Entonces comencé a ver que había gente alrededor mío que estaba de más y mucha gente que estaba muy cerca mío para bien. Ahora estoy solo con la gente que me hace bien.

—En los momentos difíciles es cuando uno se da cuenta quién vale la pena y quién no...

—Exactamente. Y yo ahí me di cuenta de quiénes eran mis amigos verdaderos, auténticos, de cómo era mi relación de familia y mis hijos...Empecé a darme cuenta de muchas cosas que no me había dado cuenta antes.

—¿Hizo algún mea culpa?

—Sí, mucho. Porque yo, desde que me separé de sus madres, busqué estar cerca de mis hijos. Pero, desgraciadamente, cuando empecé a viajar me distancié mucho. Y me relacioné mal con ellos, no me llevaba bien, los veía muy poco. Bueno, ahora es distinto.

—¿Pudo revertir la situación?

—Ya se revirtió. Y estoy muy bien con ellos.

—¿Tiene nietos?

—Tres: Sebastián, de 20 años; Vicente, de 14; y Amapola, de 11.

—¿Y cómo es como abuelo?

—Soy bastante bueno con los más chicos. Al más grande no lo veo, porque está en Barcelona, pero con los más chicos que son hijos de Agatha me llevo muy bien. Comparto mensajes, voy al teatro, los llevo a comer... Y los disfruto de otra manera diferente. Porque antes no compartía estas cosas. En cambio ahora empecé a ver detalladamente lo que me importaba, lo que quería realmente y lo que deseaba mejorar.

— ¿Qué era lo que deseaba mejorar?

—Mis relaciones, mis amistades. Pero también quería mejorar interiormente. Estar bien conmigo mismo. Tenía muchas cuestiones para resolver. Y, sin mí, ni los psiquiatras ni los psicólogos podían hacer nada. Se trataba de una decisión personal de querer estar bien, primero. Y de saber elegir a quienes me rodean, después.

—¿Sigue abierto al amor?

—No, no tengo muchas ganas de enamorarme. Tengo ganas de pasarla bien, pero no de enamorarme.

—¿Por qué?

—Porque tendría que volcarme a esa persona y estoy un poco egoísta ahora. Me quiero más a mí mismo. Así que no estoy para tener una relación. Pero bueno, una amistad o un touch and go...

Jorge Martínez en sus años
Jorge Martínez en sus años de galán de cine y televisión

—En su época de galán, usted y sus colegas no podían salir a la calle porque las mujeres los asediaban...

—Era terrible. En la puerta del teatro las chicas se volvían locas por Rodolfo Bebán. Era el que más ganaba. Aunque Alberto Martín, un gran amigo que se fue hace poco, también era muy ganador.

—¿Acaso usted no?

—No tanto como ellos...Pero algunas fans he tenido (se ríe).

—¿Hace algún balance de esos años?

—Hago un balance de mi juventud y digo:“¡Qué suerte que tuviste, Jorge!“. Porque la disfruté mucho.

—¿Qué pasa ahora cuando lo reconocen por la calle?

—No sé si actoralmente, pero humanamente tengo muy buena repercusión. Me gritan desde los autos: “¡Qué hacés, león!“.

—“Un león vendiendo Durax”: esa propaganda quedó marcada para siempre...

—Así es. Y ahora estoy escribiendo un libro que se llama El león en invierno.

—¿Qué va a contar ahí?

—Primero voy a hablar de familia, mis hijos y mis exmujeres. Y, después, de mi vida profesional que tiene muchos secretos. Algunos ya revelados y otros, no.

—¿Piensa sorprender con alguno de ellos?

—Y sí, va a aparecer algún conocido por ahí, o alguna conocida tal vez.

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