El viaje no fue una elección improvisada, pero sí marcada por una curiosidad que venía postergada. “Es un destino que hacés cuando ya viajaste bastante. Si recién estás empezando, quizás te conviene ir a otro lado, porque es un lugar caro y no hay tanto para hacer”, admitieron Aldana Puentes Garrido y su marido, César Dimeo, al recorrer la isla más misteriosa del mundo.
Ubicada en la inmensidad del Océano Pacífico, a unos 3700 kilómetros de la costa chilena, la Isla de Pascua tiene forma triangular y una extensión de apenas 166 kilómetros cuadrados. Junto con las islas de Hawái (al norte) y de Nueva Zelanda (al este) conforman el Triángulo de la Polinesia, donde las culturas y las lenguas se mezclan. Pero lo que hace único a Rapa Nui - también se la conoce por ese nombre- son las gigantescas cabezas talladas en piedra volcánica que se encuentran dispersas por su territorio.
“Existen cerca de 900 y representan a los antepasados fallecidos. Tienen una estética homogénea, con cuerpos hasta el torso, cabezas de gran tamaño, orejas alargadas, narices rectas y labios finos y marcados”, precisó Aldana, a quien también le llamó la atención los diferentes tamaños.

“Algunas miden apenas unos pocos metros, mientras que otras superan los diez, y hay uno en particular que alcanza los 22 metros”, precisó. Su peso también difiere considerablemente, llegando en ciertos casos varias decenas de toneladas, que alimentan aún más el misterio de cómo fueron trasladadas por toda la isla.
Aldana y César son oriundos de Mar de Las Pampas y combinan su trabajo -ella es abogada y él, administrador hotelero- con viajes por destinos poco convencionales. Ya visitaron 100 países y cuentan todas sus experiencias a través de sus redes @vecinosporelmundo.
La estadía del matrimonio en la Isla de Pascua duró seis días, un tiempo que consideró más que suficiente. “Con cuatro días podés recorrer bien. Nosotros nos tomamos uno para descansar porque llovió todo el día, pero si vas más justo, el clima te puede condicionar”, contó César.

Ingresar a Rapa Nui no es como llegar a cualquier otra ciudad de Chile. Al tratarse de un territorio especial, los controles migratorios son diferentes. “Tenés que presentar una declaración jurada donde indicás dónde te vas a alojar. Si no tenés reservado un alojamiento, no te dejan subir al avión”, detalló Aldana.
“No íbamos a Chile desde hacía once años. Estuvimos en Santiago y después tomamos el vuelo hacia la isla, porque es la única manera de llegar”, explicó César. La decisión de viajar surgió a partir de una promoción que consiguieron con un año de anticipación: “Gracias a eso pagamos USD 280 cada pasaje cuando en realidad cuestan USD 600 en promedio. Y a eso hay que sumarle el vuelo desde Buenos Aires a Santiago”.
Una vez en la isla, alquilaron un auto y se instalaron en una cabaña austera, pero equipada con cocina, lo cual les permitió ahorrar en comidas: “Pagamos unos 70 dólares por día. Era una cabaña básica, sin desayuno, sin tele moderna. Su mobiliario era bastante antiguo y no tenía lujos”.

Sin embargo, la verdadera sorpresa llegó al intentar recorrer los sitios arqueológicos. “Tuvimos que abonar una entrada de 80 dólares por persona para acceder a los moáis y otros puntos turísticos. No lo sabíamos. Nadie te lo dice antes de viajar”, explicó Aldana.
Ese monto habilita el ingreso al Parque Nacional Rapa Nui por diez días, aunque no garantiza el acceso libre a todos los sitios. “Para muchos de los lugares más importantes necesitás ir sí o sí con un guía. Solo podés recorrer tres o cuatro puntos de la isla por tu cuenta”, agregó César.
La normativa actual del parque exige que los turistas estén acompañados por guías autorizados, todos de origen rapanui. “Es una forma de asegurarles trabajo a los locales. Muchos salen del secundario con formación en turismo”, explicaron. En su caso, contrataron a un guía joven con ascendencia rapanui y polinesia. “Hablaba español, francés y rapanui. Contaba historias familiares, datos que no están en los carteles. Eso fue lo más interesante del recorrido”, detalló Aldana.

