
El fin de semana en Pinamar tuvo dos caras bien marcadas. El sábado, las nubes y el viento sur frustraron los planes de playa de los turistas, quienes optaron por pasear por el centro o simplemente descansar en sus alojamientos. El domingo, en contraste, el sol brilló con fuerza, llenando las playas de visitantes.
El clima alentó a los veraneantes a disfrutar de la arena. Algunos llevaron conservadoras repletas y listas para el almuerzo, mientras que otros eligieron comprar algo rápido o sentarse en los paradores. Infobae realizó un relevamiento en las zonas más concurridas para conocer los costos de comer cerca del mar.

En un balneario céntrico de Pinamar, el menú ofrece una ensalada con mix de verdes, fruta de estación, queso bocconcini, garrapiñada y miel de maracuyá a $15.000, una pizza de mozzarella a $17.000 y una gaseosa de litro y medio a $2.500. Una docena de empanadas de ternera braseada se encuentra a $24.000, mientras que una picada de mar (fish & chips, rabas y langostinos con panko) cuesta $21.000. Una hamburguesa doble con queso cheddar y bacon tiene un precio de $14.000.
En UFO Point, los platos incluyen ceviche ($20.900), salmón grillado con guarnición ($39.500), rabas con dip de alioli ($20.500) y milanesa napolitana con papas fritas ($20.700), entre otros. Para los amantes de las pastas, las opciones van desde sorrentinos de jamón y queso ($21.000) hasta cintas al huevo ($19.000). Un café puede costar desde $3.000.
Carlos Laos, Alejandro Bustos y Mike Cameroni -director de cocina, chef ejecutivo y host del lugar, respectivamente- explicaron a este medio: “Nuestra propuesta combina cocina de playa con influencias del Pacífico y platos clásicos como pastas, minutas y ensaladas”. Entre las sugerencias destacan el chaufa de pollo ($22.700) y el de langostinos ($31.000).

En Kota Club de Mar, dirigido por el chef Pedro Demuru, una ensalada César clásica cuesta $20.000, mientras que una pasta rellena de espinaca, ricota y limón con crema está a $22.000.
Para la cena, entre los platos de autor aparecen el pastel de ciervo caramelizado ($39.000), pesca del día con crema de hierbas y mousseline de cabutia ($32.000), y ribeye al romero con tomate horneado ($36.000). Entre los postres se encuentran flan y crème brûlée ($14.000 cada uno) y panqueques caramelizados con dulce de leche ($10.000). Al hablar de bebidas, hay exprimidos a $7.000, licuados a $8.000 y cócteles clásicos como la caipirinha a $14.000.
En El Dorado, el risotto de vegetales, pollo y queso parmesano cuesta $23.000, y las costillas de cerdo ahumadas con barbacoa y guarnición tienen un precio de $34.000. Las pastas oscilan entre $10.800 y $15.600. El servicio de mesa se cobra a $2.000. También ofrecen desayunos entre $10.700 y $19.500; un café con emparedado de huevo cuesta $14.000, un tostado simple $7.200 y cada medialuna $1.300.

En tanto, para aquellos turistas que prefieran aprovechar el tiempo al máximo en la arena y opten por comer algo al paso, en Pinamar hay cerca de 300 vendedores ambulantes que poseen el permiso para trabajar en la playa.
Leonardo tiene 43 años y hace 20 veranos aproximadamente que camina sobre la arena vendiendo churros. Los ofrece a $10.000 la docena y $6.000 la media, igual que los chipá.
El sábado salió con un canasto lleno. Mientras tomaba un descanso a metros del cartel de Pinamar, frente a la Avenida Bunge, conversó sobre las dificultades que le provocó el mal tiempo en los primeros días del 2025. “Imaginate, hoy salí a las 8 de la mañana con siete docenas y vendí tres, el clima no ayudó. En un buen día vendo entre 12 y 15 docenas”, contó el vendedor, que reside en Ostende y durante el resto del año se gana la vida con trabajos en electricidad y herrería.

Unos metros más allá, Alejandro (37) estaba parado junto a su puesto rodante de choclos, a la expectativa de la llegada de algún cliente. Los vende a $5.000, es decir, que aumentaron hasta un 150% más que el verano pasado cuando se conseguían entre $2.000 y $3.000 dependiendo la zona.
Para Alejandro es su onceava temporada de trabajo en la costa bonaerense y, al igual que Leonardo, lamentó las condiciones meteorológicas. En su caso, normalmente baja a la playa a las 10 y se queda hasta las 20 o hasta quedarse sin choclos. Duranta le charla con este medio, comentó que sus ventas pueden alcanzar entre 60 y 70 en una jornada soleada, aunque la sudestada inicial del año complicó su rutina.
Antes de despedirse, el vendedor hizo su evaluación de la temporada: “Muchos dijeron que los turistas no iban a venir, pero yo veo que hay gente. Los restaurantes están llenos”.

Hay carros que son habituales en las playas de otros destinos de la Costa Atlántica, pero aquí no aparecen: los de los panchos. Fuentes del Municipio explican que en Pinamar no está permitido el rubro, dado que es una forma de cuidar al gastronómico que invirtió y licitó un parador. En los chiringos, los panchos se ofrecen en alrededor de $4.000.
Cerca del muelle en Ostende, un puesto de licuados ofrece combinaciones variadas; el vaso de medio litro cuesta $7.000 y el de un litro, $10.000.
Fotos: Pablo Kauffer
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