
Un nuevo desarrollo científico podría marcar un antes y un después en el tratamiento del glioblastoma, uno de los cánceres cerebrales más agresivos y complejos. Investigadores de la Universidad de Missouri, junto con expertos del Centro Médico de la Universidad Erasmus en los Países Bajos, diseñaron una innovadora sonda fluorescente, llamada FA-ICG, que permite a los neurocirujanos ver en tiempo real las células tumorales durante la operación, mejorando así la precisión y seguridad del procedimiento.
Según informó la Universidad de Missouri, esta herramienta pronto será evaluada en ensayos clínicos con humanos en Europa. De confirmarse su eficacia, podría aplicarse en el futuro a otros tipos de tumores sólidos, lo que ampliaría su impacto en la oncología quirúrgica. Los resultados iniciales fueron publicados en la revista npj Imaging.
Cómo funciona la sonda FA-ICG
La clave de la sonda FA-ICG está en su diseño molecular. Esta tecnología combina dos elementos: el verde de indocianina (ICG), un tinte aprobado por la FDA y ya utilizado en imágenes quirúrgicas, y un ácido graso de cadena larga, que actúa como guía para llevar la sonda hasta las células tumorales.
El funcionamiento se basa en una diferencia metabólica. Las células de glioblastoma consumen más ácidos grasos que las células cerebrales sanas. Cuando se administra la FA-ICG, estas células absorben el compuesto con más rapidez. Luego, bajo luz infrarroja cercana, emiten una señal fluorescente que se puede visualizar en un monitor durante la cirugía.

“Durante la cirugía, los cirujanos observarían un monitor que mostraría dónde se ilumina la sonda. Si aún ven señales fluorescentes, significa que el cáncer persiste y es necesario extirpar más tejido. Cuando la luz desaparezca, sabrán que han despejado la zona”, explicó Elena Goun, profesora asociada de química en la Universidad de Missouri y una de las autoras del estudio.
Es como si los médicos tuvieran una linterna inteligente que solo ilumina las partes del cerebro con cáncer, ayudándoles a eliminar exactamente lo necesario, sin dañar zonas vitales.
Dificultades actuales en la cirugía del glioblastoma
A diferencia de otros tumores, el glioblastoma no forma una masa compacta. Se dispersa de manera difusa y microscópica por el cerebro, mimetizándose con el tejido sano, lo que complica su extirpación sin provocar daño neurológico.
La cirugía sigue siendo uno de los tratamientos más importantes. En cánceres como el de mama o próstata, los cirujanos pueden extirpar el tumor y parte del tejido que lo rodea. En el cerebro, sin embargo, esto no es posible, ya que cada milímetro de tejido cumple funciones críticas.
“Si quedan incluso unas pocas células cancerosas, la enfermedad reaparecerá”, advirtió Goun. Esta realidad obliga a los neurocirujanos a un delicado equilibrio: extirpar lo máximo posible sin afectar zonas que controlan el habla, la memoria o el movimiento.

Limitaciones de las técnicas existentes: 5-ALA y resonancia magnética
Actualmente, el principal método aprobado es el 5-ALA, una sustancia que emite fluorescencia bajo luz azul. Pero tiene varios inconvenientes: el quirófano debe oscurecerse completamente, la señal es débil y superficial, y los pacientes pueden desarrollar fotosensibilidad, lo que requiere evitar la luz solar tras la operación.
La resonancia magnética intraoperatoria, aunque muy precisa, es cara, lenta y difícil de usar durante una cirugía. No permite una imagen en tiempo real mientras se extirpa el tumor.
“Esta herramienta fluorescente, ligada al metabolismo, proporciona imágenes en tiempo real. Podríamos combinar técnicas, utilizando la sonda durante la cirugía y reservando la resonancia magnética para una especie de examen final”, señaló Michael Chicoine, neurocirujano y director del Departamento de Neurocirugía de la Universidad de Missouri.
El 5-ALA es como ver con una linterna débil en una habitación oscura, mientras que la FA-ICG permite operar con las luces encendidas y ver exactamente dónde está el tumor.
Ventajas de la FA-ICG frente a los métodos actuales
La FA-ICG no requiere apagar las luces del quirófano y ofrece una señal más fuerte y específica. Gracias a su afinidad por los ácidos grasos, se acumula en las células cancerosas y resalta incluso zonas pequeñas del tumor.
La sonda tiene una vida media más larga, lo que permite una planificación quirúrgica más flexible. También es más fácil de administrar y mejora la precisión al diferenciar el tumor del tejido sano.

“La ventaja de la cirugía guiada por fluorescencia es que permite hacer mucho más visibles pequeños remanentes gracias a las propiedades de emisión de luz de estas células tumorales al administrarles un tinte. Y creemos que la ventaja de la FA-ICG, en comparación con lo que tenemos actualmente, es que es más selectiva al dirigirse a las células tumorales. Las propiedades visuales de la sonda son mejores que las que hemos utilizado anteriormente”, señaló Rutger Balvers, neurocirujano del Centro Médico de la Universidad Erasmus.
El uso de FA-ICG no se limitaría a la primera cirugía. Podría ser útil también para detectar recurrencias tras quimioterapia o radioterapia, cuando los médicos no pueden distinguir entre tejido cicatrizado y tumor activo.
Además, los investigadores exploran su aplicación en terapia fotodinámica, es decir, usar la sonda para destruir las células tumorales activadas por luz, ampliando su utilidad más allá del diagnóstico.
Laura Mezzanotte, del Departamento de Radiología y Medicina Nuclear de Erasmus, explicó que, si los resultados clínicos son positivos, la tecnología podría aplicarse a otros tumores con alto metabolismo lipídico, como el cáncer de páncreas.
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