Contratar un guía privado cuesta alrededor de 80 dólares por persona por día. Para abaratar costos, optaron por sumarse a un tour grupal llevando su propio auto. “Nos cobraron 40 dólares por persona por día. Aún así, fueron dos días de excursión, así que 160 dólares más en total”, especificó César sobre los altos costos de hacer turismo en la isla.
Durante las excursiones, no hay paradas para comer ni se ofrece ningún tipo de refrigerio. “No te dan ni una botella de agua. Hay que llevar todo porque en los sitios no hay puestos ni servicios”, explicó Aldana. “Solo hay venta de artesanías en algunos puntos y el centro cívico, que es muy chico. Todo lo demás está desierto”, agregó.

Los moais y un misterio sin resolver
El mecanismo utilizado por los rapanui para mover estas esculturas desde la cantera Rano Raraku, donde se los fabricaban, hasta los Ahu, que son los lugares sagrados donde actualmente están ubicados, sigue siendo materia de debate. No hay una única explicación aceptada por todos los expertos, y las teorías varían ampliamente.
“El guía nos contó que los isleños empleaban cuerdas y técnicas de balanceo para hacer “caminar” a los moáis, y que en algunos casos los arrastraban acostados sobre troncos”, recordaron. Pero nadie a ciencia cierta sabe exactamente si fue así.
Además de la cantera, los lugares más impactantes fueron los alineamientos de moáis sobre plataformas ceremoniales y los sitios cercanos a la costa. “Los colocaban mirando hacia el interior de la isla, salvo unos pocos que miran al mar. La idea era que los viera el enemigo y creyera que la isla estaba habitada por gigantes”, relataron. Posicionados de espaldas al mar, sus rostros vigilaban y protegían a la comunidad de posibles invasores.

Aldana y César también recorrieron el volcán Orongo, asociado a la ceremonia del Hombre Pájaro, un antiguo rito para designar al líder de la isla. “Eso te lo cuentan los guías. No hay señalización en los sitios. Si no te explican, no entendés qué estás viendo”, advirtieron sobre la importancia de contratar el servicio a pesar de su elevado precio.
Una cultura viva pero poco explotada
Durante su estadía, la pareja argentina solo asistió a una cena show donde una banda local cantaba en rapanui y realizaba danzas típicas, por la que pagaron USD 60 por cubierto.
El resto del tiempo lo aprovecharon para recorrer playas —solo hay dos habilitadas— y cocinar en la cabaña para abaratar costos. “Una noche salimos a cenar. Pedimos un plato cada uno, dos tragos, y gastamos USD 80″, precisaron.

Los precios generales también les parecieron altos. “La comida en el supermercado era más cara que en Santiago. Y Santiago para nosotros está barato. Así que para los chilenos debe ser carísimo”, dijo Aldana. Según les contaron en la isla, el 80% del turismo actual es nacional, ya que los vuelos desde la Polinesia quedaron suspendidos desde la pandemia.
“Es una isla muy austera, sin grandes comodidades. No hay resorts, no hay edificios. La mayoría de los alojamientos son cabañas que los propios isleños alquilan en sus patios”, relató César. La conexión a Internet es limitada y, en muchos casos, inexistente. “Ni Smart TV, ni Wi-Fi, ni señal. Es para desconectarse de verdad”, agregó.
Consultados sobre si volverían, fueron claros: “Es un lugar que hay que conocer una vez. La historia y la cultura valen la pena. Pero no es para repetir. Es muy caro, tenés pocos días útiles y no hay mucho más para hacer”, coincidieron.

A pesar de todo, se fueron con una certeza: Rapa Nui es una experiencia única, con una identidad fuerte que resiste la estandarización del turismo global. “Es como un mundo aparte. Y eso también tiene su valor, aunque venga con costo alto”, concluyeron.
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