
El embarazo adolescente continúa siendo una problemática de salud pública en Argentina. Según datos oficiales, cerca del 13% de los nacimientos corresponden a mujeres menores de 20 años, y en siete de cada diez casos se trata de embarazos no intencionales. Este fenómeno impacta no solo en la salud de las jóvenes, sino también en sus trayectorias educativas, laborales y económicas, con efectos amplificados sobre el desarrollo social y la productividad.
Una década después de la última Encuesta Nacional sobre Salud Sexual y Reproductiva del INDEC, realizada en 2013, un nuevo relevamiento volvió a poner en cifras el modo en que las mujeres acceden a métodos anticonceptivos en el país. Se trata del Estudio Lucía, una encuesta online realizada en 2024 a 2.000 mujeres de entre 15 y 49 años de todo el país, y declarada de interés por la Legislatura porteña.

Según el estudio, los métodos más utilizados son el preservativo (39%), las pastillas anticonceptivas (34%), la ligadura tubaria (13%) y el implante subdérmico (11%). Este último, conocido popularmente como “chip”, fue incorporado a las políticas públicas en 2016 como método de larga duración, marcando un punto de inflexión.
“La transición entre una encuesta y la otra ocurrió en 2016, con la introducción en la política pública del implante subdérmico. Un método de larga duración, costo-efectivo, que permitió que las adolescentes, que en promedio iniciaban su vida sexual a los 15 años, no quedaran embarazadas”, explicó Silvina Ramos, socióloga, investigadora del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) y coordinadora del Estudio Lucía.
Avances y desafíos en el acceso a métodos de larga duración

En los últimos diez años, los métodos anticonceptivos de larga duración como el DIU, el SIU y el implante subcutáneo ganaron terreno, aunque su uso todavía no es mayoritario. Son altamente eficaces y seguros, ya que no dependen de la memoria o el hábito diario de la usuaria. Sin embargo, su uso limitado responde a factores como el desconocimiento, las barreras de acceso y la escasa oferta sistemática en ciertos niveles del sistema de salud.
“En la última década, observamos un avance sostenido en el uso de métodos anticonceptivos de larga duración, como el implante, el DIU de cobre y el DIU con levonorgestrel. Su adopción creció, aunque aún representa un porcentaje bajo”, sostuvo la médica ginecóloga de la Sección de Planificación familiar y guardia del Servicio de Ginecología del Hospital Rivadavia Lía Arribas (MN 82.093).
Recientemente, la ANMAT autorizó el uso de un nuevo implante subcutáneo de dos varillas, que amplía las opciones dentro del sistema de salud pública. Su incorporación se considera estratégica para la prevención del embarazo adolescente no intencional. Según el Estudio Lucía, el 27% de las mujeres de entre 15 y 19 años y el 20% de las que tienen entre 20 y 29 años ya utilizan este método.
“Uno de los principales beneficios que trajo la incorporación de este método, sobre todo en la adolescencia, fue la marcada disminución en la tasa de embarazos”, explicó Ramos. “Claro que esto también es resultado de la ESI y de políticas públicas como el plan ENIA (Embarazo No Intencional en la Adolescencia), que acercaron la anticoncepción a nivel federal”, sostuvo.
Acceso, efectividad y acompañamiento

El implante subdérmico funciona durante cinco años y no requiere intervención cotidiana. Se coloca con anestesia local en el brazo y, aunque puede provocar alteraciones en el ciclo menstrual, no suele generar efectos adversos graves.
“El implante es uno de los métodos de mayor efectividad en la vida real porque no requiere intervención diaria por parte de la usuaria. Se coloca bajo la piel, libera una hormona de forma sostenida durante cinco años y no depende del uso cotidiano ni de recordar tomar la pastilla. Estos implantes se colocan en el lado interno del brazo, con anestesia local. El periodo puede ser irregular pero no hay mayores efectos adversos”, detalló Arribas.

“La consulta por anticoncepción debe ser considerada una urgencia”, destacó Arribas. “Por eso habilitamos la posibilidad de demanda espontánea: cualquier mujer en edad reproductiva puede acercarse al consultorio, ya sea con turno o a través de la línea 147, por turnos de hospitales o centros de salud”.
Además, remarcó que estos servicios son gratuitos y forman parte de los programas nacionales de salud sexual: “Recibimos del programa píldoras anticonceptivas, inyectables mensuales y trimestrales, preservativos, implante subdérmico, anticoncepción de emergencia y DIU de cobre”.
Cambios culturales y nuevos hábitos

El estudio también mostró que el 93% de las mujeres encuestadas dice sentirse cómoda con el método que utiliza actualmente, sin variaciones significativas por nivel socioeconómico. Esto sugiere una mejora en términos de equidad. Sin embargo, el uso combinado de métodos, como la pastilla y el preservativo para prevenir infecciones de transmisión sexual, sigue siendo poco frecuente.
“El 93% de las mujeres dice sentirse cómoda con el método que usa actualmente. No se observaron diferencias según nivel socioeconómico, lo que muestra un avance en equidad. Pero el uso del doble método –por ejemplo, pastilla más preservativo– sigue siendo bajo, algo preocupante si pensamos en la prevención de infecciones de transmisión sexual”, señaló Ramos.
Otro de los cambios relevantes en estos 10 años “fue el mayor acceso que adquirió paulatinamente la ligadura tubaria, un método anticonceptivo que en la amplísima mayoría de casos no es reversible, pero se empezó a ofrecer sistemáticamente en los servicios de salud, y entre 2013 y 2024 casi el doble de personas lo eligieron”, explicó Ramos.
Desde una perspectiva cultural, la investigadora concluyó con una mirada sobre el efecto de los movimientos sociales en la transformación de las prácticas vinculadas a la autonomía reproductiva.
“La marea verde (NdR: por el color de los pañuelos en apoyo a la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo) dio mayor legitimidad al uso de anticonceptivos, la voluntad de regular la propia fecundidad y de demandar ese servicio a las prepagas y el sistema público”.
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