
Un avance científico argentino podría transformar la detección del maltrato infantil: investigadores de la Universidad de Buenos Aires (UBA) han desarrollado un método pionero que utiliza la saliva para identificar, monitorear y eventualmente probar ante la justicia los daños sufridos por niños y niñas víctimas de violencia. Según informó la UBA, este enfoque se basa en el análisis de biomarcadores epigenéticos, es decir, modificaciones químicas en el ADN que reflejan la exposición a situaciones traumáticas. El proyecto, en marcha desde hace varios años y en colaboración con el Hospital Elizalde, promete no solo un diagnóstico temprano, sino también un seguimiento objetivo de la recuperación de los menores afectados. Se espera que el análisis completo de las muestras recolectadas esté disponible a principios del año próximo.
El impacto del maltrato infantil y la urgencia del diagnóstico temprano
El maltrato infantil deja huellas profundas y persistentes, no solo en el plano emocional y psicológico, sino también a nivel molecular. De acuerdo con la información publicada por la UBA, las consecuencias de la violencia en la infancia incluyen un mayor riesgo de desarrollar depresión, ansiedad y tendencias suicidas. Estas secuelas pueden acompañar a las víctimas durante toda su vida, afectando su bienestar y su desarrollo integral.
La intervención temprana se presenta como una herramienta fundamental para mitigar o incluso revertir estos efectos. El equipo dirigido por Eduardo Cánepa, al frente del Laboratorio de Neuroepigenética y Adversidades Tempranas del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, ha enfocado sus esfuerzos en crear herramientas que permitan detectar el maltrato antes de que se manifieste de manera evidente o irreversible. “Queremos ver si en saliva se pueden ver los cambios en la metilación del ADN. Poder usarlo de diagnóstico temprano del maltrato, es decir, cuando todavía no se ha podido descubrir con otro tipo de controles”, explicó Cánepa.
Un estudio innovador: objetivos, metodología y colaboración interdisciplinaria
El proyecto, único en Argentina, se desarrolla en estrecha colaboración con la Unidad de Violencia Familiar del Hospital Elizalde, en Buenos Aires. Mientras el equipo de salud mental infantil del hospital se encarga del abordaje clínico de los casos, el grupo de la UBA lidera el análisis de las muestras biológicas. El objetivo central es doble: por un lado, aportar una base científica irrefutable para la detección del maltrato infantil; por otro, ofrecer herramientas que permitan monitorear la evolución de los niños y niñas afectados a lo largo del tratamiento.

El equipo multidisciplinario está conformado por especialistas como el biólogo Bruno Berardino y la psicóloga Guillermina García Vizzi, quienes, junto a Cánepa, han diseñado un protocolo que parte de la recolección de saliva de los menores atendidos en el hospital. Estas muestras se someten a un análisis detallado de los biomarcadores epigenéticos, buscando identificar patrones específicos asociados a la exposición a situaciones de violencia.
La información obtenida no solo facilitaría un diagnóstico temprano, sino que también permitiría evaluar la eficacia de las intervenciones terapéuticas. Según detalló la UBA en un comuniado, el seguimiento de los biomarcadores a lo largo del tiempo podría indicar si las modificaciones genéticas detectadas mejoran o empeoran, ofreciendo así un indicador objetivo del impacto del tratamiento psicológico.
Marcas epigenéticas: cómo el maltrato deja huellas en el ADN
El estudio se centra en las llamadas marcas epigenéticas, modificaciones químicas que afectan el ADN sin alterar su secuencia original. Estas marcas pueden activar, inhibir o modificar la expresión de genes clave para el funcionamiento del organismo. En el contexto del maltrato infantil, el entorno hostil y la exposición a situaciones de violencia generan cambios epigenéticos que obligan al cuerpo a adaptarse a un estado de alerta constante.
No todo el genoma se ve afectado de la misma manera. El equipo de la UBA busca identificar cuáles son los genes específicos que sufren alteraciones como consecuencia del maltrato y cómo estas modificaciones impactan en el desarrollo de los niños y niñas. El conocimiento acumulado sobre las funciones de los miles de genes del genoma humano permite ahora asociar ciertas alteraciones epigenéticas con consecuencias concretas para la salud mental y física de las víctimas.

“Estas modificaciones epigenéticas permitirían ver si la víctima va a tener un pronóstico más grave o menos grave. Cómo el niño o la niña están siendo afectados”, señaló Cánepa, subrayando la importancia de contar con herramientas que no solo detecten el daño, sino que también permitan anticipar su evolución.
Aplicaciones del método: diagnóstico, seguimiento y potencial uso judicial
El desarrollo de este método basado en saliva abre la puerta a múltiples aplicaciones. En primer lugar, ofrece la posibilidad de un diagnóstico temprano, incluso en casos donde los signos de maltrato no son evidentes o no han sido detectados por otros medios. Esto resulta especialmente relevante en contextos donde la denuncia o la identificación del abuso se ve dificultada por factores sociales, familiares o institucionales.
Además, el seguimiento de los biomarcadores epigenéticos a lo largo del tratamiento permite evaluar de manera objetiva la eficacia de las intervenciones terapéuticas. El personal de salud podría así ajustar las estrategias de abordaje en función de la evolución molecular de los pacientes, optimizando los recursos y mejorando los resultados.
Una de las innovaciones más destacadas del estudio es la posibilidad de utilizar estos biomarcadores como prueba científica ante la justicia. La existencia de evidencia molecular del daño sufrido por un niño o niña podría aportar un respaldo objetivo en procesos judiciales, contribuyendo a la protección de los derechos de la infancia y a la sanción de los responsables. “El objetivo es aportar pruebas científicas del maltrato, es decir, pruebas irrefutables de que una niña o niño fueron víctimas del maltrato, así como una noción de qué consecuencias puede tener para su salud”, detalló la UBA en su comunicado.

La importancia de la investigación local y las diferencias con estudios internacionales
Si bien existen investigaciones similares en países como Estados Unidos, Canadá y Francia, los resultados obtenidos en esos contextos no pueden aplicarse directamente a la realidad argentina. “No hay forma de equiparar resultados de un país a otro, las modificaciones epigenéticas de un grupo en Francia o en Canadá, no serán las mismas que en Argentina”, explicó Cánepa.
Las diferencias genéticas, ambientales y sociales entre poblaciones hacen imprescindible desarrollar estudios locales que reflejen las particularidades de los niños y niñas argentinos. Solo así es posible diseñar herramientas de diagnóstico y tratamiento verdaderamente efectivas y adaptadas a las necesidades del país.
Desafíos actuales: costos, tecnología y expectativas a futuro
El desarrollo de estudios epigenéticos implica desafíos significativos, especialmente en el contexto argentino. Según detalló la UBA, los análisis de biomarcadores requieren tecnología avanzada y resultan muy costosos. Actualmente, las muestras de saliva recolectadas deben enviarse al exterior para su procesamiento, donde se utilizan herramientas bioinformáticas capaces de comparar millones de posibles cambios genéticos.

Esta dependencia de laboratorios internacionales no solo incrementa los costos, sino que también retrasa la obtención de resultados y limita la capacidad de respuesta del sistema de salud local. A pesar de estas dificultades, el equipo de la UBA mantiene la expectativa de contar con el análisis completo de las muestras a principios del año próximo, lo que permitirá validar el método y avanzar hacia su implementación en la práctica clínica y judicial.
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