
Cada 17 de noviembre, el Día Internacional de la Lucha Contra el Cáncer de Pulmón busca visibilizar que esta enfermedad es la causa principal de muertes relacionadas con el cáncer en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El tabaquismo representa el factor de riesgo más determinante en el desarrollo de esta enfermedad. De acuerdo con la OMS, el consumo de tabaco es responsable de cerca del 85% de los diagnósticos de cáncer de pulmón.
La American Cancer Society detalla que fumar tabaco causa aproximadamente nueve de cada diez casos en hombres y ocho de cada diez en mujeres. El riesgo se incrementa proporcionalmente con la cantidad de cigarrillos consumidos y la duración del hábito. Además, la combinación de tabaquismo con el consumo diario de alcohol o la ingesta de suplementos de betacaroteno eleva aún más la probabilidad de desarrollar la enfermedad.
No obstante, dejar de fumar, incluso tras muchos años, reduce de manera significativa las posibilidades de padecer cáncer de pulmón, aunque el riesgo nunca se equipara al de quienes nunca han fumado.

Los factores de riesgo y los síntomas
La exposición al humo de segunda mano también constituye una amenaza considerable. Según MedlinePlus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, inhalar el humo ambiental —mezcla del que emite el cigarrillo y el exhalado por el fumador— expone a las personas a los mismos agentes cancerígenos, aunque en menor cantidad.
Otros factores de riesgo incluyen antecedentes familiares de cáncer de pulmón, exposición laboral a sustancias como asbesto, arsénico, cromo, berilio, níquel, hollín o alquitrán, así como la radiación, ya sea por radioterapia en el tórax, presencia de radón en el hogar o el trabajo, o la realización de ciertas pruebas de imagen como tomografías computarizadas.
Según MedlinePlus, el sitio de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la infección por VIH incrementa el riesgo, aunque las tasas elevadas de tabaquismo entre personas con VIH dificultan precisar si el aumento se debe a la infección o al consumo de tabaco. Además, vivir en zonas con altos niveles de contaminación del aire también se asocia con una mayor incidencia de cáncer de pulmón.
El cáncer de pulmón suele avanzar de manera silenciosa, ya que en sus etapas iniciales rara vez presenta síntomas. Cuando estos aparecen, generalmente indican una fase avanzada de la enfermedad.

Entre los signos más frecuentes se encuentran una tos persistente, dolor torácico, tos con sangre —incluso en pequeñas cantidades—, ronquera, dificultad para respirar y sibilancias. Si el cáncer se ha diseminado a otras partes del cuerpo, pueden manifestarse dolores óseos, cefaleas, pérdida involuntaria de peso, disminución del apetito y edema en la cara o el cuello, según la información de Mayo Clinic.
La detección temprana es fundamental para mejorar el pronóstico. La American Cancer Society explica que, aunque las radiografías de tórax han sido evaluadas como método de cribado para personas con alto riesgo, no se ha demostrado que prolonguen la vida en la mayoría de los casos, por lo que no se recomiendan como herramienta de detección.
En cambio, la tomografía computarizada de baja dosis (LDCT) se ha consolidado como el procedimiento más eficaz para identificar anomalías pulmonares en individuos con antecedentes de tabaquismo. Las investigaciones han demostrado que la realización anual de LDCT en personas de alto riesgo, antes de la aparición de síntomas, puede reducir la mortalidad asociada al cáncer de pulmón.
El proceso diagnóstico comienza con la recopilación de antecedentes médicos y una exploración física orientada a identificar síntomas y factores de riesgo. Si los hallazgos sugieren la posibilidad de cáncer de pulmón, se procede a estudios adicionales, que pueden incluir pruebas de imagen o biopsias pulmonares.

Los estudios por imagen —que emplean ondas sonoras, rayos X, campos magnéticos o sustancias radiactivas— cumplen varias funciones: detectar áreas sospechosas, determinar la extensión de la enfermedad, evaluar la respuesta al tratamiento y vigilar posibles recaídas. La radiografía de tórax suele ser el primer examen solicitado para identificar anomalías, y si se detecta alguna zona sospechosa, se recurre a pruebas complementarias.
La OMS subraya que el diagnóstico suele producirse en etapas avanzadas, cuando las opciones terapéuticas son más limitadas. Por ello, el cribado dirigido a personas de alto riesgo puede permitir la identificación precoz de la enfermedad y mejorar de manera significativa las tasas de supervivencia. Además, la prevención primaria —mediante el control del tabaco y la reducción de la exposición a factores ambientales nocivos— constituye una estrategia eficaz para disminuir la incidencia del cáncer de pulmón y salvar vidas.
El cáncer de pulmón puede afectar a cualquier persona, incluso a quienes nunca han fumado, aunque el riesgo es considerablemente mayor en quienes han estado expuestos a los factores mencionados. Los expertos coinciden en la necesidad de fortalecer las políticas de prevención, promover la detección temprana y concienciar sobre los riesgos asociados al tabaquismo y otros agentes ambientales, con el objetivo de reducir el impacto de esta enfermedad a nivel mundial.
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