
El carnaval es en esencia una fiesta que se convirtió en la tradición de muchas culturas. Para algunos afortunados, es el fin de semana perfecto para hacerse una “escapadita” a algún lado. Para otros, estas fechas festivas es una de las más esperadas y significativas en el calendario. La Quebrada de Humahuaca, es el epicentro de uno de los festejos carnavaleros más importantes a nivel cultural y turístico del país.
En cada localidad de la Quebrada se festeja los carnavales a su forma, a 116 kilómetros de la capital jujeña, se encuentra un pueblo de alrededor de 500 habitantes que en esta celebración sus calles se llenan de miles de visitantes para unirse la tan famosa fiesta que da inicio al carnaval y es conocida como la Bajada de los Diablos.
Ese pueblo es Uquía, está a 2.858 metros sobre el nivel del mar y tiene uno de los desentierros más grandes de Jujuy con más 300 diablos que bajan del Cerro Blanco, tradición que comenzó en 1942 y qué grandes y chicos disfrutan.

El diablo que baja del cerro es localmente llamado como el “Pujllay”, un diablillo que tiene origen en las comunidades prehispánicas y representa la alegría y la travesura. De hecho, no es la imagen que popularmente se conoce y que es traído de la religión católica, un diablo casi siempre representado de forma monstruosa y oscura.
El Pujllay es naturalmente colorido, lleno de espejitos, lentejuelas, brillos y cascabeles. Claro está que sus cuernos son representativos e infaltables a la hora de confeccionar un disfraz. Su carácter es festivo y juguetón, aunque quien está detrás de la máscara no revela su identidad.
“Decir diablo a la figura principal del festejo norteño sería limitar la acepción a una línea dogmática europea”, explicó Enrique Cazón, autóctono de Uquía, en una entrevista exclusiva con Infobae, que tuvo presente en los carnavales jujeños para vivir la alegría de esta celebración.
Cazón también comentó que “los ancestros andinos festejaban la cosecha junto a la deidad de la alegría, de las bromas y de la algarabía. Y ese es el Pujllay”.

El origen del carnaval norteño
El carnaval norteño es la unión de dos culturas, la europea y la andina. Por el lado de la cultura europea, que específicamente se conecta con la influencia de la religión católica en la región, el carnaval da comienzo a la Cuaresma, un periodo que se conoce por evocar en los creyentes la penitencia y la abstinencia.
Asimismo, la descendencia andina está presente desde los festejos previos estas fechas tan importantes. Y está vinculada de dos maneras: desde la época de la cosecha en el calendario agrario andino, que inicia con el Inti Raymi el 21 de junio, sigue en agosto con la siembra en ceremonia a la madre tierra o localmente llamada Corpachada a la Pachamama. Pero, además, otras fechas relevantes son la llega de la cosecha con el solsticio de verano que se celebra el 21 de diciembre y el inicio de la Anata con su festejo el 2 de febrero, donde se bendice el cultivo.
Al mismo tiempo, en estas festividades los tres jueves anteriores también son celebrados: se comienza con el “jueves de ahijados”, luego sigue el “jueves de compadres” y termina con el “jueves de comadres”, siendo la previa al sábado cuando es el gran festejo del desentierro y bajada de los diablos del cerro en Uquía. Estos tres jueves festivos son manifestaciones de fiestas y convocatorias culturales donde se le hace honor a las coplas y a los ritmos típicos del festejo regional.

El desentierro del carnaval en Uquía
En Uquía, el desentierro del carnaval comienza desde muy temprano. Desde primera mañana en la Iglesia San Francisco de Paula, el sacerdote bendice los trajes de las personas que luego bajaran vestidos como el Pujllay.
Al mismo tiempo, en el Cerro Blanco, las personas se acercan para ofrendar o como se diría regionalmente “chayar” al mojón con papel picado, cigarrillos, hojas de coca y todo tipo de bebidas, entre ellas la chicha - una bebida fermentada típica norteña que se puede preparar con maní o maíz-. En el contexto andino, los mojones – que mayormente son de piedra -simbolizan el límite entre la tierra humana y los espacios naturales sagrados.
El mojón es el lugar donde se resguarda el diablo que luego va a ser desenterrado – un muñequito que representa al Pujllay y que luego en el entierro del carnaval será quemado-. Además, es custodiado durante todo el desentierro por los Padrinos del Mojón, pertenecientes a la comparsa Los Alegres de Uquía.
Con el correr de las horas, quienes serán disfrazados se reúnen atrás del Cerro Blanco, donde las personas que esperan ver la gran Bajada de los Diablos no puedan verlos. Allí, en intimidad, cada familia ofrenda en su apacheta, le agradece y le pide a la Pachamama por un buen carnaval.

La tercera bomba de estruendo que suena a la mitad de la tarde es el aviso del inicio del evento. Desde la cima se ven como los diablos se van asomando. Primero el Diablo Mayor, quien cuida a la comparsa y los guía durante el carnaval y luego cientos de diablillos más. Mientras tanto, una banda de bombos y trompetas marca el ritmo para empezar a carnavalear hasta altas horas de la madrugada.
Diablos de todos los colores y edades bajan del cerro. Algunos temerarios tienen la valentía de bajar rodando y otros al compás de la música dando saltos y pequeñas piruetas descienden a su ritmo. Una vez que todos los disfrazados hayan bajado y se hayan mezclado con los espectadores, la comparsa desentierra al Pujllay.
Con gritos de alegría, música y una lluvia de espuma, papel picado y talco le dan la bienvenida al festejo que durará hasta el Domingo de Tentación para luego despedirse hasta el otro carnaval.
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