
La purpurina se ha convertido en un elemento infaltable en fiestas, conciertos y celebraciones de todo tipo. Sin embargo, lo que parece inofensivo y festivo esconde un impacto ambiental que preocupa a los especialistas. Recientes investigaciones advierten que las diminutas partículas de glitter ya contaminan playas y zonas costeras, alterando el delicado equilibrio del ecosistema marino.
Según informó The Conversation, recientes investigaciones demostraron que este microplástico, ampliamente utilizado en decoraciones, maquillaje y manualidades, tiene la capacidad de alterar la formación de minerales esenciales para la vida marina, lo que podría tener consecuencias de gran alcance para la química de los océanos.

La purpurina se fabrica principalmente a partir de tereftalato de polietileno (PET). Se trata de un polímero plástico común. Cada partícula consiste en finas láminas plásticas recubiertas de metal, lo que las hace resistentes y no biodegradables.
Debido a su tamaño diminuto y su apariencia brillante, estos fragmentos suelen terminar en el mar, donde pueden ser ingeridos por animales marinos que los confunden con alimento.
La investigación publicada en la revista Environmental Sciences Europe, citada por The Conversation, advierte que la presencia de purpurina en los océanos no solo implica contaminación, sino que también puede interferir en la formación de esqueletos de organismos marinos.

A diferencia de otros microplásticos, como las microperlas de exfoliantes o las fibras textiles, la purpurina interactúa activamente con su entorno marino. En experimentos de laboratorio, los investigadores simularon condiciones de agua de mar y añadieron este elemento para observar su influencia en la cristalización de minerales.
Los resultados mostraron que la purpurina favorece la formación de calcita, aragonito y otros carbonatos de calcio, minerales que constituyen la base de las estructuras duras de organismos como corales, erizos de mar y moluscos. Este proceso, conocido como biomineralización, es esencial para la supervivencia de muchas especies marinas.
Para llevar adelante el estudio, los investigadores utilizaron microscopía de alta resolución para observar cómo las partículas de purpurina actúan como plataformas que facilitan el crecimiento de cristales minerales.
Los cristales se forman rápidamente, en cuestión de minutos, y tienden a desarrollarse alrededor de las grietas y bordes de la purpurina. Esta aceleración y modificación del proceso natural puede afectar la capacidad de los organismos marinos para construir esqueletos con la forma y resistencia adecuadas, lo que podría comprometer su supervivencia.

A medida que los cristales minerales crecen sobre la purpurina, ejercen presión sobre las capas plásticas. Además, provoca que se agrieten y fragmenten. Este fenómeno genera partículas aún más pequeñas, conocidas como nanoplásticos, que resultan más fáciles de absorber por los organismos marinos y son prácticamente imposibles de eliminar del entorno.
Según publicó The Conversation, la fragmentación de la purpurina en nanoplásticos agrava el problema de la contaminación, ya que estos diminutos fragmentos pueden incorporarse a la cadena alimentaria marina y, eventualmente, llegar a los seres humanos a través del consumo de productos del mar.
La ingestión de microplásticos por parte de peces, tortugas, ostras y plancton afecta su alimentación, crecimiento y supervivencia. Estos efectos no solo impactan a la fauna marina, sino que también pueden tener repercusiones en la salud humana, dado que los microplásticos pueden terminar en la dieta de las personas.
El artículo de The Conversation subraya que la influencia de la purpurina va más allá de la fauna marina. El océano desempeña un papel fundamental en la regulación del clima global, y la formación de minerales como el carbonato de calcio es parte de ese equilibrio.
Si la purpurina altera los procesos de formación de estos minerales, podría afectar el ciclo del carbono en el planeta, con posibles consecuencias para el clima.
La investigación concluye que la purpurina, aunque parezca un adorno inofensivo, actúa como un agente químico capaz de modificar procesos naturales clave en los océanos. Su presencia en productos cotidianos como tarjetas de cumpleaños o cosméticos puede tener un impacto silencioso pero significativo en los ecosistemas marinos y, por extensión, en la salud humana y el equilibrio climático global.
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