
El 19 de septiembre se conmemora el Día Mundial del Colesterol, una fecha clave para destacar la importancia de la detección y el control de un problema que suele avanzar sin síntomas pero tiene consecuencias graves para la salud cardiovascular.
Según la Fundación Bioquímica Argentina (FBA) y datos de la 4° Encuesta Nacional de Factores de riesgo, en Argentina, tres de cada diez adultos presentan niveles de colesterol altos, una cifra alarmante que expone a un sector importante de la población a infartos, accidentes cerebrovasculares y otras complicaciones.
Según la FBA, el colesterol elevado se identifica como uno de los principales desafíos para la salud pública, ya que contribuye de manera directa al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en el país y en el mundo.
Cada año, cerca de 18 millones de personas fallecen por causas vinculadas al corazón y los vasos sanguíneos, una cifra superior a la que generan el cáncer o la diabetes. Las proyecciones para 2030 señalan que los decesos podrían aproximarse a los 24 millones, según datos compartidos por la FBA.

La problemática adquiere especial gravedad porque el colesterol alto es asintomático. “Todos tenemos colesterol y sin él no podríamos vivir. Sin embargo, tener demasiado puede ser dañino”, explicó el Dr. Walter Masson, cardiólogo y presidente de la Sociedad Argentina de Lípidos.
Según la Clínica Cleveland, el colesterol LDL, conocido como lipoproteína de baja densidad, es el responsable principal de la formación de placas dentro de las arterias, que pueden derivar en infarto o accidente cerebrovascular. Estas placas se forman en silencio, sin alertas previas, y muchas veces la primera señal es un evento grave.
Tipos de colesterol y factores de riesgo
Existen dos tipos principales de colesterol: el LDL, que favorece la acumulación de placas, y el HDL, que colabora en su eliminación a través del hígado. El desequilibrio entre ambos, cuando predomina el LDL, aumenta el riesgo cardiovascular.
Esta condición, llamada dislipidemia, puede desarrollarse desde etapas tempranas de la vida, dependiendo de factores como genética, edad, sexo y antecedentes familiares, además de aspectos relacionados con el estilo de vida, según informó la Clínica Cleveland.
El origen del colesterol alto es diverso. Alimentación abundante en grasas saturadas y trans, sedentarismo, tabaquismo y consumo elevado de alcohol influyen directamente en los valores de LDL. El estrés y ciertas enfermedades, como la diabetes, el lupus o la enfermedad renal crónica, también pueden alterar el perfil lipídico.

Además, algunas personas tienen predisposición genética que incrementa el riesgo sin importar sus hábitos.
Las consecuencias del colesterol elevado abarcan desde la aterosclerosis, la acumulación de placas en las arterias, hasta el infarto de miocardio, la insuficiencia cardíaca o los accidentes cerebrovasculares. Suele estar asociado con hipertensión arterial, lo que potencia aún más el riesgo de daño vascular, especialmente en personas con diabetes.
Frente a este panorama, la detección temprana es esencial. El único modo de conocer el perfil lipídico es mediante análisis de sangre. Las guías internacionales recomiendan iniciar los controles en la infancia, repitiéndolos cada cinco años, y ajustando la frecuencia según edad y riesgos personales.
Según datos de la Clínica Cleveland, los hombres deben controlarse cada cinco años hasta los 45, luego cada uno o dos años hasta los 65, y después anualmente; en las mujeres, el control anual se recomienda a partir de los 65 años. Los antecedentes familiares o factores de riesgo determinan chequeos más frecuentes.
Modelo unificado de informes y metas personalizadas en Argentina

Para abordar el problema de manera más efectiva, sociedades científicas argentinas consensuaron un modelo unificado de informes de laboratorio para lípidos y lipoproteínas.
Impulsado por organizaciones como la FBA, la Sociedad Argentina de Lípidos, la Sociedad Argentina de Cardiología y la Federación Argentina de Sociedades de Endocrinología, esta iniciativa busca estandarizar los resultados y facilitar su interpretación.
Gabriela Berg, directora del Programa de Control de Enfermedades Cardiovasculares de la Fundación Bioquímica Argentina, remarcó: “Esto garantiza, por un lado, un lenguaje común para un objetivo común, y, a su vez, que el modelo se perciba como un lenguaje construido entrepares”.
La principal innovación de este modelo es la personalización de los objetivos de colesterol LDL de acuerdo al riesgo cardiovascular del paciente. En lugar de aplicar valores generales, se fijan metas específicas (menos de 116, 100, 70, 55 o 40 mg/dl) en función del riesgo individual y la existencia de otras enfermedades como hipertensión o diabetes.

Además, los informes incorporan alertas visuales que destacan los valores críticos, agilizando la detección de pacientes que requieren intervenciones inmediatas.
La estrategia de prevención y tratamiento del colesterol alto debe ser integral. La adopción de una dieta saludable, actividad física regular y dejar de fumar son medidas imprescindibles.
Cuando los cambios de hábitos no son suficientes, el uso de medicamentos ayuda a alcanzar los objetivos de LDL. El control médico periódico permite ajustar las estrategias y medir los progresos. “En los tiempos que corren, sería imprudente no conocer nuestros valores de colesterol LDL y actuar sobre ellos cuando corresponda”, señaló Masson.
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